19/05/2024
12:55 PM

Polarización infértil

Sergio Banegas

La sociedad hondureña vive desde hace más de una década, en un desierto infértil de polarización partidaria política; ni siquiera es opción llamarle “polarización ideológica” pues las ideas son las grandes ausentes, los argumentos científico-políticos no existen en nuestro entorno, y los distanciamientos están concatenados a intereses de poder y no de país.

Ya venia en ciernes el debilitamiento de las bases democráticas hasta que el primer embate del año 2009 puso en evidencia que la vida democrática nuestra es papel mojado, el golpe de Estado de junio de ese año lastró las instituciones gubernamentales mostrando la debilidad absoluta del sistema.

Luego el fraude magnánimo y reelección ilegal del usurpador en el año 2017 terminó de fundir a doña democracia en el olvido, sin posibilidades mínimas de salir del pozo del enclaustramiento que limita cualquier intento de sobrevivencia.

Y el panorama es aún más desalentador en la actualidad, el Gobierno y el BOC con sus patéticas posiciones solo generan incertidumbre sombría apagando toda lumbre de un mañana mejor.

Una de las cualidades de todo Estado de derecho y, por ende, de toda sociedad que realmente avanza en los índices de desarrollo humano es que la estabilidad política es una constante y no una excepción, ejemplos sobran aun en nuestro continente de países que han logrado construir a base de plataformas de justicia y seguridad social el escenario para que el ciudadano tenga confianza en sus gobernantes.

No así en nuestras honduras, aquí todos enarbolan sus flechas ardientes para ajusticiar al adversario, las famosas mesas de negociación son en esencia reparticiones de tajadas del pastel y a su vez, pactos de impunidad que protegen sus leoninos intereses; estamos en crisis permanentes, incendios voraces que no permiten ni siquiera intento de salir.

En ese contexto la polarización infértil no permite que lleguemos a las praderas de la tierra prometida, más al contrario, el sol candente del desierto es el hábitat de los escorpiones y serpientes que inhabilitan los pies de la endeble democracia.