Más de 766 kilómetros la separan de sus recuerdos en San Pedro Sula y del dolor que vivió cuando sus dos pequeños hijos Keneth y Anthony Castellanos fueron asesinados cruelmente a finales de abril pasado en la colonia La Pradera.
Hace dos meses, la muerte de ocho niños en esa colonia sampedrana causó conmoción nacional por la forma despiadada como les arrebataron la vida.
Wendy Castellanos es la madre de dos de los niños que murieron en manos de criminales; al no recibir apoyo del Gobierno estuvo obligada a tomar la difícil decisión de emigrar de Honduras y dejar atrás su vida y su familia para poner a salvo la vida de sus dos hijos mayores.
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Keneth, de 7 años, y Anthony, de 13, eran los dos hijos menores de la joven madre, quien aún no supera la cruel pesadilla que comenzó cuando Anthony desapareció el domingo 27 de abril.
En los momentos de desesperación, Wendy pidió públicamente apoyo para recibir asilo en otro país, pero al no tenerlo armó maletas y actualmente atraviesa la odisea de los indocumentados en la ruta a Estados Unidos.
El equipo de LA PRENSA encontró a Wendy con sus dos hijos mayores en uno de los albergues para migrantes en el municipio de Arriaga, México.
Castellanos y sus hijos, sentados en el bordillo del centro de ayuda, mostraban en el rostro el cansancio y el dolor de sus pies llagados por las largas caminatas.
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Siguen las amenazas
El caso de Wendy es una entre cientos de familias que deciden emigrar de Honduras por la inseguridad y aunque la travesía incluye muchos riesgos, los catrachos prefieren eso en vez de ser asesinados en su natal país.
“Hui. Nos venimos porque todavía me están amenazando, me andan buscando para matarme. Ya perdí a dos de mis dos hijos y no voy a esperar que me maten a los otros dos”, relató.
Castellanos dijo que está muy “desilusionada de las autoridades hondureñas. Ahora solo nos queda seguir la ruta y vamos a llegar hasta donde Dios me lleve. No pierdo las esperanzas de que tal vez más adelante me ayuden. Muchas veces en otros lados recibimos lo que en Honduras no nos quieren dar”.
Su viaje
Por la falta de dinero, Wendy ha tenido que caminar día y noche para avanzar hasta donde otros miles de centroamericanos abordan la “Bestia”.
“Todo ha sido una pesadilla. Después de tener mi hogar formado, perder a dos hijos no tiene explicación y ahora me tocó dejar mi casa, donde pese a las necesidades teníamos un techo seguro. Ahora toca dormir en cualquier lado y aguantar hambre solo por tener un día más de vida porque en este camino no se sabe qué pasará”.
El miedo de la familia Castellanos no acaba. Wendy y sus hijos de 15 y 17 años piensan todos los días en su familia que quedó en Honduras y esperan que no les pase nada.
“Estos caminos son horribles. Ya escuché lo que se pasa arriba de los trenes, pero pienso en mis dos hijos muertos y los recuerdo como eran porque me hacen mucha falta”, lamentó Wendy.
El lunes a las 10 de la noche, Wendy y sus hijos se subieron a la “Bestia” y partieron de Arriaga hasta Ixtepec. El viaje de 16 horas fue agotador y aunque es la primera vez que recorren esa ruta, continúan su camino amparados en otros migrantes centroamericanos.
Ayer a las dos de la tarde, cuando el pito de la locomotora anunciaba su llegada a la estación de Ixtepec, Wendy, sus dos hijos y otras 300 personas se bajaron de los vagones en busca del albergue donde durante dos días tendrían alimento y una cama donde descansar.