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Migrantes hondureños, víctimas de la cacería mexicana

  • 22 junio 2015 /

Los migrantes del Triángulo del Norte denuncian la violencia policial de la que son víctima en México.

Ciudad de México.

Wilmert muestra afligido su cicatriz en la frente. Ahí, asegura este hondureño, fue donde agentes migratorios de México le dieron el último disparo con una pistola eléctrica, dejándolo casi sin sentido, cuando se resistía a ser detenido en su camino hacia Estados Unidos.

Con redadas en plena calle que hacen que los migrantes corran despavoridos tratando de huir entre la maleza, u operativos para impedir que viajen en el tren de carga conocido como 'La Bestia', México lleva a cabo una persecución sin precedentes a indocumentados, iniciada hace un año cuando EUA declaró la alerta por la llegada a su frontera de una ola de menores no acompañados.

Si no fuera porque los habitantes de Palenque (Chiapas) salieron en defensa de Wilmert y empezaron a grabar con sus celulares cómo un agente le pateaba, probablemente su historia no habría sido denunciada ante las autoridades y este hondureño habría sumado uno más en la abultada lista de centroamericanos deportados de México en el último año.

'Casi me ahogaron, se pasaron. Me dieron muchos disparos con la pistola esa, al final no podía ni caminar y me echaron al suelo y me golpearon salvajemente', explica este campesino de pelo crespo de 35 años, que recibe el apoyo legal del albergue de migrantes de Palenque para solicitar una visa humanitaria por el delito que ha denunciado.

Jose Adán Martínez, otro hondureño de 20 años, también asegura que agentes migratorios lo bajaron del tren con una pistola eléctrica antes de ser deportado por tercera vez, pero no lo denunció por miedo a represalias.

Foto: La Prensa

Los policías mexicanos meten a los indocumentados detenidos en unas camionetas que parecen 'perreras'.
Las perreras de indocumentados

Pero la persecución del gobierno mexicano desde que en julio lanzó el plan Frontera Sur, con el despliegue de 5.000 agentes y una ampliación de los controles migratorios, ha alertado a varias organizaciones internacionales también por un aumento de la represión.

Además de los retenes en carreteras y de detenciones intempestivas en hoteles, buses e incluso hospitales, agentes de migración tienen la instrucción de impedir que los indocumentados sigan su camino subidos a lomos de 'La Bestia', el medio que más usan a pesar de las mutilaciones y los ataques de narcotraficantes ya que tienen pocos pesos en el bolsillo.

Al filo de la medianoche del sábado, agentes del INM, policías federales y estatales y otros hombres sin uniformes pararon un tren con una treintena de migrantes en un camino aislado cerca de Palenque.

'¡Bájense, bájense!', les gritaban los agentes que, saltándose los protocolos, detuvieron a una docena de los jóvenes sin pedirles ninguna identificación y, agarrándoles fuerte del brazo, les metieron en camionetas rejadas conocidas como perreras.

Percatándose de que un equipo de la AFP les estaba grabando, los agentes pedían a los indocumentados que tuvieran 'cuidado', guardaron sus bastones retráctiles y evitaron perseguir a los que desaparecieron entre la vegetación. 'Esto no es nunca así. A golpes se los llevan, los corretean', asegura Alejandro Fernández, que vive al lado de las vías y ha visto varios operativos.

Ante los reiterados operativos de las autoridades mexicanas, los migrantes optan por caminar durante varios días en lugar de abordar el tren.
'Es una cacería de migrantes. Creo que ahorita todos lo estamos viendo así, que este plan consiste en agarrar a migrantes para que no pasen a Estados Unidos', asegura la hermana Nelly, una de las fundadoras del albergue del migrante de Palenque.

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Caminar por días

Debido al incremento de los operativos, los más de 200.000 migrantes -principalmente centroamericanos que huyen de la pobreza y violencia- han optado por hacer buena parte del camino a pie, exponiéndose todavía más a los asaltos, secuestros y violaciones del crimen organizado.

Muchos de ellos duermen exhaustos al ras y acaban con los pies vendados y llenos de ampollas, como Luis Rivera, un joven de 24 años de San Pedro Sula (Honduras) que caminó 116 km en dos días. 'Rezándole a Dios estamos que nos agarre la migra y nos regrese', pedía con el rostro deshecho en sudor el joven.