Cuando Donald Trump se postuló a la Presidencia de EUA, todo el mundo se lo tomó a broma, pero el polémico magnate ha demostrado con su hegemonía en las elecciones primarias que su carrera hacia la Casa Blanca va muy en serio.
Una imagen que quizás sintetiza, de forma un tanto despiadada, el sentir general que suscitó Trump al lanzar el pasado 16 de junio en Nueva York su campaña por el Partido Republicano es la portada que publicó al día siguiente el periódico neoyorquino 'Daily News'.
A toda página, el diario mostraba una foto del multimillonario, de 69 años, con una nariz roja postiza de payaso adosada al rostro, junto a un enorme titular que rezaba: 'Un clown (payaso) se postula para presidente'.
El magnate inmobiliario oficializó su órdago electoral en un estrambótico discurso en su rascacielos de la Quinta Avenida, donde se presentó como un adalid de la incorrección política, donde llamó 'violadores' a los inmigrantes mexicanos, tildó de 'perdedor' a Barack Obama, y prometió construir un muro en la frontera sur y enviar la factura a México.
La euforia por el magnate ha llegado hasta los más jóvenes.
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Aparte de levantar una polvareda en la comunidad hispana del país por su insulto a los mexicanos, el magnate se convirtió en una mina de oro para cómicos que imitan su voz ronca y sus gestos irreverentes, y dio pie a infinitas chanzas en las redes sociales.
Nueve meses después, la guasa ha mutado en estupor ante un candidato que ha dado un paso de gigante hacia la nominación presidencial con sus victorias en el supermartes, el maratón electoral de ayer en el que doce estados celebraron comicios primarios.
Explotando sus dotes de 'showman', Trump protagoniza mítines en estadios llenos de miles de seguidores que buscan su autógrafo, ríen sus chistes. En esas multitudes suele predominar un perfil: el blanco de clase trabajadora hastiado con el político tradicional, de escasa educación, que se ve como el gran perdedor económico de un país invadido por otras culturas cada vez más desigual y elitista.
El magnate atrae miles de personas a sus actos de campaña, donde los jóvenes ríen de sus chistes y los adultos dejan salir sus frustraciones.
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Harto de los improperios de Trump, Obama echó mano de su sentido del humor para burlarse del magnate en la tradicional cena con los corresponsales de la Casa Blanca el 2011. El presidente proyectó en una pantalla una foto de su certificado de nacimiento en Hawai e instó al empresario a 'volver a centrarse en los asuntos que realmente importan'.
Obama, reelegido en 2012 para un segundo mandato que toca a su fin en enero de 2017, fue más lejos y, con mucha sorna, ridiculizó al magnate diciendo que, con su experiencia en el sector inmobiliario, 'ciertamente aportaría algún cambio a la Casa Blanca'.
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Los votantes de Trump son los de clase media, escasa educación y blancos.
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A continuación, el mandatario expuso una imagen caricaturesca de la residencia presidencial transformada en un casino algo chabacano, con luces de neón, jacuzzi en el jardín y el nombre de Trump visible en una torre.
Sentado en una mesa en el centro de la sala, el magnate, vestido de etiqueta y con una media sonrisa muy forzada, aguantó el chaparrón de carcajadas, aplausos y vítores que le llovió de más de 2.000 invitados.
Cinco años después, Donald Trump ha puesto rumbo a la Casa Blanca y parece empeñado en cumplir el viejo refrán que dice: 'El que ríe el último, ríe mejor...'.
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