El escenario en varias ciudades de Ecuador es desolador: casas destruidas, postes de luz caídos en las calles y escombros esparcidos por el asfalto, adonde muchos vecinos decidieron pasar la noche, todavía conmocionados por el potente terremoto que sacudió ese país la noche del sábado. Ecuador se encuentra en estado de excepción.
Un terremoto de magnitud 7.8 en la escala Richter arrasó gran parte del país y ha provocado una tragedia aún impredecible. Al menos 272 personas han muerto y 2,527 han resultado heridas. Otras tantas permanecen bajo los escombros. Los equipos de rescate no han logrado llegar a las zonas más afectadas hasta un día después del sismo. “Los daños son graves y tenemos decenas de muertos”, auguró el presidente, Rafael Correa, previendo la tragedia que se avecinaba. Nadie duda que con el paso de las horas la cifra de fallecidos seguirá creciendo.
Pánico
Eran las 18.58 (hora local) cuando la tierra tembló en el noroeste del país, en la provincia costera de Esmeraldas, fronteriza con el sur de Colombia. El terremoto, el más fuerte desde 1979, tuvo una duración de aproximadamente un minuto y afectó sobre todo a seis provincias de la costa ecuatoriana, de sur a norte, se sintió en todo el país y también en Colombia y Perú. El epicentro se produjo en el océano Pacífico a una profundidad de 20 kilómetros, a 28 de la costa ecuatoriana y 173 de la capital, Quito. Casi 200 réplicas, la más fuerte llegó a los 6.1 de intensidad, se han producido desde entonces y se podrían seguir sintiendo en los próximos tres días. La costa, el corazón turístico del país, fue la zona más golpeada, algunos de los lugares más pobres del país, quedaron destruidos. En Pedernales, una pequeña localidad con playas sobre el Pacífico y fuerte actividad turística, las autoridades estimaban entre 300 y 400 muertos. Además una treintena de hoteles se derrumbaron y temen que haya turistas atrapados bajo los escombros.
Y es que se trata de uno de los peores terremotos que ha sufrido América Latina en la última década, después de que en 2007 golpeó a Perú (casi 600 muertos) y en 2010 a Chile (más de 150 fallecidos) y la catástrofe de Haití de ese mismo año, con más de 300,000 muertos.
“Necesitamos medicinas, agua y víveres para ayudar a la gente”, dijo el alcalde Gabriel Alcívar.
En el estadio del pueblo, la Cruz Roja y el Ejército instalaron una carpa de atención a los heridos y recepción de cuerpos, adonde familiares se acercaban a reconocer a sus parientes fallecidos.
Contrarreloj
Pocas horas después del terremoto, el Gobierno decretó la emergencia para las provincias costeras del país: Esmeraldas, Los Ríos, Manabí, Santa Elena, Guayas y Santo Domingo y el estado de excepción para todo el país. Debido a esa decisión, se ordenó que 4,600 policías y 10,000 militares acudan a las zonas de mayor devastación. Los primeros grupos salieron en las últimas horas del sábado, para ayudar con el rescate de las víctimas y dar seguridad ante las denuncias que se hacían, a través de redes sociales, sobre intentos de saqueos especialmente en áreas adonde las pérdidas de los bienes no eran totales.
Los ofrecimientos de ayuda y los mensajes de solidaridad internacional fueron inmediatos. Las autoridades solicitan personal de rescate y tiendas de campaña, por la época lluviosa, otra dificultad más para los afectados.
Grupos de socorristas de El Salvador, Colombia y otros países viajaron ayer a Quito para incorporarse a las labores de rescate.
Solidaridad
Correa, quien anunció la activación de líneas de crédito de contingencia “por cerca de 600 millones de dólares”, dijo que la “prioridad inmediata” es el rescate de las personas entre escombros. Para ello ha destinado a unos 14,000 elementos de las fuerzas de seguridad y contará con ayuda de países como Chile, Colombia, Venezuela y España.
El papa Francisco pidió en su oración del ángelus por los ecuatorianos: “Que la ayuda de Dios y de sus hermanos les dé fuerza y consuelo”, dijo. El secretario estadounidense de Estado, John Kerry, y la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, entre otros, expresaron su solidaridad y voluntad de ayudar a un país que intenta resurgir de los escombros.