01/04/2025
12:25 AM

El hereje

Jorge Montenegro presenta la leyenda El hereje.

    El lugar es conocido como el Pantano y está ubicado en el departamento de Yoro. Se dice que ahí se producen nubarrones entre julio y agosto, que provocan la ya famosa lluvia de peces. Volvamos al pasado y lleguemos a la aldea del Pantano donde la gente estaba aterrorizada por la presencia de un fantasma y el desencadenamiento de sucesos sobrenaturales.

    Doña Clementina Medina mientras palmeaba las tortillas para despachar a los mozos a sus trabajos de campo conversaba con Augustín Saravia sobre las cosas que estaban sucediendo en el Pantano.-Vea mi querido amigo Augustín, aquí las cosas se están poniendo más feas de lo que cuentan. -Los vecinos están llenos de pánico.

    -Y con razón porque dicen muchos que han escuchado ruidos infernales a medianoche y los que han tenido valor para salir de sus casas han visto un espectro horrible.

    -Muy cierto, ahí está el caso de Moncho el de Adela.....llegó a la casa casi a las doce cuando escuchó a sus espaldas el ruido de unas cadenas que arrastraban por la calle, no había abierto la puerta de la casa, pero desde ese instante sintió que la cabeza se le hacía grande y que las piernas le temblaban, Adela escuchó sus quejidos y abrió la puerta en el preciso instante que el fantasma pasaba frente a ellos. Casi se mueren los dos del tremendo susto.

    -El señor cura de Yoro ha venido dos veces y se celebró un oficio religioso en casa de Adela. Doña Clementina guardó silencio mientras sacaba las tortillas del comal y las ponía en una canasta, sintió que un escalofrío corría por su cuerpo con sólo imaginar que el fantasma pasara frente a su casa. El viejo Augustín sacó de su bolsa un puro cañón rayado y lo encendió en las brasas del fogón dándole tremendo chupetazo, volvió a sentarse y dijo: -Dicen que viene un misionero que se llama Subirana, seguramente estará aquí en el Pantano dentro de tres días.

    -Por lo que la gente comenta que es un santo varón.

    -La gente tiene muchas esperanzas en él.
    -Ojalá que se solucione todo esto, porque, aquí entre nos, el día que me salga a mí una babosada de ésas, ahí nomás caigo redondita, Augustín.

    -Pues vamos a esperar con fe que venga ese santo varón.

    - Le cuento que me han comisionado a mí para que le cuente al padre Subirana todo lo de ese fantasma.
    Al fin llegó el día esperado, Subirana llegó con varias personas de Yoro, que le habían contado parte de lo sucedido. Al llegar al Pantano, don Agustín, con lujo de detalles le contó al sacerdote todo lo que había sucedido señalando algunos lugares donde el fantasma aparecía con más frecuencia, Subirana era un hombre joven cuando vino a Honduras, tenía aproximadamente 26 años cuando llegó al Pantano.

    La tarde iba cayendo lentamente, nubes de color anaranjado se miraban a lo lejos lo que hacía que el lugar tuviera una belleza natural extraordinaria. Subirana había recibido información del lugar exacto donde aparecía el espectro, tomó algunas cosas que necesitaba para enfrentarse con aquel ser del más allá y con paso decidido se encaminó al sitio indicado por los vecinos.

    Había llegado la noche, la gente que acompañaba al sacerdote sintió temor y dejó de seguirlo. Los curiosos estaban ubicados a más o menos a dos cuadras de distancia del lugar de la aparición y mientras se persignaban haciendo la señal de la cruz, Subirana se paró con firmeza y su vos fuerte y segura fue escuchada.

    -En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo dime....¿eres de esta vida o de la otra Pasaron unos minutos y una voz misteriosa contestó:

    -Soy de la otra. -¿Por qué te has dedicado a atormentar a esta gente humilde,...cuáles son tus penas?
    -Yo en vida fui un hereje, nunca creí en Dios, me casé con una mujer que no tenía otro pecado que ser católica, muchas veces le prohibí que fuera a la iglesia le dije que no rezara y que no asistiera a la misa; sin embargo, cuando yo no estaba hacía todo lo contrario. Un día cuando regresé temprano a mi casa ella no estaba, andaba en la iglesia, me llené de odio, de cólera y cuando regresó la agarré a golpes por desobediente; eso no bastó, le puse el freno de mi caballo en su boca, con las espuelas le causé heridas montándome en ella y con las mismas riendas seguí golpeándola hasta cansarme. Desde aquel día no volvió a comer, padre; se llenó de tristeza y se murió. Arrepentido de lo que había hecho, después de que ella murió, agarré un lazo y en ese barranco me ahorqué. Dios no me recibe en su seno y ando vagando como espíritu de satanás.

    El fantasma se puso a llorar arrepentido de los cruel que fue con su esposa y del mal que estaba causando a los vecinos. El padre Subirana levantó sus manos hacia el cielo y haciendo la señal de la cruz exclamó con voz fuerte: Yo te conjuro en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y te ordeno que te marches inmediatamente. De aquí vas a llevar una piedra atada en tu cintura y vivirás errante en el corazón de las montañas. Varios indios aseguran haber mirado a un hombre misterioso huyendo por las selvas del Pijol con una piedra atada en su cintura.