Una hondureña de 21 años relató a LA PRENSA la pesadilla que vivió al permanecer secuestrada en México por una banda criminal que ataca a los migrantes.
Paola Quienes manifestó que salió de Honduras el primero de marzo, en compañía de uno de sus primos que ya conocía la ruta hacia los Estados Unidos.
En cinco días llegaron al municipio de Arriaga, pero la mala suerte los acompañó porque una patrulla de Migración los capturó y fueron deportados a Honduras.
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“El bus nos llevó hasta la frontera de Corinto, Cortés, donde permanecimos dos días, pero volvimos a pasar la frontera, en el segundo intento estábamos seguros que llegaríamos a tierra estadounidense”, expresó la joven.
Más del 60% de los hondureño adultos que son deportados de México vuelven a cruzar las fronteras en busca de suerte y se valen de su experiencia para no cometer los errores que los lleven a ser atrapados de nuevo por las autoridades migratorias de Guatemala y México.
“Caminamos cuatro días hasta llegar a Tenorio, adonde tomamos un bus, pero a un par de kilómetros, una patrulla de la Policía Municipal nos obligó a bajar, yo me opuse, pero un agente me dijo que me bajara”.
Tres policías les pidieron el dinero a los migrantes y uno de ellos asustó a Paola al decirle que no la violaba porque le había dado los 1,500 pesos que llevaba.
A diario los migrantes son extorsionados no solo por bandas o grupos criminales, también siguen siendo sus verdugos algunos policías mexicanos que se aprovechan de los indocumentados que encuentran en sus recorridos.
En dos días, Paola llegó a las vías férreas de Arriaga, pero su primo decidió abandonarla. “Al verme sola me desesperé y busqué una patrulla de Migración y les dije que me regresaran, pero un oficial me dijo ‘lucha por tus sueños’ y me dio fuerza para continuar”.
Un grupo de indocumentados se unieron en caravana hasta el Distrito Federal, adonde Paola participó y habló de los derechos de las mujeres.
“Después de eso continué mi camino porque en Honduras tengo una hija de tres años que necesita salir adelante y cada vez que la llamo me dice que necesita cosas”, manifestó Quienes.
En Reyes, la hondureña compró un boleto de autobús para viajar a Piedras Negras y acercarse a la frontera, pero no sabía que esa decisión la acercaría al peligro.
El día del secuestro
Muchos indocumentados que van con dinero prefieren viajar en buses hasta la frontera porque consideran que es más seguro que viajar en trenes.
“Cuando pude llamé a mi hija y ella presentía algo malo, porque me dijo que si ya no podía luchar por su castillo que ya no lo hiciera”.
Paola contó que cuando el bus salió de la terminal, dos hombres raros se subieron, pero todo parecía normal. Cuando el bus arrancó, ellos se pararon y empezaron a pedir claves. “Yo les dije que era de Honduras pero que no viajaba para la frontera, uno de ellos se enojó y me dijo que no le mintiera”.
Los secuestradores la bajaron del bus y la llevaron hasta un hotel junto a otros migrantes, donde revisaron sus mochilas para robarles el dinero; sin embargo, al día siguiente los subieron a una camioneta para llevarlos a una vivienda donde había otras 20 personas secuestradas. “Nos pidieron que nos tirábamos al suelo y ahí nos empezaron a gritar que cada uno de nosotros llamáramos a familiares y que les pidiéramos dos mil dólares, si no nos mataban, y fue entonces que sentí el peor miedo de mi vida”, expresó entre lágrimas la joven.
Los miembros de la banda ofrecieron a los migrantes que si conseguían cuatro mil dólares, los pasaban de la frontera, con la seguridad de que nadie los detendría porque tenían controlada la zona.
“Ellos me pidieron un número de teléfono y les di el de un primo, pero cuando me pasaron la llamada él me dijo que no tenía dinero, por lo que los de la banda me dijeron que si no tenía a nadie más que respondiera por mí, ya sabía lo que pasaba”, relató. Paola recordó que uno de los secuestrados era torturado porque no tenía a nadie a quien llamar, lo que atemorizaba a los demás porque sabían que en cualquier momento les tocaría su turno.
El 23 de junio -cuando menos esperaban-, dos patrullas de la Policía Federal llegaron a la casa y liberaron a todos los secuestrados y los trasladaron a diferentes albergues.
Paola dijo que no fue abusada sexualmente; pero más del 90% de las mujeres migrantes secuestradas son violadas por sus raptores.
Quienes debido a lo que pasó recibió ayuda del Gobierno de México y le dieron visa humanitaria.
“Como hondureña y mujer he pasado por mucho sufrimiento, pero me da tristeza que uno tiene que pasar por lo peor para que lo apoyen”.
La hondureña aprovechó las cámaras de LA PRENSA para hacerle un llamado directo al presidente Juan Orlando Hernández: “Los hondureño pedimos al Presidente que haga algo por los emigrantes, le pido que genere proyectos para madres solteras y así no se verán obligadas a emigrar de Honduras para exponer sus vidas en cada momento que llegan a tierra mexicana”.
Albergue de esperanza
Como Paola, cientos de hondureños hallan manos amigas en su peligroso viaje. Uno de esos sitios es el albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, México.
Alberto Donys Rodríguez, coordinador del albergue, dijo que desde 2008 Honduras es el país que reporta más migrantes.
“Es evidente que este año aumentó la llegada de madres con niños pequeños, pero parece que hasta estos días las autoridades se dieron cuenta”, manifestó Donys. En el albergue hacen una labor humanitaria y aunque les dan a los migrantes alimentación, alojamiento, asesoría jurídica, atención médica y regulación migratoria, el sostenimiento del centro es solo por donaciones, por lo que muchas veces tienen limitaciones.
Los indocumentados tienen hasta tres días para permanecer en los albergues, tiempo suficiente para reponerse del viaje y continuar con su camino.
“Casi a diario recibimos migrantes que han sido extorsionados por policías y pandillas, las mujeres violadas son en su mayoría hondureñas, por lo que al llegar les damos buenos tratos y les ofrecemos hacer las denuncias para que el delito no quede impune”, informó Donys. Los encargados del albergue están preocupados por el anuncio del Gobierno Federal de prohibir que los migrantes se suban a los trenes. “Esa medida será una contención porque los migrantes no acabarán; sin embargo, se expondrán a más peligros porque viajarán en masa por los desiertos”, manifestó. Al albergue llegan a diario unas 200 personas, pero no tienen un límite porque los migrantes se acumulan cada vez que hay movimiento de trenes.