Mientras haya esperanza habrá vida, es el lema clásico al revés, pues desde siempre nos enseñaron que mientras haya vida hay esperanza, lo cual ha alentado y fortalecido los esfuerzos para superar dificultades y enfermedades.
Además de las muertes y de las secuelas físicas que la pandemia del covid-19 produjo en el mundo entero, ha sido evidente que la salud mental de la población mundial fue afectada seriamente.
La sabiduría popular nos enseña a ser respetuosos y agradecidos, aunque los vientos que soplan vayan en contra y el rumbo de la navegación parezca que todo, casi todo o mucho va mal y no es lo mismo.
El paradisiaco departamento insular, orgullo y joya de nuestra geografía, hace frente a distintos tipos de riesgos, mismos que deben ser atendidos oportunamente antes de que causen daños adicionales a los ya experimentados. Algunos son de origen natural.
Con la sensibilidad a flor de piel, la debilidad de valores fundamentales es tan evidente que cunde la decepción y aumenta el “sálvese quien pueda” con hechos que hace unos años hubiesen levantado el clamor y la protesta social.
¿No, que no? A los cortes para el mantenimiento de la red y mejoramiento del servicio eléctrico anunciados oficialmente con una duración promedio de ocho horas se han sumado en las últimas semanas los apagones sorpresivos, sin decir agua va, con la “inteligente” explicación.
Las elecciones generales recientemente celebradas en Panamá, y en las que resultó ganador el abogado José Raúl Mulino, son, sin duda, un paso más en el afianzamiento de la cultura democrática.
El primer paso, el más importante para culminar el recorrido, dejar atrás, sin olvidar el “maltrato histórico” de los jóvenes en servicio social y residentes, fue dado por la Secretaría de Salud y la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, cuyas autoridades, ¡vaya ironía! dirigieron las labores.
La infiltración de las fuerzas policiales por parte del crimen organizado continúa en ascenso, a pesar de las diversas depuraciones realizadas en un intento por adecentarlas y profesionalizarlas, inaugurando instituciones educativas especializadas. Considerables sumas se han invertido con tales propósitos.
“Hablamos de un maltrato histórico, histórico que a nadie le importa, a nadie, ni a la universidad, ni a la facultad, ni a las autoridades de los hospitales, todos”, desgarradora aseveración de la titular de la Secretaría de Salud que debiera reconocer.