Tras permanecer en 'zozobra' durante varias semanas en las que fue 'retenido' en Honduras tras un crimen que conmocionó al país y gran parte del mundo, el mexicano Gustavo Castro, único testigo del asesinato de la líder indígena Berta Cáceres, reveló por primera vez los detalles de la tragedia al diario español El País.
'Berta no luchó por un río, su trabajo no era local. Murió por algo de lo que todos somos responsables: por la biodiversidad del planeta. No podemos dar la espalda a su causa', dice el ambientalista al exigir justicia por el asesinato de la fundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh).
El mexicano de 51 años contó que arribó a San Pedro Sula el pasado 1 de marzo. Luego se trasladó a La Esperanza, Intibucá, donde tenía planificado impartir un taller a miembros del Copinh.
'Esta casa no es segura'
Castro agregó que se hospedaba en una casa de la organización, sin embargo, la noche del 3 marzo, Cáceres lo invitó a hospedarse en su residencia para que pudiese utilizar el internet. Tras cenar en un restaurante local y visitar a la madre de Berta, los ecologistas se retiraron a descansar. Al llegar al lugar, Castro contó que lo primero que le dijo a la líder indígena fue: 'Berta, esta casa no es segura'.
La casa de Berta Cáceres, donde fue asesinada el pasado 3 de marzo.
|
No se esperaban que yo estuviese ahí. Pensaban que Berta iba a estar sola. Estaba todo planeado, Gustavo Castro, Ambientalista
|
'Reinaba un silencio profundo' en la zona, recordó el mexicano. Ambos se sentaron en el porche a charlar. Castro se echó un par de pitillos y se despidieron para ir a dormir. El ambientalista se acostó con su laptop en la cama para preparar el taller, a eso de las 11:30 p.m. escuchó un ruido. Pensó que algo se había caído en la cocina.
“¡Quién anda ahí!”, gritó Berta
Eran los sicarios, habían entrado por la cocina. Conocían bien la casa, según el mexicano. Uno se dirigió a la habitación de Cáceres. Otro, a la de Castro. “No se esperaban que yo estuviese ahí. Pensaban que Berta iba a estar sola. Estaba todo planeado', agregó. El sicario, sin dejar de apuntar a Castro, miró si había alguien más en la habitación; luego disparó a matar. “Me salvé por una milésima de segundo, sí me hubiese movido un poco antes o después, estaría muerto”, afirmó.
La bala le rozó la oreja izquierda. La sangre comenzó a brotar, al parecer de su cabeza, por lo que el criminal le dio por muerto.
Crímenes
Según la organización Global Witness, 111 activistas medioambientales han sido asesinados entre 2002 y 2014 en Honduras.
|
'Cuando llegué se estaba yendo. Me pedía que avisase por teléfono a su exmarido, pero yo no atinaba a pulsar las teclas. Le decía: ‘Bertita, Bertita, no te vayas’. Pero no duró un minuto, murió en mis brazos', recordó.
El mexicano comenzó a realizar llamadas con el temor de que los asesinos regresaran. El primer amigo tardó más de dos horas en llegar. Luego arribó la policía. Se decretó el secreto del sumario y comenzó la pesadilla para Castro.
Finalmente, pudo viajar a México desde donde continuará colaborando el proceso de investigación por el homicidio de la líder hondureña. Hasta ahora se desconoce a los autores materiales e intelectuales del crimen, que ha causado conmoción a nivel nacional e internacional.