San Pedro Sula, Honduras.
No solo fueron los abusos contra menores de edad los que le investigaban a Christopher Glenn (33), originario de West Palm Beach, Florida, Estados Unidos. El norteamericano que llegó a Honduras en 2012 no se limitaba a casarse en ceremonias falsas con jovencitas de 13 a 16 años y además vendía a las niñas vírgenes por Internet por 20 a 30 mil dólares, sino que también el experto en informática era vigilado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) por el robo de miles de correos electrónicos de militares norteamericanos.
Según revela un informe investigativo del FBI, Glenn ocultó grandes transacciones financieras que ahora lo someten a un juicio en Florida. Además es acusada su esposa Khadraa Glenn (27), quien enfrenta cargos por delitos de conspiración para cometer fraude de inmigración y formar parte de la estructura de las transacciones financieras que realizaba el estadounidense para ocultar el movimiento de grandes cantidades de dinero en efectivo.
El juez federal William Matthewman dictaminó que Christopher Glenn es una persona “con un riesgo de fuga grave” y las pruebas contra él son contundentes después de que fue detenido a finales de febrero de 2014, cuando llegaba a Miami en un vuelo procedente de Honduras.
El largo historial delictivo de Glenn data desde que trabajó como contratista privado en la base de Palmerola en Comayagua desde el año 2012. Dentro de los argumentos que comprueban el delito de espionaje de Glenn, los agentes del FBI y los fiscales federales alegan que el norteamericano compró libros sobre “Tradecraft” (El arte del espionaje) en 2010 y 2011. Aseguran que también utilizó su empleo como contratista privado con certificado de seguridad militar para robar numerosos correos electrónicos e información potencialmente confidencial de los servidores informáticos del Comando Sur en Honduras.
Esas investigaciones de espionaje llevaron a los servicios secretos de Estados Unidos a penetrar en sus computadoras personales, donde descubrieron no solo el fraude y espionaje, sino los abusos sexuales que cometía contra niñas hondureñas, adoptando identidades falsas y acreditando ser miembro de una secta religiosa para contraer nupcias en varias ocasiones con las niñas.
Dentro de las pruebas que tienen como evidencia las autoridades norteamericanas, figuran múltiples cuentas en bancos extranjeros, el uso de identidades falsas y las denuncias que en su contra interpusieron varias de las menores afectadas que eran originarias de Yoro, Comayagua, Intibucá y La Paz.
Los abusos de Glenn
Para cometer sus fechorías, Glenn adquirió en Comayagua una propiedad, en donde edificó una vivenda completamente amurallada y sin ventanales. El extranjero diseñó la casa para mantener en cautiverio a las jovencitas que reclutaba en comunidades postergadas con el argumento de contratar personal de servicio, para que ayudara en el cuidado de un niño que nunca existió.
“Se valió de la ingenuidad de las familias, de la necesidad de la gente para reclutar a las niñas. Siempre viajaba a las aldeas en compañía de la esposa de su socio Juan Ángel Velásquez, quien hacía de cura para celebrar los matrimonios.
El hombre se vestía con el atuendo de un sacerdote y casaba a las niñas con el gringo, al tiempo que les decían que la religión islámica permitía que un hombre tuviera hasta 10 esposas viviendo en la misma casa”, dijo un agente policial.
El gringo mantuvo un harén de niñas, a quienes drogaba para satisfacer sus deseos.
Su obsesión era que fueran vírgenes y vestirlas como árabes. Las autoridades en Honduras investigan más de 20 casos de menores que fueron víctimas de Glenn.
No solo fueron los abusos contra menores de edad los que le investigaban a Christopher Glenn (33), originario de West Palm Beach, Florida, Estados Unidos. El norteamericano que llegó a Honduras en 2012 no se limitaba a casarse en ceremonias falsas con jovencitas de 13 a 16 años y además vendía a las niñas vírgenes por Internet por 20 a 30 mil dólares, sino que también el experto en informática era vigilado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) por el robo de miles de correos electrónicos de militares norteamericanos.
Según revela un informe investigativo del FBI, Glenn ocultó grandes transacciones financieras que ahora lo someten a un juicio en Florida. Además es acusada su esposa Khadraa Glenn (27), quien enfrenta cargos por delitos de conspiración para cometer fraude de inmigración y formar parte de la estructura de las transacciones financieras que realizaba el estadounidense para ocultar el movimiento de grandes cantidades de dinero en efectivo.
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El largo historial delictivo de Glenn data desde que trabajó como contratista privado en la base de Palmerola en Comayagua desde el año 2012. Dentro de los argumentos que comprueban el delito de espionaje de Glenn, los agentes del FBI y los fiscales federales alegan que el norteamericano compró libros sobre “Tradecraft” (El arte del espionaje) en 2010 y 2011. Aseguran que también utilizó su empleo como contratista privado con certificado de seguridad militar para robar numerosos correos electrónicos e información potencialmente confidencial de los servidores informáticos del Comando Sur en Honduras.
Esas investigaciones de espionaje llevaron a los servicios secretos de Estados Unidos a penetrar en sus computadoras personales, donde descubrieron no solo el fraude y espionaje, sino los abusos sexuales que cometía contra niñas hondureñas, adoptando identidades falsas y acreditando ser miembro de una secta religiosa para contraer nupcias en varias ocasiones con las niñas.
Dentro de las pruebas que tienen como evidencia las autoridades norteamericanas, figuran múltiples cuentas en bancos extranjeros, el uso de identidades falsas y las denuncias que en su contra interpusieron varias de las menores afectadas que eran originarias de Yoro, Comayagua, Intibucá y La Paz.
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Para cometer sus fechorías, Glenn adquirió en Comayagua una propiedad, en donde edificó una vivenda completamente amurallada y sin ventanales. El extranjero diseñó la casa para mantener en cautiverio a las jovencitas que reclutaba en comunidades postergadas con el argumento de contratar personal de servicio, para que ayudara en el cuidado de un niño que nunca existió.
“Se valió de la ingenuidad de las familias, de la necesidad de la gente para reclutar a las niñas. Siempre viajaba a las aldeas en compañía de la esposa de su socio Juan Ángel Velásquez, quien hacía de cura para celebrar los matrimonios.
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El hombre se vestía con el atuendo de un sacerdote y casaba a las niñas con el gringo, al tiempo que les decían que la religión islámica permitía que un hombre tuviera hasta 10 esposas viviendo en la misma casa”, dijo un agente policial.
El gringo mantuvo un harén de niñas, a quienes drogaba para satisfacer sus deseos.
Su obsesión era que fueran vírgenes y vestirlas como árabes. Las autoridades en Honduras investigan más de 20 casos de menores que fueron víctimas de Glenn.