Suruc, Turquía.
'Nos suplicó que lo matáramos para ir al paraíso y beneficiarse de todas las recompensas', cuenta Cuneyt Hemo, quien se cruzó hace diez días con uno de los tan temidos yihadistas del Estado Islámico (Isis), que asedian la ciudad kurdosiria de Kobane.
Pese a los combates encarnizados, este comerciante kurdo de 33 años esperó hasta la semana pasada para refugiarse en la vecina Turquía. 'Capturamos a uno en la calle', dijo Hemo. 'Venía de Azerbaiyán, tenía unos
20 años y nos habló en árabe'.
Ese día, su prisionero era barbudo y 'olía muy mal', describe con una sonrisa. Contó a sus guardias -explica Hemo- que había venido a Kobane para 'librarles del 'kufur'', o incredulidad.
'Sin miedo a morir'
Para demostrarle que practicaban la misma religión que él, los combatientes de las YPG se lo llevaron a una mezquita de la ciudad, entre ráfagas de Kalashnikov y de disparos de mortero. Los esfuerzos de sus carceleros fueron en vano, añade Hemo. El yihadista se mantuvo en sus trece.
'Intentamos en vano que razonara, no quiso saber nada de ello', sostiene el comerciante kurdo. 'Dijo y repitió que éramos infieles y que él quería ir al paraíso para encontrar a las 40 mujeres que le prometieron'.
Incluso cuando los combatientes de las YPG le ofrecieron bebida y comida, el azerbaiyano lo rechazó con obstinación. Aseguró que si conseguía huir volvería al combate y estaba dispuesto a seguir los pasos de sus 'hermanos' kamikazes.
Cuneyt Hemo confiesa que sigue sin entender la obstinación del yihadista, su indiferencia por la vida. 'Nos dijo varias veces: 'Me alegro por mis hermanos muertos porque se han convertido en mártires, quiero unirme a ellos en el paraíso''. El habitante de Kobane asegura que los combatientes de las YPG tenían la intención de guardar al yihadista como prisionero, pero no pudieron ante su ofuscamiento y, sobre todo, debido a las atrocidades cometidas por el grupo Isis contra los civiles.
Veinticuatro horas después de la captura, el yihadista fue ejecutado. 'De todas formas, le habían hecho un lavado de cerebro' y 'no tenía miedo a morir', concluye, casi disculpándose.
'Nos suplicó que lo matáramos para ir al paraíso y beneficiarse de todas las recompensas', cuenta Cuneyt Hemo, quien se cruzó hace diez días con uno de los tan temidos yihadistas del Estado Islámico (Isis), que asedian la ciudad kurdosiria de Kobane.
Pese a los combates encarnizados, este comerciante kurdo de 33 años esperó hasta la semana pasada para refugiarse en la vecina Turquía.
Lea más: Murió el combatiente más joven del Estado Islámico
Lea más: Quinceañeras se unen a Isis, las embarazan y hoy anhelan volver
Ese día, su prisionero era barbudo y 'olía muy mal', describe con una sonrisa. Contó a sus guardias -explica Hemo- que había venido a Kobane para 'librarles del 'kufur'', o incredulidad.
'Sin miedo a morir'
Para demostrarle que practicaban la misma religión que él, los combatientes de las YPG se lo llevaron a una mezquita de la ciudad, entre ráfagas de Kalashnikov y de disparos de mortero.
'Intentamos en vano que razonara, no quiso saber nada de ello', sostiene el comerciante kurdo. 'Dijo y repitió que éramos infieles y que él quería ir al paraíso para encontrar a las 40 mujeres que le prometieron'.
Incluso cuando los combatientes de las YPG le ofrecieron bebida y comida, el azerbaiyano lo rechazó con obstinación. Aseguró que si conseguía huir volvería al combate y estaba dispuesto a seguir los pasos de sus 'hermanos' kamikazes.
Cuneyt Hemo confiesa que sigue sin entender la obstinación del yihadista, su indiferencia por la vida. 'Nos dijo varias veces: 'Me alegro por mis hermanos muertos porque se han convertido en mártires, quiero unirme a ellos en el paraíso''.
Veinticuatro horas después de la captura, el yihadista fue ejecutado. 'De todas formas, le habían hecho un lavado de cerebro' y 'no tenía miedo a morir', concluye, casi disculpándose.