Cuando solo unos saben

En Estados Unidos, el uso de información privilegiada está regulado a través de la ley de Valores. Prohíbe que cualquier persona, incluyendo funcionarios públicos.

  • 11 de abril de 2025 a las 23:00 -

Hace poco, el presidente estadounidense Donald Trump fue señalado presuntamente de aprovechar información confidencial al sugerir que era un buen momento para invertir en la bolsa, justo antes de que los mercados subieran. Un comentario así, en la voz de alguien con poder, puede hacer que unos ganen millones mientras otros, sin saber nada, pierdan.

En Estados Unidos, el uso de información privilegiada está regulado a través de la ley de Valores. Prohíbe que cualquier persona, incluyendo funcionarios públicos, utilice información no pública para obtener ganancias en el mercado. Las sanciones pueden incluir multas y penas de cárcel si se comprueba la violación.

En Honduras, sabemos lo que eso significa. El caso Pandora evidenció el uso de recursos públicos, dinero de la gente, para campañas políticas. Y en los años noventa, decisiones como la devaluación del lempira se tomaron entre pocos, dejando a miles de hondureños viendo cómo su salario ya no alcanzaba para lo básico.

Todo esto tiene un punto en común: la información estaba en pocas manos, y se usó para favorecer a unos pocos. El uso indebido de información privilegiada debilita la confianza pública, erosiona las instituciones y abre la puerta a la corrupción. Regular su uso y fomentar la transparencia es esencial para proteger la democracia y asegurar la rendición de cuentas.

La presidencia de los noventas en Honduras devaluó el lempira frente al dólar, lo que implicó una pérdida del 51.5% del poder adquisitivo. Aunque se argumentó como una medida para estabilizar la economía, afectó directamente a la ciudadanía, beneficiando a ciertos sectores y perjudicando a la mayoría.

En estos tiempos de información basada en datos e Inteligencia Artificial se puede ayudar a detectar patrones sospechosos o prevenir el mal uso de datos. Pero no basta con la tecnología. Si el ciudadano no exige transparencia de la información pública, si no pregunta ni se interesa, todo sigue igual. Porque al final, el precio lo paga él: con más impuestos, menos servicios, o un salario que se esfuma.

La información es como una linterna: cuando solo uno la tiene, los demás caminan a oscuras y tropiezan. La transparencia comienza cuando alguien se atreve a encender la luz para todos.

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