Habiendo sido electo por el conclave cardenalicio como sucesor de Benedicto XVI, tras interponer este su renuncia a tan elevado cargo, su sucesor escogió llamarse Francisco, en honor del santo de Asís.
“Tome su nombre como guía y como inspiración (...), creo que Francisco en el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad (...). En el se advierte hasta que punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”.
Hoy ha fallecido, a los 88 años de edad, el primer pontífice no europeo, argentino de origen, en la historia de la Iglesia Católica. Durante su fecunda gestión vaticana, implementó reformas necesarias tanto al interior de la Santa Sede como en la proyección con la feligresía y en las relaciones con otras denominaciones religiosas.
En esa actualización recibió acogidas y respaldos favorables, pero también oposiciones, a veces abiertas, otras encubiertas, por parte de la Curia Romana y de los sectores eclesiales conservadores, tradicionalistas, opuestos a cambios y reformas, incapaces de comprender la imperiosa e impostergable necesidad de renovación para poder continuar siendo relevante en sociedades cada vez más seculares.
Durante su pontificado destacaron su genuina proyección hacia los marginados sin voz y sin poder, su preocupación por el acelerado deterioro del medio ambiente planetario, el otorgamiento de responsabilidades a las religiosas, sus infatigables periplos por el mundo en búsqueda tanto de renovación de fe por millones de católicos y por la forja de diálogos constructivos con otras denominaciones religiosas y con agnósticos, el nombramiento de obispos y cardenales de diversas etnias distintas a la caucásica.
Otra de sus preocupaciones fue la investigación y sanción de abusos sexuales perpetrados por religiosos, desacreditando su función y misión pastoral, provocando traumas irreparables en sus víctimas.
En su última misiva, previa a su hospitalización, fechada el 10 de febrero, dirigida a los obispos de Estados Unidos, manifestó su respaldo y protección a los migrantes y su preocupación por las personas deportadas: “...El que acoge a un migrante, acoge a Cristo (...), el acto de deportar las coloca en un estado de especial vulnerabilidad e indefensión (...).
Hoy el mundo católico está de duelo y despide con gratitud y afecto profundo a un Pontífice que sembró amor, esperanza, fraternidad durante su ciclo vital, querido, admirado, respetado. Su gestión pontifical marcó un antes y un después en la historia de la institución fundada por Pedro, discípulo de Jesús, encargado por El de difundir la cristiandad por los cuatro puntos cardinales de la Tierra.