San Pedro Sula, Honduras.
Desde su natal Ocotepeque hasta San Pedro Sula, miles sienten su ausencia a menos de una semana de haber partido al cielo. Sor Zoila Esperanza Guzmán murió el pasado martes 9 de diciembre a sus 69 años de edad, pero permanece viva en los corazones impactados por su fe y servicio cuando dirigió el instituto María Auxiliadora.
Desde que nació, el 12 de agosto de 1945, sus padres estimularon en ella la devoción a Dios y a la virgen María.
Don Juan Guzmán y doña Josefina eran conocidos en su pueblo como servidores de Dios y eso mismo querían para su hija. Cuando sor Esperanza era una adolescente, la inscribieron en el instituto María Auxiliadora de Santa Rosa de Copán para llevarle siempre por la senda de la espiritualidad.
“Recordamos que nuestro abuelo, padre de tía Esperanza, siempre fue muy responsable con la educación cristiana de sus hijas y en ella despertó el amor por el servicio a través de su vida”, comenta Lucía Guzmán, una de las sobrinas de la religiosa.
Sus compañeras de colegio todavía recuerdan cómo hacía la diferencia “por su alegría, generosidad y optimismo que la caracterizó toda la vida”, dice sor Elvia Marina Flores, quien fue su mejor amiga.
Pasados los 18 años y tras graduarse de secundaria, sor Esperanza se aventuró a Tegucigalpa para trabajar dos años como maestra en el instituto María Auxiliadora. Dios la llamó al aspirantado en Costa Rica, donde hizo su profesión después de hacer su formación.
Viajó a Colombia, Costa Rica y Guatemala para servir en diferentes áreas, pero luego se internó en San Pedro Sula, donde dejó grandes obras sociales que hasta la fecha benefician a miles.
Entre los proyectos que más agradecen los sampedranos está la Casa de Ayuda Social, inaugurada en la colonia Sandoval Sorto con el apoyo de sus exalumnas.
Su liderazgo quedó demostrado durante los seis años que fue directora del María Auxiliadora en esta ciudad en la década de los 80. Muchas señoritas descubrieron el llamado al servicio religioso por la fe y dedicación que la fémina les transmitía. Tras 40 años de entrega, sor Esperanza comenzó a cuidar a sus hermanos de avanzada edad hasta que una enfermedad detuvo las múltiples actividades que cambiaron la vida de generaciones enteras.
Desde su natal Ocotepeque hasta San Pedro Sula, miles sienten su ausencia a menos de una semana de haber partido al cielo. Sor Zoila Esperanza Guzmán murió el pasado martes 9 de diciembre a sus 69 años de edad, pero permanece viva en los corazones impactados por su fe y servicio cuando dirigió el instituto María Auxiliadora.
Desde que nació, el 12 de agosto de 1945, sus padres estimularon en ella la devoción a Dios y a la virgen María.
Don Juan Guzmán y doña Josefina eran conocidos en su pueblo como servidores de Dios y eso mismo querían para su hija. Cuando sor Esperanza era una adolescente, la inscribieron en el instituto María Auxiliadora de Santa Rosa de Copán para llevarle siempre por la senda de la espiritualidad.
“Recordamos que nuestro abuelo, padre de tía Esperanza, siempre fue muy responsable con la educación cristiana de sus hijas y en ella despertó el amor por el servicio a través de su vida”, comenta Lucía Guzmán, una de las sobrinas de la religiosa.
Sus compañeras de colegio todavía recuerdan cómo hacía la diferencia “por su alegría, generosidad y optimismo que la caracterizó toda la vida”, dice sor Elvia Marina Flores, quien fue su mejor amiga.
Una madre de familia del instituto María Auxiliadora le entrega un reconocimiento a sor Esperanza.
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Viajó a Colombia, Costa Rica y Guatemala para servir en diferentes áreas, pero luego se internó en San Pedro Sula, donde dejó grandes obras sociales que hasta la fecha benefician a miles.
Entre los proyectos que más agradecen los sampedranos está la Casa de Ayuda Social, inaugurada en la colonia Sandoval Sorto con el apoyo de sus exalumnas.
Su liderazgo quedó demostrado durante los seis años que fue directora del María Auxiliadora en esta ciudad en la década de los 80. Muchas señoritas descubrieron el llamado al servicio religioso por la fe y dedicación que la fémina les transmitía. Tras 40 años de entrega, sor Esperanza comenzó a cuidar a sus hermanos de avanzada edad hasta que una enfermedad detuvo las múltiples actividades que cambiaron la vida de generaciones enteras.