Su olor inunda las playas, especialmente en Semana Santa. Se trata del exquisito pan de coco, una delicia para los turistas y una forma de sustento para la mayoría de habitantes de las comunidades garífunas de la zona norte del país.
Marta Olivia Cloter, jefa de familia de 49 años, originaria de Bajamar, Cortés, trabaja en la elaboración de pan de coco, con el cual sostiene a su numerosa familia de dos hijas y diez nietos. Doña Marta, más conocida como “La Rica del Coco”, a los catorce años de edad aprendió de su madre a hacer el pan.
Sus únicos juguetes fueron una tabla de madera y un rallador de coco, que siguen siendo después de treinta y cinco años sus fieles herramientas de trabajo, que ahora comparte con sus hijas Karina y Elizabet Cloter. En verano, doña Marta se beneficia mucho con sus ventas porque los turistas llegan de todas partes del país a comprar en grandes cantidades sus productos. La familia Cloter trabaja en equipo, desde el más grande hasta los más pequeños de la casa, elaborando otras comidas como tabletas de coco, sopa de pescado, tapado con coco y machuca, pero en menores cantidades; su fuerte sigue siendo el apetecido pan de coco.
En las comunidades garífunas de Travesía, Bajamar, Sarahuaina, la barra del Chamelecón, Las Brisas y Chifia, en su mayoría, los hogares viven de la venta de pan de coco y los derivados de este fruto.
Esta situación, según sus pobladores, se debe a la carencia de oportunidades de empleo y desarrollo de las comunidades, que para ellos han permanecido en el olvido por las autoridades locales y centrales, según los pobladores garífunas.
Sus esperanzas están puestas en el compromiso público del presidente Porfirio Lobo Sosa en la pasada celebración de los 214 años de la llegada de los garífunas a Honduras, cuando prometió llevar salud, educación y empleo a estas zonas descuidadas por los gobiernos.