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El whisky también siente la crisis de Venezuela

  • 12 agosto 2014 /

La escasez de divisas obliga a cambiar los hábitos y el ron local recupera protagonismo en el mercado de bebidas alcohólicas.

Caracas, Venezuela.

Los vendedores de whisky aseguran que hay una rela­ción directa entre las ventas de este licor y el crecimiento económico. De ser así, el futuro de Venezuela no es muy auspicioso.

Alguna vez el principal merca­do de whisky de América Latina y uno de los seis mayores del mundo, Venezuela ha visto caer las ventas de este licor 30% el año pasado, y se prevé que la tendencia continúe en 2014, según ejecutivos del sec­tor. El país dejó de ser uno de los 10 mayores consumidores del mundo luego de que la alta inflación vol­viera prohibitivos los precios del licor predilecto de los venezola­nos. Mientras tanto, los controles estatales sobre la cotización del bo­lívar han atado las manos de los im­portadores, que no pueden pagar las marcas más conocidas traídas desde Escocia e Irlanda.

Eso, sin embargo, no quiere de­cir que la gente beba menos alco­hol. La economía, que según las previsiones de los analistas de Wall Street se dispone a entrar en rece­sión este año, está obligando a los consumidores a optar por el ron lo­cal y Venezuela produce algunos de los mejores rones del mundo.

“El ron era lo que tomabas en la universidad antes de que tus gus­tos se refinaran y te cambiaras al whisky”, cuenta Oscar Pachano, director de marketing del conglo­merado internacional Diageo PLC en Venezuela. “Pero ahora observa­mos que cuando la gente alcanza el grupo de entre 30 y 35 años, quie­ren seguir con lo que conocen”.

Diageo lanzó hace poco una nue­va línea de rones llamada Leyenda, que salió de su marca de ron Caci­que con el objetivo de captar a los consumidores que están haciendo el cambio.

Las ventas de ron crecieron 25% en 2013, según la empresa londi­nense International Wine and Spi­rits Research, o IWSR, y se espera que sigan aumentando este año.

“Hay un grupo de personas que está pasando del whisky a los ro­nes de alta calidad, de modo que no tienen que comprometer su es­tatus social”, dice Jordi Gols, un jubilado de 67 años que vive en un barrio adinerado de Caracas pero tuvo que empezar a beber un licor de menor costo.

Durante un viaje reciente, Gols se sentó en un departamento mien­tras bebía whisky barato en una taza plástica y recordaba tiempos mejores, cuando bebía una botella entera de su amado Johnnie Walker etiqueta negra casi a diario. Ese “vicio”, como lo denomina, se vol­vió prohibitivo.

Una botella etiqueta negra de 750 mililitros es siete veces más cara que hace dos años. Diageo, su fabricante, tiene que cubrir una inflación de más de 60% al año y un rápido debilitamiento del bo­lívar en el mercado negro. El pre­cio aumentó 30% para llegar a los US$400 al tipo de cambio oficial, equivalente a dos semanas de sa­lario mínimo.

El gobierno del presidente iz­quierdista Nicolás Maduro, que según las encuestas ha perdido po­pularidad a medida que el gobier­no lucha contra una escasez que afecta desde el aceite de cocinas y los repuestos de autos a los medi­camentos contra el cáncer, limita el acceso a moneda dura a los sec­tores económicos que no son con­siderados prioritarios.

El licor, no solamente, el whisky no se considera una prioridad.
La Asociación de Whisky es­cocés, un organismo con sede en Edimburgo, dice que el valor de las exportaciones a Venezuela descen­dió 34% a US$113 millones en 2013 frente al año anterior.

“Todas las empresas tienen problemas con la falta de dólares”, afirma Sophia Holliday, analista de IWSR. “De manera que tienen que reducir lo que pueden ofrecer y concentrarse en ciertas marcas”.

Dos de los whiskys de mayor venta de Diageo en Venezuela, Old Parr y Buchanan’s 12 Year, tienen un inventario peligrosamente bajo, reconocen ejecutivos de la compa­ñía. En tanto, el grupo francés Per­naud Ricard SA ha disminuido sus ofertas a apenas cuatro marcas, incluyendo Chivas Regal, frente a las 14 marcas de licores que tiene disponibles en otros países.

La pasión de los venezolanos por el whisky siempre ha sido una pa­radoja en un país donde el gobier­no a menudo despotrica contra los lujos burgueses. El predecesor de Maduro, el fallecido Hugo Chávez, colocó al whisky en una lista de ex­cesos que sus compatriotas debe­rían dejar y criticó duramente a los ejecutivos de la petrolera estatal, PDVSA, a quienes acusó de “vivir en chalets de lujo donde realizan orgías mientras toman whisky”.

El consumo de este licor cobró popularidad durante el auge petro­lero de hace más de media década, cuando la clase dirigente adoptó los hábitos y comodidades de los ejecu­tivos estadounidenses y británicos de la industria del petróleo.

En las parrilladas más cotiza­das del país y en tascas de estilo español, el whisky se sirve a la ve­nezolana: lleno hasta el tope en un vaso con hielo. No hay que ol­vidar la servilleta alrededor del vaso para que la mano del bebe­dor permanezca seca. Durante los matrimonios, vuelan las cajas de Buchanan’s y Chivas. No incluir al menos una botella de whisky en una mesa puede ser considerado un insulto.

De modo que cuando el pequeño empresario Lorenzo Díaz empezó los preparativos para su matrimo­nio, compró el whisky con un año de antelación: 54 botellas para una fiesta con 260 invitados.

Ante las dificultades para en­contrar whisky, Diageo apuesta a rones como Leyenda para llenar el vacío. La mezcla de 70 rones añe­jados de dos a 12 años cuesta alre­dedor de US$160 a la tasa de cam­bio oficial y menos de US$13 en el mercado negro.
“La cultura del licor está cam­biando”, dice Jaime da Silva, que administra una mayorista de lico­res para los mejores restaurantes y clubes nocturnos de Caracas y ha presenciado la caída en las ven­tas de whisky y el ascenso en las de ron.

Gols concuerda. “Como ocurre con todas las poblaciones alcohó­licas, hay que adaptarse”.