El fenómeno social y psicológico de hablar solo tanto en los niños como en los ancianos, ha sido considerada una conducta normal de acuerdo a la ciencia de la psicología y psiquiatría, pues es un proceso natural en esas etapas de la vida.
En el caso de los niños, en su mundo de descubrimiento, fantasía y creatividad están sus ilusiones de amigos imaginarios con los que comporten todo tipo de conversaciones. En el caso de los adultos mayores, es frecuente que los abuelos platiquen solos, por falta de alguien que los escuche.
Según la psicología, hay casos de personas con trastornos psicóticos, conductas que son llamados soliloquio, que suelen presentarse en casos de esquizofrenia, que es una repercusión y respuesta a las alucinaciones auditivas que pueden aparecer en esas patologías.
Pero con la invasión de la tecnología, especialmente en el siglo XXI, este fenómeno de conversar solo se ha vuelto común en las distintas sociedades, mientras las nuevas generaciones prestan mucha atención al teléfono celular, ignorando a sus padres y, aún peor, a los abuelos.
Incluso las conversaciones en el grupo familiar desaparecieron, llegando a extremos que las tradicionales pláticas en la hora del desayuno, almuerzo o cena en los comedores dejaron de realizarse y ahora predomina el silencio, mientras todos hablan, chatean, “tiktokean” o “feybuquean”, quedando eliminada la cortesía del “buen provecho” al comenzar o el “con permiso”, al terminar.
Llegando al extremo en este ambiente de la contaminación digital, que hasta los padres han terminado siendo parte de ese fenómeno, y los abuelos terminan como víctimas, que en muchos casos comen antes o después que los demás.
Debido a ese abuso e irrespeto en el hogar, la unión familiar se ha perdido por la falta de la comunicación tradicional presencial, mientras el teléfono ha pasado a ser el menú principal y el consentido de estas familias en un país llamado Honduras.