¿Privados de libertad? Esta es la expresión eufemística que se ha ido introduciendo para no dañar no sabemos qué estima o autoestima, en sustitución de reo, preso, condenado, etc. Pero habría que considerar el conjunto, analizar con visión panorámica; y la privación de libertad se nos presenta como fenómeno más generalizado que la consecuencia de la captura por la Policía y decisión de un juez, que la condena por un tribunal o el olvido entre los papeles del juzgado.
Esto que es lo común entendido y referido a la población que se halla recluida tras muros que los separan de la mayoría de los ciudadanos, no es único, pues el ejercicio de la libertad se ha ido condicionando, en su fase reductiva, a la inseguridad dominante en los espacios públicos, en las actividades diarias e, incluso, entre las paredes de la vivienda a las que en ocasiones se refuerzan con muro perimetral y vigilancia comunes a los vecinos de la colonia, zona o residencial.
La respuesta a la pregunta de más arriba se escucha a gritos en la sociedad. Para los diputados, con medios para protegerse, circular después de las ocho de la noche representa un riesgo que se agrava en los empleados del Congreso, por lo que ya ha comenzado la consideración de modificar el horario de sesiones que, ojalá, no se concrete en reducir los días, pues la jornada laboral es de martes a jueves, pero tampoco las horas con la explicación de que se desplazan de la capital y han de regresar.
No es el asunto del horario como tal lo que invita en este momento a la reflexión, sino a su condicionante que refleja con absoluta nitidez el daño a la libertad y la sumisión al temor que ha invadido todos los sectores, como se refleja en los cercos de las colonias, los portones o las trancas en los barrios, las serpentinas en altos muros y su electrificación en las viviendas, los vidrios de los vehículos arriba. Serán necesarias varias generaciones, en caso de hacer prevalecer el derecho a la vida, a la libertad, a la paz y la convivencia, para recuperar la confianza, rescatar los espacios públicos y hacer uso de ellos.
Privados de la libertad de estudiar han quedado miles de jóvenes trabajadores al clausurar en numerosos colegios la jornada nocturna. La algarabía juvenil en horas de la noche al término de la jornada desapareció porque los estudiantes también han sido privados de la libertad. También en la universidad se va imponiendo la tendencia a terminar las clases más temprano, evidencia de que el ejercicio de libertad se va restringiendo por temor a las acciones de quienes oficialmente están “privados de libertad” y sus secuaces.
El desafío sigue ahí. Como no se le dio la importancia que exigía y se miró para otro lado, la lucha asumida es un reto descomunal en clave, hoy, de supervivencia; mañana enfilará el camino de la calidad de vida en un ambiente de convivencia armónica, pacífica y solidaridad. ¡Casi nada!