07/09/2024
07:50 PM

'Sadam Husein merecía mil veces la muerte, pero fue valiente”

Bagdad, Irak.

Un busto de Sadam Husein con la cuerda que lo ahorcó alrededor del cuello preside la oficina de Muafak al Rubaie, testigo de los últimos instantes del exdictador iraquí ejecutado el 30 de diciembre de 2006.

Este exconsejero de seguridad nacional considera que Sadam Husein merecía mil veces la muerte, pero reconoce que fue valiente en los últimos momentos de su vida.

“Tenía un aspecto normal y estaba relajado, no he visto ninguna señal de miedo. Claro que a algunos les gustaría que dijese que se derrumbó o que estaba drogado, pero esta es la verdad histórica”, cuenta a la AFP en su oficina de Kadmiya, en el norte de Bagdad, cerca de la cárcel donde se produjo la ejecución.

“¿Era un criminal? Lo era. ¿Un asesino? Cierto. ¿Un carnicero? Cierto. Pero fue fuerte hasta el final (...) No escuché un ápice de arrepentimiento de su parte, no le escuché implorar misericordia a Dios, o pedir perdón”, dice.

Presidente de 1979 hasta la invasión estadounidense en 2003, Sadam Husein fue condenado y ejecutado por crímenes contra la humanidad por la muerte de 148 chiitas en Dujail en 1982.

Aunque su presidencia estuvo marcada por una represión brutal, con guerras devastadoras y sanciones internacionales, algunos iraquíes, en particular los sunitas, lo defienden, sobre todo por los períodos de estabilidad que no han vuelto a ver desde su caída.

Más allá de las fronteras iraquíes, algunos árabes tienen en alta estima a este hombre que libró una guerra contra Irán (1980-1988), plantó cara a Estados Unidos, atacó a Israel (1991) y actuó con dignidad ante la muerte.

Instantes previos

“Estaba esposado y sostenía un Corán”, cuenta Rubaie. “Lo llevé a la sala del juez, que le leyó la lista de los cargos de los que se le acusaba mientras Sadam repetía “¡Muerte a Estados Unidos! ¡Muerte a Israel! (...) ¡Muerte al mago persa!”, recuerda.

Luego lo llevó a la sala donde iba a morir. Como tenía los pies encadenados, hubo que tirar de él para que subiera los peldaños.

Pero justo antes de su muerte, como se vio en un video no autorizado, los testigos lo insultaron gritando “¡Viva el imán Mohamed Baqr al Sadr!” y “¡Moqtada! ¡Moqtada!”, en referencia a un opositor muerto bajo su presidencia y su sobrino, convertido después de 2003 en el jefe de una milicia chiita.

“¿Se comporta así un hombre?”, contestó el exdictador.

Rubaie cuenta que luego levantó la palanca para ahorcar a Sadam Husein, pero, como no funcionó, otra persona, cuya identidad no ha querido precisar, tomó el relevo.

Justo antes de morir, Sadam Husein comenzó a recitar la profesión de fe musulmana: “Soy testigo de que no hay más Dios que Alá y que Mahoma...”. No tuvo tiempo de pronunciar las últimas palabras: “... es su profeta”.

Posteriormente, metimos su cuerpo en un saco blanco y se colocó en una camilla, antes de ser transportado en un helicóptero estadounidense hasta la residencia del primer ministro Nuri al Maliki, en una zona de alta seguridad en el corazón de Bagdad.

Un día soleado

“Recuerdo con claridad que el sol comenzaba a levantarse” mientras el helicóptero sobrevolaba Bagdad, dice Rubaie.

Cuando llegamos, “el primer ministro nos tomó de las manos y nos dijo: ‘Que Dios os bendiga’. Le dije ‘Venga, mírelo’. Entonces le destapó la cara y vio a Sadam Husein”, agrega el exconsejero, que sigue siendo un aliado del jefe del Gobierno.

“Cometió infinidad de crímenes y merecía ser ahorcado mil veces, resucitar y ser ahorcado de nuevo. Pero la sensación, esta sensación es una sensación extraña”, repite Muafak al Rubaie, encarcelado en tres ocasiones bajo el régimen de Sadam Husein. “La muerte llenaba la sala”.

Según Rubaie, la ejecución se decidió después de una videoconferencia entre Maliki y Georges W. Bush, el entonces presidente estadounidense, que le preguntó al primer ministro: ¿Qué va a hacer usted con este criminal?”

“Lo vamos a ahorcar”, declaró Maliki, tras lo cual Bush levantó el pulgar en señal de aprobación, contó.

Al cabo de unos días, frente a la polémica suscitada por el video no autorizado, Bush reconoció que la ejecución tendría que haberse hecho “de forma más digna”. Los dos hijos varones que tuvo Sadam (Uday y Qusay) también fueron abatidos por el ejército estadounidense el 22 de julio de 2003 en Mosul durante la Invasión de Irak. Ambos habían ocupado puestos claves en el Gobierno de su padre y estaban acusados de crímenes contra la humanidad, mientras sus dos hijas se exiliaron en Jordania. La Interpol ha exigido la entrega de una de ellas, Raghad Hussein, acusada de “crímenes contra la vida y la salud”, y de financiar la insurgencia iraquí.