28/12/2024
02:37 AM

Edson, el joven hondureño abandonado en Atlixco, México

Junto con su hermana y otros centroamericanos, busca alcanzar el sueño americano.

Puebla, México

El menor de edad Edson y su hermana, así como otros siete hondureños, fueron abandonados por unos “polleros” o más conocidos como 'coyotes' desde hace un mes, por lo que ahora piden dinero en la calle para llegar a su siguiente destino Perote. Ahí pretenden subirse a La Bestia y alcanzar su sueño americano.

El hondureño Edson viaja con su hermana, quien recien cumplió la mayoría de edad. Junto a ellos iban 19 indocumentados, pero ahora no saben del resto.

Sin comida y un lugar donde dormir pasan con la angustia de que no se encuentran ni a la mitad del camino, así es su vida desde que fueron abandonados en la región.

Tras preguntar se enteraron que pueden llegar a Perote o a Tehuacán, pero hay un problema, el costo de los pasajes. No tienen ni siquiera para comer, pero tampoco quieren regresar a Honduras donde cada vez es más complicado vivir.

Como sucede usualmente aquí en la zona del Valle de Atlixco o de la Mixteca poblana, no hay trabajo, y simplemente no alcanza para vivir dignamente, es por eso que prefieren sortear peligros para cruzar a la unión americana en lugar de plantearse una vida en México.

Los abusos en todo este trayecto son de todo tipo, desde sexuales hasta económicos, y en el peor de los casos pueden terminar en la muerte.

Opciones de los migrantes

Francisco Lira, responsable de la Oficina de Atención al Migrante en Atlixco, dijo que son muy comunes los casos en que los “polleros” abandonan a los centroamericanos al cruzar la frontera en México.

Agregó que la oficina solo puede darles asesoría, inclusive tener un acercamiento con las oficinas de Relaciones Exteriores quienes les darán un boleto de regreso, pero no otra cosa.

Además, a nadie le interesa asentarse en un lugar donde no hay fuentes de empleo.

Luego de saber lo dicho por Francisco Lira, Edson agradeció el intento de ayuda.

Él se despide antes de viajar a otra ciudad, mientras el sudor se siente en sus manos y se ve en su rostro, quizás porque sabe lo difícil que será el camino.