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Hondureño abandona su sueño de llegar a EUA por el Río Grande

  • 05 julio 2014 /

A pocos metros de ese sueño, en Reynosa (México), solo separado por el caudaloso río Grande, Bryan, María y Robyn esperan su turno para escapar hacia McAllen (Texas).

Texas, México

Los meandros de Río Grande dibujan la frontera entre Estados Unidos y México como los contornos de piezas de puzzle y hacen que Bryan, a sus 14 años y a pocos pasos de la orilla, se encuentre rodeado por un sueño americano que para miles como él parece imposible.

Ver especial multimedia: Niños llegan solos a la frontera de EUA

A pocos metros de ese sueño, en Reynosa (México), solo separado por el caudaloso río Grande, Bryan, María y Robyn esperan su turno para escapar hacia McAllen (Texas), una ciudad que como cualquier otra de Estados Unidos celebra hoy con un espectáculo de fuegos artificiales el Día de la Independencia.

'Tan lejos, pero a la vez tan cerca', dijo María a Efe, una hondureña que vigila de reojo un bebé de un año que gatea por el dormitorio para mujeres de Senda de la Vida, un albergue gestionado por el pastor Héctor Silva en una colina a la orilla sur del río Grande, en esta localidad fronteriza.

Bryan, el más joven de todos, llegó hace unos días a los bancos del río Grande, viajó desde Honduras a Reynosa en manos de los 'coyotes', un periplo que le llevó durante un mes por trenes y camionetas y que le obligó a dormir al raso u oculto en almacenes.

Pero hoy su sueño llegó a su fin. Bryan fue al Instituto Tamaulipeco de la Migración para hacer una llamada gratuita de tres minutos y su madre le dijo que busque una manera de volver.

'Ni modo, no hay con qué, me regreso a Honduras', lamentó el menor, quien dejó entrever que la familia no tiene más dinero para seguir financiando su viaje, mientras buscaba asiento lejos de los demás jóvenes inmigrantes, mayores que él.

Otros tres niños de 9, 10 y 13 años también decidieron abandonar su sueño y se presentaron ante las autoridades mexicanas para que tramiten su proceso de repatriación.

La historia de Bryan es una entre decenas de miles de menores que intentan cruzar a Estados Unidos con la esperanza de quedarse o reunirse con familiares en otras zonas del país.

En lo que va de año fiscal (que comienza en octubre) solo en el sector de Río Grande han llegado 37.621 menores sin compañía de un adulto, un aumento del 178 % que convierte a esta región en la más afectada en toda la frontera sur de Estados Unidos por esta crisis humanitaria.

Las autoridades locales del condado de Hidalgo (Texas) han incrementado la seguridad ante la oleada de nuevas llegadas con más patrullas, torretas de vigilancia y globos aerostáticos con cámaras, pero eso no es suficiente para parar a aquellos que están decididos a cruzar en busca de una vida mejor.

Isabel tiene 50 años y fue deportada a Guatemala, pero eso no evitará que intente aventurarse a las aguas del Río Grande.

'Este paso parece mejor que los tres días de caminada en el desierto, mucho menos peligroso', explicó, mientras se aferraba a un teléfono móvil con el que mantiene contacto con un familiar que la vendrá a recoger cuando la Patrulla Fronteriza la detenga.

Los que llegan al otro lado y son detenidos se enfrentan a varios días en centros de detención temporal cerca de la frontera, las 'hieleras', y posteriormente a un proceso de deportación que se alarga especialmente para los menores o las mujeres con niños.

Las autoridades de Texas se han visto sobrepasadas y han tenido que habilitar centros mejor acondicionados para los menores en otras partes del país, lo que ha motivado las protestas de los habitantes de esas zonas, como pasó en California, donde se bloqueó el paso a los autobuses.

'Estas personas han pasado por un nivel excesivo de abusos, acoso e incertidumbre', explicó un voluntario que atiende a algunos de los inmigrantes que han sido liberados por la Patrulla Fronteriza ante la incapacidad de retenerlos en condiciones adecuadas.

Los que son liberados hacen fila en la estación de autobuses de la ciudad, donde se les provee con un billete de autocar a casa de un familiar o un conocido y una citación para continuar con un proceso de deportación que tiene altas probabilidades de quedar en papel mojado.

Varios voluntarios atienden a familias enteras con caras cansadas y casi sin equipaje. Les dan comida y productos de aseo para que inicien un nuevo viaje en el corazón de Estados Unidos. EFE