Entre las comunidades de Pimienta y Santiago se encuentra el cerro Palenque que esconde celosamente los vestigios de una ciudad lenca con influencia maya a punto de ser puesta al descubierto.
“Es como un Copán en pequeño, con su Acrópolis, su campo de pelota y sus montículos”, dice Juan Alberto Durón, director regional del Instituto Hondureño de Antropología e Historia, Ihah.
Cuando terminen los trabajos de restauración que lleva a cabo el instituto, el público podrá admirar los vestigios de este centro, probablemente el más importante del antiguo Valle de Ulúa en el periodo clásico terminal.
Un rótulo identifica al lugar como Parque Palenque y da la bienvenida a los visitantes que quieren llegar, en medio de una tupida vegetación, a la cima desde donde se divisan las plantaciones de banano de Santiago y el río Ulúa por el lado de Pimienta.
“Aquí está el parque de pelota”, dice el vigilante Juan Barahona, quien nos sirve de guía, al detenerse en una explanada cubierta de arbustos. El tiempo sepultó aquí el que podría ser más el grande centro deportivo indígena de Mesoamérica, según los entendidos.
En algunos puntos del cerro hay oquedades revestidas de piedras, supuestamente usadas como sepulturas.
Según los historiadores, se escenificó una gran batalla donde los ejércitos españoles triunfaron en Palenque, sobre las tropas salvajes del rey Cicumba, entonces el más poderoso del valle.
El río Ulúa se encargó de poner al descubierto algunos vestigios, como figuras mayas y jarrones, que usaban los lencas, los cuales fueron recogidos por vecinos de Santiago y luego comercializados.
En el sitio se han encontrado, últimamente, piedras talladas que los antiguos usaron para construir sus edificios. También otras, canaleadas, que habrían servido para la construcción de su sistema de irrigación.
El agua era colectada en una presa artificial en las faldas del cerro, según se deduce por una enorme depresión en el terreno.
En aquellos tiempos, el río Ulúa era navegable y por tanto servía a los pobladores de Palenque para comerciar sus productos agrícolas con otras comunidades del valle, dijo Durón. Tenía hasta un muelle donde atracaban las embarcaciones.
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En los predios también hay unas cuevas a las cuales se accede por una pequeña escalinata, pero éstas fueron selladas provisionalmente por Antropología pues constantemente eran allanadas por extraños, quienes lograron extraer algunos objetos.
El terreno de 157 manzanas de extensión fue adquirido por el Ihah con el fin de convertirlo en un centro de recreación
similar al de Los Naranjos, en las cercanías del Lago de Yojoa.
Se abrirán senderos hasta la cima como parte de la infraestructura que construirá el instituto en conjunto con la Escuela Latinoamericana de Áreas Protegidas.
El plan de manejo ya está listo; solamente falta ponerlo en ejecución con una asignación de seis millones de lempiras que ya fueron presupuestados para empezar las investigaciones.
En el sitio habrá un museo donde se exhibirá las reliquias encontradas, para lo cual se espera contar con la colaboración de los vecinos que todavía conservan algunas de estas piezas, dijo Durón.