Mogadiscio, Somalía.
Al menos seis empleados de la ONU en Somalia, incluido un extranjero, murieron este lunes en un ataque de los islamistas shebab contra un autobús de la ONU en la localidad de Garowe (norte), capital de la región semiautónoma de Puntlandia, según la policía.
Cuatro de las personas fallecidas trabajaban para Unicef, anunció el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en un comunicado. Otros cuatro empleados de Unicef, heridos, están en 'estado crítico'. La agencia de la ONU los evacuó.
El jefe de la policía local, Ahmed Abdulahi Samatar, explicó anteriormente que cuatro extranjeros y dos somalíes habían perdido la vida en el ataque y que otras siete personas, dos de ellas extranjeras, habían resultado heridas.
Ninguna de las fuentes precisó las nacionalidades de las víctimas.
El jefe de la misión de Naciones Unidas en Somalia, Nick Kay, condenó el ataque en Twitter, y dijo estar 'conmocionado y espantado por (estos) decesos'. Ni él ni el portavoz de la ONU contactado en Mogadiscio confirmaron el balance aportado por un responsable policial de Puntlandia.
El presidente somalí, Hasan Sheij Mohamud, condenó también este 'ataque brutal' contra 'el futuro del país': apuntando contra Unicef, los shebab atacaron también a los 'niños somalíes', consideró.
Los insurgentes islamistas shebab reivindicaron el ataque. Un portavoz del grupo, Abdulaziz Abu Musab, explicó que al haber apuntado contra los agentes de la ONU había atacado a miembros de las 'fuerzas de colonización de Somalia'.
Según Unicef, el atentado, perpetrado con la ayuda de una bomba casera, se produjo cuando sus empleados cubrían el trayecto entre su domicilio y la oficina. Ese recorrido les suele llevar 'normalmente, tres minutos en coche', precisó la agencia de la ONU.
El autobús, marcado con el logotipo de la ONU, fue arrasado en la explosión.
El jefe de las operaciones humanitarias de la ONU para Somalia, Philppe Lazzarini, dijo el lunes que estaba 'horrorizado' por este nuevo ataque que muestra, según él, 'un menosprecio total y abyecto por la vida'.
Somalia está en estado de guerra civil, sin ningún poder central real, desde la caída del presidente Siad Barre en 1991.
Como los anteriores, el gobierno actual, apoyado por la comunidad internacional, es incapaz de extender su autoridad más allá de la capital y de su periferia.
Los shebab, fruto de una rama de los Tribunales Islámicos que controlaron durante seis meses en 2006 el centro y el sur del país, incluida la capital, Mogadiscio, están desde entonces al frente de la insurrección armada contra el gobierno.
Los insurgentes, aliados de Al Qaida y combatidos en el terreno por la fuerza de la Unión Africana, Amsiom, en la que también participan efectivos de Yibuti, Etiopía, Kenia y Uganda, llevan a cabo ataques en el país para tratar de derrocar al gobierno pero también en países vecinos, como Kenia.
En ese país, el grupo yihadista reivindicó el pasado 2 de abril el ataque contra la universidad de Garissa, en el noreste, donde segregaron a los estudiantes no musulmanes para ejecutarlos, matando a 148 personas, en el que fue su peor ataque hasta la fecha.
En Somalia, los shebab suelen atacar a los responsables gubernamentales, funcionarios, tropas de la Amisom y a empleados de ONG y de la ONU. AFP
Al menos seis empleados de la ONU en Somalia, incluido un extranjero, murieron este lunes en un ataque de los islamistas shebab contra un autobús de la ONU en la localidad de Garowe (norte), capital de la región semiautónoma de Puntlandia, según la policía.
Cuatro de las personas fallecidas trabajaban para Unicef, anunció el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en un comunicado. Otros cuatro empleados de Unicef, heridos, están en 'estado crítico'. La agencia de la ONU los evacuó.
El jefe de la policía local, Ahmed Abdulahi Samatar, explicó anteriormente que cuatro extranjeros y dos somalíes habían perdido la vida en el ataque y que otras siete personas, dos de ellas extranjeras, habían resultado heridas.
Ninguna de las fuentes precisó las nacionalidades de las víctimas.
El jefe de la misión de Naciones Unidas en Somalia, Nick Kay, condenó el ataque en Twitter, y dijo estar 'conmocionado y espantado por (estos) decesos'. Ni él ni el portavoz de la ONU contactado en Mogadiscio confirmaron el balance aportado por un responsable policial de Puntlandia.
El presidente somalí, Hasan Sheij Mohamud, condenó también este 'ataque brutal' contra 'el futuro del país': apuntando contra Unicef, los shebab atacaron también a los 'niños somalíes', consideró.
Los insurgentes islamistas shebab reivindicaron el ataque. Un portavoz del grupo, Abdulaziz Abu Musab, explicó que al haber apuntado contra los agentes de la ONU había atacado a miembros de las 'fuerzas de colonización de Somalia'.
Según Unicef, el atentado, perpetrado con la ayuda de una bomba casera, se produjo cuando sus empleados cubrían el trayecto entre su domicilio y la oficina. Ese recorrido les suele llevar 'normalmente, tres minutos en coche', precisó la agencia de la ONU.
El autobús, marcado con el logotipo de la ONU, fue arrasado en la explosión.
El jefe de las operaciones humanitarias de la ONU para Somalia, Philppe Lazzarini, dijo el lunes que estaba 'horrorizado' por este nuevo ataque que muestra, según él, 'un menosprecio total y abyecto por la vida'.
Somalia está en estado de guerra civil, sin ningún poder central real, desde la caída del presidente Siad Barre en 1991.
Como los anteriores, el gobierno actual, apoyado por la comunidad internacional, es incapaz de extender su autoridad más allá de la capital y de su periferia.
Los shebab, fruto de una rama de los Tribunales Islámicos que controlaron durante seis meses en 2006 el centro y el sur del país, incluida la capital, Mogadiscio, están desde entonces al frente de la insurrección armada contra el gobierno.
Los insurgentes, aliados de Al Qaida y combatidos en el terreno por la fuerza de la Unión Africana, Amsiom, en la que también participan efectivos de Yibuti, Etiopía, Kenia y Uganda, llevan a cabo ataques en el país para tratar de derrocar al gobierno pero también en países vecinos, como Kenia.
En ese país, el grupo yihadista reivindicó el pasado 2 de abril el ataque contra la universidad de Garissa, en el noreste, donde segregaron a los estudiantes no musulmanes para ejecutarlos, matando a 148 personas, en el que fue su peor ataque hasta la fecha.
En Somalia, los shebab suelen atacar a los responsables gubernamentales, funcionarios, tropas de la Amisom y a empleados de ONG y de la ONU. AFP