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New York se alista para despedir al hondureño, Rey del Helado

  • 20 septiembre 2014 /

Alfredo Thiebaud llegó a Estados Unidos como inmigrante, fundó una empresa y dio empleo a miles de ilegales.

Nueva York, Estados Unidos

Nueva York llora el fallecimiento de Alfredo Thiebaud, inmigrante hondureño que en las últimas décadas había levantado un pequeño imperio heladero en el sur del Bronx, uno de los barrios más populares e inseguros de esa ciudad.

Thiebaud (74) falleció el viernes al caer y ser atrapado por un portón metálico en su negocio.

La prensa neoyorquina recoge numerosos ejemplos de la labor social de Thiebaud, que nunca dudaba en dar empleo a inmigrantes hondureños que buscaban una oportunidad o en ayudar a familias en apuros.

Un amigo de la víctima, Samuel Rosas, encontró el cuerpo sin vida del empresario y avisó a los servicios de emergencias, según recogió ayer la prensa local.

El forense confirmó más tarde el accidente como causa de la muerte, que se produjo por “una compresión interna del cuello y la parte superior del pecho”.

Rápidamente, decenas de empleados y amigos se reunieron junto a la sede de Delicioso Coco Helado, la empresa fundada por Thiebaud en los 70, para rendirle homenaje.

Las reacciones de todos los estamentos de la ciudad no han dejado de llegar desde entonces, destacando la contribución del empresario al desarrollo del Bronx.

“Don Alfredo era una buena persona y ayudaba a todo el mundo”, dijo un hombre.

“Hoy y mañana lo tenemos en el corazón. Realmente nunca lo vamos a olvidar”.

El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, aseguró en su cuenta de Twitter que la ciudad ha perdido “una parte de su tejido cultural” con la muerte de Thiebaud y otros responsables políticos, como el presidente del distrito del Bronx, Rubén Díaz Jr., acudieron al barrio para honrar su memoria.

En su edición de ayer, el prestigioso diario The New York Times destaca cómo Thiebaud permaneció en el sur del Bronx mientras casi todo el que podía abandonaba un barrio golpeado duramente por la pobreza y la violencia.

Allí construyó un pequeño imperio en el que empleó a decenas de personas, que fabricaban y vendían los populares helados -al principio solo de coco y luego de más sabores- por las calles del Bronx.

“Cuando una persona de cierta edad se va a dormir pensando en el verano, se despierta con el sabor de los ‘coquitos’ de Alfredo en la lengua”, dijo a The New York Times Paul Lipson, consultor y amigo cercano a la familia Thiebaud.

“A la gente que veníamos de afuera nos abría camino”, agregó Lipson.

Agarren este carro, agarren hielo, agarren el helado: ese era nuestro padre pa’ nosotros”, dijo una mujer.

Está previsto que su funeral se celebre el lunes y que su cuerpo sea enterrado el próximo martes.

Su vida

Según The New York Times, Thiebaud construyó una flota de carretillas de mano y vendió helados que se convirtieron en sinónimo del verano.

Aunque fundó su próspera empresa familiar, Delicioso Coco Helado, seguía siendo un hombre modesto y trabajador que daba trabajo a otros inmigrantes y a menudo donó sus helados para fiestas del barrio. Sus amigos dicen que era conocido porque a nadie nunca le dijo que no.

Aunque el negocio del helado creció, dijeron, él continuó trabajando en la fábrica todos los días y a los vendedores les preguntaba cómo les había ido. Bromeaba con ellos o jugaba a las cartas. Solía alquilar un camión para llevar a los vendedores al Desfile Nacional Puertorriqueño a lo largo de la Quinta Avenida.

Él estaba con ellos, empujando su propio carrito de helados. Thiebaud era muy cercando a su familia y cada Día de la Madre viajaba a Honduras a visitar a su madre.