Cuando un sistema, una estructura física, una idea o cualquier cosa deja de prestar utilidad, se sabe que ha llegado a su fin, a su obsolescencia; son muchas las causas: deterioro en cualquier forma, modernizaciones o innovaciones tecnológicas.
Los programas educativos de la mayoría de los países latinos son obsoletos. En los trabajos quirúrgicos, la medicina se ha olvidado de la navaja para contemporizar con el láser; está mandando lejos al vetusto rayos X y se encuentra con el tomógrafo, el ultrasonido y otros aparatos de la actividad médica. La internet por medio de la línea telefónica, y pronto la de vía cable, prácticamente ya es un hecho histórico.
Los seres humanos también sufren transformaciones e irremediablemente su vida caduca. Ya se sabe que el lenguaje figurado no sólo es privativo del ámbito literario: poetas, cuentistas, novelistas. También en el habla común abundan las metáforas, alegorías, sinécdoques, metonimias, comparaciones, etc. sin ninguna intención estética consciente; es sólo por el deseo de comunicar. Así escuchamos frases como 'es un tigre en la fábrica', 'la documentación se hizo humo', 'la presa de agua potable colapsó'. No es incorrecto hacer uso de la connotación cuando, por rancia costumbre, el entorno acepta y reconoce el significado de esas frases 'metafóricas'; lo tedioso es la desmedida repetición con que se emplean.
En una nota anterior se aclara que no siempre los sinónimos son absolutos; por eso es importante saber ubicarlos con alguna precisión. Nuestros redactores y comentaristas de noticias redundan en exceso con el trillado 'colapsar' cuando en realidad hay una buena cantidad de términos equivalentes o análogos que apuntan al significado que se pretende expresar. ¿Qué tiene de contradictorio decir 'el sistema educativo está obsoleto' y 'el sistema educativo está colapsado', 'el puente colapsó' y 'el puente cedió, se cayó'? Nada. No se trata de ser culteranos en la expresión, pero la variedad verbal anima al lector o al escucha a recibir con interés los mensajes que se le ofrecen; la monotonía es cansina, aburre y termina por anular el objetivo central de la comunicación.
'También las empresas vip tendrán que salir del centro de San Pedro Sula' decía el titular de un diario local. 'Salón vip' se anuncia en un cartel de una compañía bancaria. En estos dos casos, los emisores están dando a entender que los viajeros de esas empresas y los clientes de la entidad financiera son personas muy importantes, no 'del vulgo, de la chusma'. Y así sucede en los lugares de fina categoría donde hay sitios para 'very important people'.
La palabra vip, que en realidad va en minúsculas, es una inmigrante léxica del inglés que ya reside y ha adquirido carta de ciudadanía en el español; sin embargo, es posible evitarla, por su carácter segregativo, y si es tan necesario su empleo, se puede sustituir por otros términos: 'Ese salón es exclusivo para personalidades', 'Esa empresa de transporte es para personas de elevado nivel social o económico', 'El salón que está arriba es para gente muy especial'. La palabra se registra en nuestra lengua como una adaptación del inglés al español