'Dejas que te alcance a ti, no tú a ella'. Cuando La Bestia se asome entre la vegetación, con su estruendoso silbido, la subida de adrenalina no puede hacer que pierdas de vista el procedimiento, en el que los segundos son preciosos. Un error puede resultar mortal.
Antes de que el tren llegue, hay que empezar a correr. Unos veinte metros, tomando velocidad, echando rápidas miradas hacia atrás para saber cuál será el vagón al que hay que subir. Y una vez esta te alcance, toca aferrarse firmemente a los escalones.
Las dos consignas de la Bestia son: 'No te duermas' y 'no te fíes de nadie'.
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Fredy Naún Hernández, un hondureño que por experiencia conoce bien el modo de subir a La Bestia, la red de trenes de carga que miles de migrantes utilizan como modo de transporte para atravesar México rumbo a Estados Unidos, viaja ligero.
En su mochila hay sitio para una prenda de abrigo, una manta -'en las madrugadas se siente bien helado'- y unos pocos objetos de aseo personal. No lleva ningún recuerdo de su familia. 'Todo en el corazón', dice con una sonrisa.
Es la tercera vez que Fredy intenta completar el viaje desde su Honduras natal hasta EUA. La última vez lo detuvieron en Texas, tras cruzar las aguas del Río Bravo (llamado Grande en EUA).
Ahora, acompañado de su primo Miguel Ángel, dice que subir a La Bestia es 'un juego de azar, como una ruleta rusa'.
Las patronas repartes botellas de agua, y raciones de frijoles, arroz o latas de atún.
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En el pequeño albergue de Las Patronas, en el oriental estado de Veracruz, donde un mural de la geografía mexicana plasma las arterias de La Bestia recordando que 'los sueños también viajan', Fredy relata a Efe cuáles serán sus próximas paradas: Ciudad de México, San Luis Potosí, Saltillo y Nuevo Laredo, desde donde cruzará la frontera para llegar a Laredo, en Texas.
Buena parte de los migrantes que cada año recorren México - Amnistía Internacional calcula que unos 400.000 al año- suben al tren carguero en Tenosique (Tabasco) o Tapachula (Chiapas).
Los puntos a los que llegan estas personas, en su mayoría procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador, una vez alcanzan la frontera del norte son diversos, dependiendo de si optan por la ruta del Pacífico (oeste), la central o la del Golfo (este).
En Tijuana está el muro con EUA, Nogales es sinónimo de duras jornadas en el desierto y el este implica cruzar el Río Bravo.
Los migrantes optan por subir a la Bestia para acortar su recorrido hacia EUA.
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Los caminos que recorren los migrantes pueden llegar a sumar 3.000 kilómetros; la ruta del Golfo, que finaliza en el estado de Tamaulipas, es la más rápida y la más peligrosa, por la presencia de grupos del crimen organizado.
La opción de La Bestia no es la única para atravesar México. Aunque Fredy siempre ha hecho la ruta en tren, reconoce que el autobús es un transporte mucho más seguro. '¿Quién te va a asaltar en el bus?', reflexiona.
Pero 'siempre que vas a comprar un boleto de autobús tienes que tener la identificación', por lo que se arriesga una detención, explica.
Subidos durante días al techo del tren o en los espacios entre vagones, los migrantes de La Bestia apenas descansan. 'Dormimos en la orilla de la vía, tendemos una cobija ahí, nos tumbamos y eso es todo (...) y muchas veces en el tren, ayer veníamos durmiendo en el tren', dice Fredy.
Unos 400 mil inmigrantes viajan cada año sobre los lomos de la Bestia hacia EUA, según Amnistía Internacional.
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Si hay algo que quite el sueño, además del riesgo de las caídas -por las que muchos migrantes han sufrido mutilaciones o han muerto- es la incertidumbre de quién puede subir al tren o si habrá un control migratorio sorpresa.
Fredy cuenta que en ocasiones hay retenes de agentes del Instituto Nacional de Migración en mitad de la noche. En el último, una joven se cayó de La Bestia y falleció.
Las autoridades mexicanas han reforzado la vigilancia fronteriza con el Plan Frontera Sur, presentado en 2014. Ese mismo año, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, dijo que el Ejecutivo iba a emprender acciones para que los migrantes no viajaran en el tren, por el riesgo que supone el trayecto, en el que los descarrilamientos son frecuentes. Pese a eso, los migrantes no han dejado de encaramarse a La Bestia.
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Los frecuentes asaltos a manos de grupos armados hacen que sea fácil que un migrante pierda sus ahorros mucho antes de llegar a destino. Para pagar los servicios de los 'coyotes', algunos se ven forzados a hacer trabajos para miembros del crimen organizado.
En el camino, los migrantes también se encuentran con ángeles como las Patronas, una docena de mujeres de la comunidad de Guadalupe -en el municipio veracruzano de Amatlán de los Reyes- que desde 1995 están dedicadas a dar alimento y bebida a los que viajan en La Bestia. Más tarde, comenzaron a acoger a aquellos que querían hacer un alto en el camino.
Las Patronas cuentan con voluntarios que les ayudan a acudir veloces cuando La Bestia resopla a lo lejos.EFE