Medellín, Colombia
Ante más de un millón de fieles en Medellín, el papa Francisco lanzó ayer un fuerte llamado a la Iglesia a renovarse, dejar el confort e involucrarse en la reconciliación en países como Colombia, que han sido castigados por la violencia.
El jefe del Vaticano, que desde el inicio de su pontificado en 2013 ha promovido un clero más cercano a los pobres, hizo un nuevo llamado de atención a la Iglesia desde Medellín, una ciudad de profundas raíces católicas y otrora capital mundial del narcotráfico.
“Ahora también la Iglesia es ‘zarandeada’ por el Espíritu para que deje sus comodidades y sus apegos. La renovación no nos debe dar miedo”, dijo Francisco en la tercera misa multitudinaria que oficia en el marco de una visita de cinco días que concluirá hoy en Cartagena.
El papa agregó que los sacerdotes y jerarcas eclesiásticos son “interpelados” por un “clamor de hambre y justicia”, y que en Colombia además se espera que se comprometan en la reconciliación de una nación lacerada por medio siglo de enfrentamiento armado con millones de víctimas entre muertos, desaparecidos y desplazados.
En su agenda de ayer estaba un acto con unos 12,000 religiosos en la plaza de toros La Macarena, donde en febrero de 1991 una bomba instalada por orden del capo Pablo Escobar dejó decenas de muertos y heridos. Francisco los instó a centrarse en la evangelización y que se abstengan de lucrar y beneficiarse materialmente con su ejercicio religioso. “No podemos aprovecharnos de nuestra condición religiosa y de la bondad de nuestro pueblo para ser servidos y obtener beneficios materiales”, dijo el pontífice argentino.
“Las vocaciones de especial consagración mueren cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas por la búsqueda de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la motivación es ‘subir de categoría’, apegarse a intereses materiales, que llega incluso a la torpeza del afán de lucro”, agregó.
El jerarca de 80 años, que fue recibido con vítores y por un coro, hizo un llamado para que los “hombres y mujeres” de la Iglesia no caigan en actos de “corrupción”.
“El veneno de la mentira, el ocultamiento, la manipulación y el abuso al pueblo de Dios, a los frágiles y especialmente a los ancianos y niños no pueden tener cabida en nuestra comunidad”, señaló.