21/12/2025
10:08 PM

Medio ambiente y sexualidad

Renán Martínez

“La humanidad está condenada a desaparecer por culpa de nosotros mismos”, me decía mi hijo Juan Mauricio mientras caminábamos por las playas de la comunidad de Miami en el municipio de Tela, alfombradas prácticamente de desperdicios, en su mayoría de plástico.

Mucha de esta basura es lanzada irresponsablemente por personas que llegan a disfrutar de estos parajes tropicales, pero también viene cabalgando en las olas del mar procedente de otras latitudes.

Tal aseveración, que sostienen los lugareños, la comprobamos cuando tropezamos con un envase vacío de la famosa bebida jamaiquina, Rude Boy (chico rudo), inspirada en la organización del mismo nombre dentro del país insular. En su lucha por purificarse, el mar también descarga en las playas los desechos transportados a través de los ríos que desembocan en los océanos.

Es tanta la basura diseminada a lo largo de la bahía de Tela que tardarían meses en recogerse, si acaso hubiese alguna organización ambientalista o una dependencia gubernamental que se propusiera emprender tan loable tarea.

El siguiente paso sería desarrollar campañas de concienciación para que la gente entienda de una vez por todas que el daño que hacemos al medio ambiente es un bumerán que se revierte contra nosotros y nuestros descendientes. Paralelamente habría que mantener una estricta vigilancia en las diferentes playas y lugares públicos para aplicar sanciones, apegadas a la ley, a quienes sean sorprendidos ensuciando los centros recreativos de los que ellos mismos se benefician.

Si nos referimos a esta problemática en el ámbito nacional diremos que a veces las mismas autoridades municipales de algunas comunidades contribuyen a este desastre ecológico por que no cuentan con botaderos adecuados como rellenos sanitarios, por lo que los desechos producidos por la población, son lanzados a los ríos o a la intemperie con la consiguiente contaminación del entorno ambiental.

Si hubiese suficiente conciencia en la población sobre el impacto ambiental que provoca tanta inmundicia regada en playas, bulevares, áreas verdes, aceras, etcétera, no solamente cambiarían su deleznable conducta de lanzar sus desperdicios sin ningún miramiento, sino que podrían dedicar tiempo a participar en campañas de limpieza en sus comunidades como aquella de que “más ayuda quien no ensucia que aquel que limpia”.

Sin embargo, muchas personas dan más importancia a problemas triviales como esa polémica que se ha armado sobre si debe funcionar o no un negocio de wafles fálicos y vaginales en San Pedro Sula. Sobre este caso pienso que si no vemos el sexo como inmoral no debemos preocuparnos porque existan esos sorbetes que no son más que puro simbolismo.

Si no nos gusta tal comparación, sencillamente no visitemos el negocio. Hay quienes opinan que este tipo de establecimientos son un mal ejemplo para los niños, pero si a estos se les educara sexualmente en el hogar y la escuela, no se contagiarían con la morbosidad de algunos adultos.

Entenderían que la sexualidad es tan natural como un estornudo, pero mucho más importante que éste porque es generadora de vida, contrario a la destrucción del medio ambiente que genera muerte.