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A clases

  • 01 febrero 2016 /

    Con el optimismo que proporcionan los logros del año escolar pasado se inició el nuevo ciclo anual en el sistema público de educación, en el que se hallan incorporados más de 2 millones de alumnos. Hay confianza en el futuro porque se ha ido recuperando la gobernabilidad, lo que ha hecho posible el desarrollo del calendario académico con meta alcanzada en el número de jornadas y con el avance en la calidad de la docencia, aunque esto aún es tarea de años.

    Hasta la saciedad se nos ha dicho, interna y externamente, que el progreso y la prosperidad están condicionados al nivel educativo y cultural, mucho más en nuestros días en los que la competencia se desarrolla en el ámbito de la tecnología para la educación y el conocimiento, en espera de dar el paso hacia la robótica en el sector productivo. Esto es ya hablar a futuro, muy futuro.

    Sin embargo, son tantos los problemas sociales y tan profundas las carencias que puede sonar a utopía la propuesta del avance tecnológico, pero de no hacerlo eludiendo la responsabilidad y escudándose en falta de recursos, es seguir aferrados a rémoras que impiden un mayor mejoramiento del sistema y respaldo al derecho a la educación.

    En esta línea se han trazado tres objetivos: Ampliar la cobertura preescolar, reducir el analfabetismo y construir nuevos centros educativos. Las metas, como en años anteriores, siguen tratando de llenar los inmensos vacíos que, a lo largo de décadas, la dirigencia magisterial y las administraciones fueron creando como producto de la desidia para salvar obstáculos con escasa rentabilidad política.

    Los gobiernos, con la miope visión de cuatro años, desatendieron las tareas educativas que han vuelto, en las dos últimas administraciones, a su cauce en beneficio de niños y jóvenes con mayores exigencias al término de cada nivel, en lo que ha tenido un papel muy importante, la Prueba de Aptitud Académica (PAA) de la Unah.

    Falta mucho, demasiado en estos tiempos de tecnología, con exigencias en la capacitación constante del personal docente no solo en el ámbito administrativo, sino en el del conocimiento, acumulación informativa, y en la capacitación pedagógica para guiar a los alumnos en la selva universal de los espacios en las nuevas tecnologías.

    Parecerá aún cuando se presentan los retos para el 2016 en términos de ampliar la cobertura preescolar, reducir el analfabetismo y construir escuelas y colegios. Ignorar la realidad no ayudaría a cerrar la brecha en el sistema educativo que se puede lograr, porque hay fortaleza en la gobernabilidad del sistema.