Las lágrimas que puedan brotar de los ojos de las personas que hoy día están en el gobierno al escuchar las historias de aquellos niños que han logrado llegar a los Estados Unidos en su búsqueda por una forma de vida, son lágrimas de hipocresía porque esas historias se conocen desde hace más de dos décadas, que era cuando se podía encontrar una fácil solución al problema que hoy pareciera constreñir el alma de algunas personas. El penoso fenómeno de los niños emigrantes fue denunciado por Casa Alianza hace más de 20 años, pero nunca hubo voluntad política de parte de gobierno alguno.
La razón que obliga a los niños migrantes a emprender el peligroso viaje es la certeza de morir por hambre o violencia en caso de permanecer en sus hogares destruidos por la miseria, y que mató a sus padres o los obligó a emigrar, es la desesperanza en un futuro prometido que nunca se cumplió. Hacer el viaje pone en riesgo su vida, pero hay esperanza en lograrlo, quedarse implica resignarse a morir.
En el viaje morirán o serán esclavizados más de un 70% de los niños migrantes. Nunca llegarán a su destino porque serán presa de buitres que los están esperando en Guatemala o México para abusar de ellos sexualmente, obligarlos a ingresar a organizaciones criminales que operan impunemente, o matarlos para intimidar a los demás. Son niños indeseados en todos lados, son los niños de nadie.
Hace dos décadas se podía corregir las condiciones que los obligaban a migrar, pero nadie lo hizo. Comenzamos a conocer de su reclutamiento por las maras locales, cuando los criminales apenas comenzaban a usar “chimbas”, ahora utilizan AK47, ahora cuentan con un mejor presupuesto y están mejor organizadas que la policía.
El gobierno actual desea re-potencializar la fuerza aérea, ignorando que el enemigo no está en los aires, está acá en tierra, se encuentra en todas las ciudades, pueblos y caseríos de Honduras, nuestro enemigo es la corrupción de los empleados públicos, el abandono de la población, la falta de educación, la desesperanza, el engaño del que somos objeto cada 4 años.
No necesitamos gastar miles de millones de lempiras en comprar aviones, si queremos detener las narco avionetas esperémoslas en tierra, después de todo, todo avión que sube tiene que bajar, y si baja en territorio hondureño puede perfectamente ser esperado por una fuerza terrestre que es más eficiente y más económico. Pero insistimos, el enemigo no está en el aire, está entre nosotros y es fácil de identificar. Si toda la población los conoce y sabe dónde están, ¿cómo es que no lo sabe la policía?
Re-potencialicemos nuestro compromiso social apoyando a los campesinos de todas las comunidades, apoyemos a nuestros jóvenes recién egresados de los colegios y universidades, ofrezcámosles un futuro a nuestros niños, pues es nuestra responsabilidad, son los niños de Honduras, los niños de todos nosotros. Dejemos de ver con indiferencia hacia los cielos, dejemos de pensar en aviones y comencemos a pensar, en serio, en nuestros niños.