Es curioso, pero parece que los seres humanos le tenemos miedo a la libertad, que nos abruma ser dueños de nuestras propias vidas y destino y que, más fácilmente de lo que nos imaginamos, cedemos nuestro elemental derecho a pensar a cualquiera que, desde fuera, quiere imponernos sus ideas, por insostenibles que éstas sean, o sus torcidas formas de pensar o de comportarse.
Está de moda, por ejemplo, y pasará porque la realidad es terca, la negación de la verdad. Aquel principio filosófico elemental de que la verdad es el acomodamiento del pensamiento a la realidad ha sido declarado obsoleto. Es decir, vivimos en un mundo que inventamos casa día, según sea nuestra percepción de lo que nos circunde y, además, según esté nuestro estado de ánimo. Así, cada quien crea su verdad, cada quien inventa su realidad, según como le vaya en la vida y según como se sienta. Los sentimientos han sustituido al pensamiento y cada quien hace lo que le da la gana porque los actos se miden con base en una moral personal, que termina siendo el árbitro de un ética privada y que no necesita ser contrastada con la de nadie más. Nace así un individualismo rayano en lo absurdo porque, nos guste o no, debemos convivir en el mismo planeta y establecemos relaciones interpersonales que nos afectan y afectan a los demás implacablemente.
En su discurso de inicio de pontificado, el actual Papa denunciaba algo que él llamaba 'la dictadura del relativismo', y, evidentemente, no se equivocaba porque se va imponiendo en el mundo entero, sutil pero consistentemente, esta manera de pensar que no sólo falsea la realidad, sino que la sustituye por ideologías de diversa coloración, pero idéntica intención.
Es una dictadura porque aunque pregona a la tolerancia como el valor máximo a ser respetado, cultivado y difundido, busca descalificar a aquellos que se oponen a sus postulados. En otras palabras, estamos ante la intolerancia salvaje de aquellos que exigen ser respetados, pero se niegan a aceptar que se piense distinto a ellos.
¿Qué hacer ante semejante imposición tiránica? Lo que se ha hecho siempre ante cualquier dictadura: resistir por todos los medios hasta que, como toda moda, termine en el basurero de la historia y la realidad y la verdad muestren de nuevo su esplendor, ese esplendor que sólo lo permanente es capaz de poseer.