San Pedro Sula, Honduras.
Autobuses llenos de deportados de México llegan a esta ciudad industrial tres veces a la semana, descargando a cientos de mujeres y niños que fallaron en su intento de dejar atrás vidas sombrías.
Los vecindarios pobres y violentos de San Pedro Sula han provocado un aumento en el número de menores de edad que viajan solos y de manera ilegal desde América Central hasta Estados Unidos, según el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense. Los agentes de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. han detenido a más de 52.000 niños desde octubre, lo cual ha creado una crisis humanitaria y provocado un encendido debate en Washington sobre los motivos del éxodo y cómo detenerlo.
El presidente Barack Obama ha pedido al Congreso US$3.700 millones en fondos para frenar el flujo con mayor seguridad en la frontera, deportaciones más rápidas y advertencias más eficaces a los migrantes que tienen pocas probabilidades de permanecer en EE.UU. México ha reforzado la seguridad en su propia frontera, y Honduras y otros gobiernos de Centroamérica han comenzado a disuadir de manera activa a los niños de emprender camino hacia el norte.
El éxito de estos esfuerzos depende de si la gente en las calles más miserables de ciudades como San Pedro juzga que el viaje hacia el norte es inútil o no. Los primeros indicios de los migrantes y activistas comunitarios de esta ciudad —una de las más plagadas de crimen en el mundo— sugieren que los esfuerzos se quedarán cortos.
“Lo pensaremos durante dos o tres meses y después probablemente lo intentaremos de nuevo”, afirmó recientemente Edras Pineda, un joven de 17 años, mientras otros adolescentes deportados asentían en un centro de recepción del gobierno en esta ciudad. “Uno estudia y estudia y no hay trabajo”.
El trato poco severo a menores no acompañados, estipulado por una ley estadounidense de 2008, alimentó rumores este año —propagados tanto por vecinos chismosos como traficantes en busca de clientes— de que los menores de edad que viajan solos o con un adulto pueden de alguna manera obtener un permiso para permanecer en EE.UU.
En realidad, esos permisos no existen. Pero como la gran cantidad de menores de edad ha abrumado los tribunales de inmigración, algunos menores son entregados a familiares que ya viven en EE.UU. para esperar juicios que tardan meses e incluso años.
Salvador Gutiérrez, de la Oficina Regional de Enlace y Políticas de la Organización Internacional para las Migraciones en San José, Costa Rica, señaló que su organización cree que la avalancha hacia la frontera fue provocada por un rumor que comenzó en Guatemala y se extendió rápidamente por toda Centroamérica.
Tales rumores han surgido en el pasado y ha tomado meses e incluso años para desacreditarlos, anotó. Además de los rumores, la violencia de pandillas, una pobreza profunda y la falta de trabajo bien remunerado están impulsando a los migrantes a buscar otros destinos.
“La violencia es un factor que provoca miedo. Pero no hace que un niño se vaya a EE.UU.”, dijo Rómulo Emiliani, el obispo de San Pedro, que trabaja para promover la paz en los vecindarios infestados de pandillas. “El problema número uno es la pobreza extrema, la desesperación de la gente”.
Los miles de menores que México devuelve a San Pedro en buses reciben exámenes psicológicos y físicos, son entrevistados sobre sus experiencias y después liberados.
Para muchos, en especial los que tienen hijos muy pequeños, el sueño ha terminado. Otros, como Pineda y sus amigos, volverán a intentar llegar a EE.UU., dicen los trabajadores de albergues.
“No me van a volver a atrapar”, dijo Mayno Escobar, de 17 años. “Ahora ya sé cómo hacerlo”.
Autobuses llenos de deportados de México llegan a esta ciudad industrial tres veces a la semana, descargando a cientos de mujeres y niños que fallaron en su intento de dejar atrás vidas sombrías.
Los vecindarios pobres y violentos de San Pedro Sula han provocado un aumento en el número de menores de edad que viajan solos y de manera ilegal desde América Central hasta Estados Unidos, según el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense. Los agentes de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. han detenido a más de 52.000 niños desde octubre, lo cual ha creado una crisis humanitaria y provocado un encendido debate en Washington sobre los motivos del éxodo y cómo detenerlo.
El presidente Barack Obama ha pedido al Congreso US$3.700 millones en fondos para frenar el flujo con mayor seguridad en la frontera, deportaciones más rápidas y advertencias más eficaces a los migrantes que tienen pocas probabilidades de permanecer en EE.UU. México ha reforzado la seguridad en su propia frontera, y Honduras y otros gobiernos de Centroamérica han comenzado a disuadir de manera activa a los niños de emprender camino hacia el norte.
El éxito de estos esfuerzos depende de si la gente en las calles más miserables de ciudades como San Pedro juzga que el viaje hacia el norte es inútil o no. Los primeros indicios de los migrantes y activistas comunitarios de esta ciudad —una de las más plagadas de crimen en el mundo— sugieren que los esfuerzos se quedarán cortos.
“Lo pensaremos durante dos o tres meses y después probablemente lo intentaremos de nuevo”, afirmó recientemente Edras Pineda, un joven de 17 años, mientras otros adolescentes deportados asentían en un centro de recepción del gobierno en esta ciudad. “Uno estudia y estudia y no hay trabajo”.
El trato poco severo a menores no acompañados, estipulado por una ley estadounidense de 2008, alimentó rumores este año —propagados tanto por vecinos chismosos como traficantes en busca de clientes— de que los menores de edad que viajan solos o con un adulto pueden de alguna manera obtener un permiso para permanecer en EE.UU.
En realidad, esos permisos no existen. Pero como la gran cantidad de menores de edad ha abrumado los tribunales de inmigración, algunos menores son entregados a familiares que ya viven en EE.UU. para esperar juicios que tardan meses e incluso años.
Salvador Gutiérrez, de la Oficina Regional de Enlace y Políticas de la Organización Internacional para las Migraciones en San José, Costa Rica, señaló que su organización cree que la avalancha hacia la frontera fue provocada por un rumor que comenzó en Guatemala y se extendió rápidamente por toda Centroamérica.
Tales rumores han surgido en el pasado y ha tomado meses e incluso años para desacreditarlos, anotó. Además de los rumores, la violencia de pandillas, una pobreza profunda y la falta de trabajo bien remunerado están impulsando a los migrantes a buscar otros destinos.
“La violencia es un factor que provoca miedo. Pero no hace que un niño se vaya a EE.UU.”, dijo Rómulo Emiliani, el obispo de San Pedro, que trabaja para promover la paz en los vecindarios infestados de pandillas. “El problema número uno es la pobreza extrema, la desesperación de la gente”.
Los miles de menores que México devuelve a San Pedro en buses reciben exámenes psicológicos y físicos, son entrevistados sobre sus experiencias y después liberados.
Para muchos, en especial los que tienen hijos muy pequeños, el sueño ha terminado. Otros, como Pineda y sus amigos, volverán a intentar llegar a EE.UU., dicen los trabajadores de albergues.
“No me van a volver a atrapar”, dijo Mayno Escobar, de 17 años. “Ahora ya sé cómo hacerlo”.