Según el diccionario, un robot es una máquina o ingenio electrónico programable que es capaz de manipular objetos y realizar diversas operaciones.
No hay un consenso sobre qué máquinas pueden ser consideradas robots, pero sí existe un acuerdo general entre los expertos y el público en que los robots tienden a hacer parte o todo lo que sigue: moverse, sentir, manipular su entorno y mostrar un comportamiento inteligente, especialmente si ese comportamiento imita al de los humanos.
De acuerdo con las estadísticas, los robots abundan en la actualidad y su producción va en aumento considerable. Y yo pensé: “Tiene sentido, si consideramos que los humanos nos estamos convirtiendo en robots también”. (En el sentido de vivir mecánicamente, con un solo sistema de programación).
Dejemos claro algo desde ya: andar en “modo robot” no es adelantar, es retroceder, es deshumanizarse. Antes decíamos que si el robot imita al ser humano es considerado inteligente. No así a la inversa desdichadamente. El otro día decía un predicador: “Tengan cuidado con lo que ven sus hijos en internet.
Hay mucha suciedad y contenido vacío allí”. Pero es eso lo que automáticamente se apetece ver: lo que es mentira, exagerado, arreglado, erótico o carente de sustancia es lo que rápidamente se vuelve viral y más gustado. Olvidémonos de las buenas lecturas o videos de los que se puede aprender.
Estos no existen, aunque también estén allí. Y con respecto al “sentir”, he ahí lo más alarmante. Se dice que los robots modernos pueden sentir según su programación. Al contrario, el ser humano en “modo robot” deja de sentir y apreciar su entorno. En una desconexión sistémica de la realidad, a lo único que se programa es a manipular objetos en su dispositivo tecnológico. ¡Tengamos cuidado! ¡Pobre del que cae y no tiene quien lo ayude a levantarse!, dice la Biblia (Eclesiastés 4:10).
Relacionarse es muy importante. Sentir, apreciar, conversar, estar al tanto. El “modo robot”, para los robots únicamente, ¿no le parece?