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Dificultades de la alfabetización

  • 16 abril 2016 /

Nunca es tarde para aprender a leer y a escribir.

    San Pedro Sula, Honduras

    Entrados ya en el siglo XXI, la lucha en contra del analfabetismo debe ser tarea de todos. Duele encontrar todavía en este país a hombres y mujeres que en lugar de su nombre ponen una equis o la huella digital, porque no tuvieron la oportunidad de aprender a leer y a escribir en el momento en que debieron hacerlo, es decir, en la infancia. Pero como nunca es tarde para aprender y superarse, todo esfuerzo que se haga para darle la oportunidad a todos los coterráneos que lo necesiten será siempre loable.

    En este sentido, la incorporación de los estudiantes de los últimos años de secundaria a las labores de alfabetización es una buena idea, no solo porque así pueden colaborar con la erradicación del analfabetismo sino también porque la misma actividad les permitirá entrar en contacto con una realidad que muchas veces ignoraban.

    Sin embargo, la conversión de los diferentes tipos y proyectos de trabajo educativo social de los centros educativos gubernamentales y no gubernamentales, debe resolver una serie de problemas para que pueda ser efectivo y tener éxito, y, sobre todo, ser verdaderamente “educativo” y con una auténtica proyección social.

    En primer lugar, los alumnos de los distintos bachilleratos y carreras con las que concluye hoy la educación media no están preparados para alfabetizar. El entrenamiento que se les da es deficiente y, por lo mismo, seguramente el aprendizaje de los alfabetizados también. El peligro es que se vaya a hablar luego de una caída notable en las tasas de analfabetismo y que esto no sea del todo verdadero. No hay que olvidar que de los hondureños que ya saben leer y escribir muchos son “analfabetas funcionales”, según la definición de la Unesco, porque decodifican letras y emiten sonidos pero son incapaces de comprender lo que leen y, aún peor, las habilidades de redacción son extremadamente limitadas, es decir son incapaces de expresar coherentemente, por escrito, lo que piensan.

    Encima, la inversión de valores en Honduras es tan profunda y ha afectado de tal manera a la población que los beneficiarios de la alfabetización exigen que se les pague transporte para movilizarse a los centros escolares y que se les dé alimentación cada vez que van a clases; sin hablar de muchos que están pidiendo también dinero solo por formar parte del proceso. Es decir, los alumnos alfabetizadores están prácticamente siendo extorsionados por sus alfabetizados y, por otro lado están siendo presionados por las autoridades de Educación que les pone este proyecto como requisito para poder graduarse.

    Los padres de familia y los futuros bachilleres han comenzado a manifestar públicamente su descontento y frustración ante semejante situación. Ojalá las autoridades del ramo no sean sordos a este reclamo.