08/05/2024
12:11 AM

Cuando las pequeñeces crecen

Emilio Santamaría

Corría el año de 1152, el rey Luis VII de Francia se casó con Eleanor, hija de un duque francés. De acuerdo a las costumbres de la época, el rey recibió de su esposa, como dote, dos provincias en el sur de Francia. Cuando regresó de una de las cruzadas el rey se había afeitado la barba, y la esposa hizo un gran coraje por ello. Le suplicó que se la dejara crecer de nuevo, pero él se negó repetidamente. El disgusto de ambos dio origen a las más fuertes discusiones y el matrimonio fracasó. Eleonor se divorció de él. Pasó un tiempo y la guapa hija del duque francés, contrajo un nuevo matrimonio, esta vez con Enrique II de Inglaterra. Y por supuesto demandó la devolución de sus dos provincias para entregarlas a su nuevo marido. El rey Luis se negó a entregarlas. Entonces Inglaterra le declaró la guerra a Francia para recuperarlas por la fuerza.

¿Cuánto duró este conflicto? La historia lo recogió con el nombre de “La guerra de las barbas”, y nos dice que duró ¡301 años! Dejó cientos de heridos, mutilados y muertos en los dos bandos. Imagínese usted, cientos de jóvenes peleando por un motivo del que no tenían la más mínima idea. Y todo ello había comenzado con una disputa por una barba rasurada. Finalmente la paz fue declarada en 1453, después de la Batalla de Rouen.

¿Cosas de aquella lejana época? Por supuesto que no. Hoy en día tenemos muchos ejemplos de conflictos en los hogares, las empresas y en las calles. Sí, cuando las pequeñeces crecen, la respuesta puede ser desproporcionada. Una contestación fuera de tono, interpretada como una agresión insoportable; una pregunta que obtiene el silencio por respuesta y que enfurece al preguntador; una mala mirada que se interpreta como un acto hostil horrendo. Todo ello puede llegar a dar lugar a una guerra interpersonal de difícil pronóstico.

¿Se evitaría todo ello con una sencilla pero poderosa dosis de tolerancia? Revestirnos de paciencia, que es la ciencia de la paz , logrará evitar esos desenlaces violentos tan indeseables como comunes hoy en día. LO NEGATIVO: Dejar que las pequeñeces crezcan en nuestra intolerancia. Y sufrir las consecuencias.

LO POSITIVO: Tener el sentido común suficiente para ver esas pequeñeces en su verdadera dimensión.

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