Los dardos, las flechas o los cañonazos, cada quien que califique el tira y tira, han llegado de todos lados, pero es significativo que en las últimas horas han comenzado a distanciarse de la agitación y la violencia tras la identificación por las autoridades. No es que con ello se hayan convertido, milagrosamente, en defensores del mejoramiento del sistema educativo, cuyos logros cuantitativos durante los tres últimos años son incuestionables, sino que se repliegan a la defensiva.
Falta dar otros pasos de avanzada en el mejoramiento de la calidad educativa, aunque la rémora por falta de pupitres, material didáctico y deficientes instalaciones educativas siguen siendo utilizadas como bandera para una oposición que refleja el malestar de quienes por años han gozado de privilegios en detrimento de sus deberes y de los derechos de los estudiantes.
El desempeño de las labores educativas, que han recibido reconocimiento internacional, ha favorecido la confianza de países cooperantes, que han iniciado su contribución para la dotación de medio millón de pupitres, “dolor de cabeza de hace muchos años”. El próximo mes llegarán a los centros educativos más necesitados para luego continuar en todos aquellos otros en los que el problema no es tan angustiante.
Más allá de lo material o del cumplimiento de la jornada educativa anual, los cambios son más profundos, pues solo con el incremento del nivel educativo, con la universalización en la primaria y secundaria, con un significativo aumento de egresados universitarios podremos aspirar en Honduras al progreso para dejar de ser miembros eternos del nada honorable club de países en vías de desarrollo.
Disciplina, educación y trabajo son los tres pilares sobre los que se han elevado los países calificados de “emergentes”, es decir, en camino, más o menos avanzado, de progreso y prosperidad. Cercenar los esfuerzos, anular iniciativas o desviar atención de los verdaderos problemas del sistema de educación pública es atentar contra las familias hondureñas más necesitadas, pues, incluyendo a dirigentes magisteriales, la educación en centros privadas es para quienes pueden pagar, aunque sea con grandes sacrificios, con tal de que los hijos “triunfen” en la vida.
Quienes resienten la pérdida de las épocas de bonanza al amparo del presupuesto nacional enfilaron baterías y hasta presagiaron la caída del titular de Educación. La respuesta ha sido contundente: “Los buenos ministros se quedan conmigo”.