El barrio Olímpico de la ciudad colombiana de Mocoa cuenta con un polideportivo, calles embarradas, una gran estación de Policía y, desde hace unos días, un refugio lleno de voluntarios que reciben, dan tratamiento y cuidan a los animales que sobrevivieron a la avalancha que asoló la localidad.
El albergue animal lo han improvisado los voluntarios tras la estación y por él pululan perros, gatos, curiosos, sobrevivientes buscando a sus mascotas y una docena de policías que colaboran con su mejor voluntad para acomodar a los animales.
“Tenemos unos 80 animales entre perros y gatos, pero el listado de animales (va creciendo) porque (todavía) van ingresando y la idea es tenerlos por un tiempo para garantizar su calidad de vida, así como brindar seguridad médica veterinaria”, comenta Rosa Guerrero, responsable logística del lugar y miembro de la Fundación Arca.
El punto de acogida para animales lo ubicaron el mismo sábado, horas después de que la fuerza de los ríos Mocoa, Sangoyaco y Mulato, se llevara por delante buena parte de la ciudad y causase la muerte a más de 300 personas, además de damnificar a más de 1,500.
Muchos de ellos viven ahora en refugios temporales, donde por razones de higiene, seguridad y logística no pueden estar sus mascotas que las esperan pacientemente y saltan de alegría cuando vienen a visitarlos.
Entre las labores que ya han realizado estos voluntarios está la de vacunar a los animales, pero Guerrero asegura que necesitan “frazadas para brindar atención en las noches, medicinas, antibióticos y antidiarreicos”, además de comida y agua para los animales.
La mayoría de ellos son perros, entre ellos una camada completa que se alimenta de una hembra que dio a luz recientemente. La madre perdió a todos sus hijos menos a uno y un vecino encontró a otros cuatro cachorros.
Ahora esa joven madre, a modo de loba capitolina, alimenta a su propio hijo y otros cuatro adoptivos que, además, le ayudan a superar su mastitis.
“Es importante (ayudar a los animales) porque son seres vivos, son seres que sienten y también padecen dolor. La avalancha los golpeó, los alejó de sus hogares así como también los puso en un punto vulnerable en el que no hay nadie pendiente de ellos”, agrega Angela Hidalgo, una de los cinco veterinarios voluntarios.
El albergue animal lo han improvisado los voluntarios tras la estación y por él pululan perros, gatos, curiosos, sobrevivientes buscando a sus mascotas y una docena de policías que colaboran con su mejor voluntad para acomodar a los animales.
“Tenemos unos 80 animales entre perros y gatos, pero el listado de animales (va creciendo) porque (todavía) van ingresando y la idea es tenerlos por un tiempo para garantizar su calidad de vida, así como brindar seguridad médica veterinaria”, comenta Rosa Guerrero, responsable logística del lugar y miembro de la Fundación Arca.
Los médicos están pendientes de las enfermedades zoonóticas, o sea, las que se transmiten de animales a humanos.
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Muchos de ellos viven ahora en refugios temporales, donde por razones de higiene, seguridad y logística no pueden estar sus mascotas que las esperan pacientemente y saltan de alegría cuando vienen a visitarlos.
Entre las labores que ya han realizado estos voluntarios está la de vacunar a los animales, pero Guerrero asegura que necesitan “frazadas para brindar atención en las noches, medicinas, antibióticos y antidiarreicos”, además de comida y agua para los animales.
La mayoría de animales rescatados son perros y gatos. Los veterinarios los vacunan, bañan y curan sus lesiones.
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Ahora esa joven madre, a modo de loba capitolina, alimenta a su propio hijo y otros cuatro adoptivos que, además, le ayudan a superar su mastitis.
“Es importante (ayudar a los animales) porque son seres vivos, son seres que sienten y también padecen dolor. La avalancha los golpeó, los alejó de sus hogares así como también los puso en un punto vulnerable en el que no hay nadie pendiente de ellos”, agrega Angela Hidalgo, una de los cinco veterinarios voluntarios.
Al refugio todos los días llegan a dejar perros que han rescatado de la zona arrasada por la avalancha que mató a más de 100 personas.
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