Sin hacer mucho alarde, pero con mucha fe, superando la vieja discusión del papel que debe desempeñar la televisión en la sociedad para pasar al terreno práctico, inició en nuestro país el proyecto de la televisión educativa nacional. Este colosal desafío del periodista Rodrigo Wong Arévalo pone de manifiesto que hay mentes que creen que el rating se puede elevar con televisión de calidad, que educa y produce. Es una apuesta de gran mérito por este hacedor de la palabra, que ha llevado de la mano varios proyectos periodísticos y que hoy, viendo al futuro con esperanza en Honduras, siembra con la palabra las tierras más áridas de esta querida patria, las de la ignorancia.
Este género, el de la televisión educativa, pocas veces mercadeado desde la óptica de la inversión privada, siempre acostumbrado al subsidio y patrocinio del Estado, está llevando de la mano de sociólogos, sicólogos, médicos y otras especialidades un germen, que veremos producir ciudadanos informados y educados para ser útiles a la nación. Es un salto cualitativo en materia televisiva en Honduras y responde a la visión de muchos hondureños que exigen la formación de una ciudadanía consciente de su papel y plenamente comprometida con los más altos ideales de la patria.
Esa caja casi mágica, alrededor de la cual concurren miles de hondureños en sus hogares todos los días del año, ahora se ilumina con discusiones interesantísimas sobre nuestro pasado maya, sobre las inquietudes de nuestra juventud o sobre técnicas productivas para el campesino. Es romper con viejos paradigmas que nos dicen que la televisión sólo es basura, para ir abriendo espacios y protagonismo a nuevos programas de gran aporte para la educación y la cultura.
De las lágrimas a la realidad. Con la televisión educativa, los hondureños tienen la oportunidad de ir creando una conciencia ciudadana y de ir aumentando su acervo cultural, es un paso obligado de las lágrimas a las que estamos tan acostumbrados para ver la vida desde una perspectiva realista, pero altamente positiva, con enfoque en soluciones, con discusiones que hacen surgir nuestra identidad, cultura e ideales. La historia que ya está escribiendo la televisión educativa estoy seguro sorprenderá a muchos y educará también a la inversión, para mostrar que la educación y la cultura también son rentables. Esa penetración de la inversión privada en un campo casi exclusivo del quehacer estatal alienta que en Honduras aún es posible soñar con grandes proyectos. Le auguramos buena salud a la televisión educativa nacional y felicitamos al pueblo hondureño por tener a su disposición este gran proyecto, sueño de un hondureño que cree en la patria.