Bahariya, a donde viajaban el domingo los turistas mexicanos abatidos o heridos por error por las fuerzas de seguridad egipcias, es uno de los oasis más visitados por los turistas extranjeros en el vasto desierto occidental de Egipto, el desierto Líbico.
Este último se extiende por casi dos tercios del territorio egipcio, del Nilo a la frontera libia de este a oeste y del mar Mediterráneo hasta la frontera sudanesa ede norte a sur.
Numerosos visitantes frecuentan los hoteles del oasis de Bahariya, a más de 300 kilómetros al suroeste de El Cairo. Desde allí, los turoperadores los llevan a recorrer las dunas del desierto blanco y las colinas de cuarcita del desierto negro de los alrededores.
Los turistas también tienen la posibilidad de pasar la noche en tiendas en medio del desierto.
Numerosas embajadas occidentales desaconsejan a los viajeros que visiten estos oasis del desierto occidental. Unas advertencias que se incrementaron desde que un joven croata que trabajaba para una compañía francesa fuese raptado en julio a la entrada de ese desierto, no muy lejos de El Cairo, y al que la rama egipcia del Estado Islámico (EI) aseguró haber decapitado en agosto.
La embajada de Francia situó este oasis en zona anaranjada (desaconsejado salvo por una razón de peso) e incluso roja a medida que se está más cerca de la frontera con Libia, según su sitio de consejos para viajeros.
Los vehículos de la empresa contratada por los turistas mexicanos muertos y heridos en un ataque por error de las fuerzas de seguridad egipcias no tenían licencia ni los permisos necesarios para realizar el recorrido, indicó hoy la portavoz del Ministerio egipcio de Turismo, Rasha al Azaizi.
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Por su parte, el Reino Unido desaconseja estas zonas para cualquier viaje 'que no sea importante'.
El oasis de Bhariya, muy exuberante y rodeado de negras colinas, se extiende por 2.000 kilómetros cuadrados y cuenta con una decena de hoteles.
Si se viene desde El Cairo, es uno de los primeros de una serie de oasis que jalonan el desierto occidental. Bahariya alberga antiguos monumentos de la dinastía faraónica del Imperio Nuevo (entre el 1550 y el 1000 a.C aproximadamente), principalmente hermosas tumbas pintadas de notables locales, según la Enciclopedia Universalis.
En las épocas ptolemaica y romana, la región vivió un aumento de la actividad, como atestigua el templo construido en honor de Amon-Ra, bajo el reinado de Alejandro Magno.