Después de un viaje agotador, con tediosas esperas en los aeropuertos de Panamá y Sao Paulo, “la comisión de locos” –bautizada así por el urbanista brasileño Carlos Ceneviva– llegó a Curitiba la mañana del lunes 1 de abril. Se trata de una selecta comitiva de ingenieros y arquitectos de San Pedro Sula que han tomado la iniciativa de conocer en vivo la “experiencia curitibana”.
Curitiba es una ciudad del sudeste brasileño que tiene aproximadamente 1,700,000 habitantes en el casco urbano, organizados en torno a un plan de crecimiento estructurado que dio comienzo en 1971 y que hoy abarca a los tres millones de habitantes de la toda la región metropolitana. Curitiba era en aquella época un pueblón poco conocido, con mucha historia oculta, pero con un gran potencial. Era lo que se dice “un diamante en bruto”… remanente de viejas familias de inmigrantes italianos y polacos que se habían asentado en un extenso altiplano de clima templado y prodigiosas florestas.
Hoy, Curitiba está irreconocible o mejor dicho es conocida en el mundo por haber conseguido lo que todos los brasileños denominan “el milagro curitibano”.
Se trata de una ciudad impresionante y admirable desde el ángulo que se le mire. Su sistema de servicios públicos es hoy un modelo no únicamente para ciudades latinoamericanas, sino para ciudades de primer mundo que se han quedado a medio camino entre las junglas de asfalto y el descontrol ambiental. Se dice que ciudades cosmopolitas como Las Vegas, Boston y hasta Miami han implementado con éxito las ideas de Curitiba.
Pero hablar del “milagro curitibano” es poco decir, se trata en realidad de un logro ciudadano que tiene nombres y apellidos.
A partir de 1970, el general de brigada Emilio Garraztazú Médici, presidente de Brasil, le dio licencia y carta blanca a una manada de arquitectos que dieron comienzo –se diría que con una actitud espontánea y no muy pretenciosa– al fenómeno de urbanización integral más impresionante del Brasil. Al frente de la manada estaba el que hoy es una celebridad curitibana. Nos referimos a Jaime Lerner, con quien tuvimos un encuentro memorable, afable y provechoso.
Cada día, el arquitecto Lerner atiende grupos de comisiones que lo visitan por turnos y que vienen de todo el mundo. Muchas de ellas, como el caso de la nuestra, llegan con el propósito de recibir de primera mano información detallada sobre cómo echar a andar transformaciones urbanísticas acertadas y otros simplemente se abocan a la Fundación Lerner con la finalidad de conseguir entrevistas para cadenas televisivas y radiales que no se cansan de darle cobertura al “milagro curitibano”.
Pero lo milagroso del “caso Curitiba” es justamente que no es un “milagro”, sino más bien una secuencia de decisiones y acciones alternadas con el error y el ensayo permanente. Tanto Lerner como su contramaestre Carlos Ceneviva repiten una y otra vez que comenzaron el proceso de transformación de Curitiba “sin estar seguros de nada”, “convirtiendo los problemas en solución” y “haciendo acupuntura urbanística”, queriendo decir con esto que la innovación es sinónimo de comienzo y que solo al comenzar se puede saber lo que funciona o no. Al contrario de la trillada ortodoxia de la planificación desmedida y distante de discusiones y debates demasiado colegiados, los gurús de la urbanización más respetados del Brasil únicamente se fían de la acción rápida, de la creatividad permanente y de la innovación continua.
Jaime Lerner ya no es aquel muchacho inagotable de los años 80 que contagió a los curitibanos con su energía y su pensamiento innovador. Tres décadas después es más bien un hombre de corazón fácil y frases pausadas; su énfasis en las cosas esenciales es inconfundible. Sin jamás perder el buen humor repite una y otra vez que no hay cosa más inútil que las excusas y que un grupo de ciudadanos comprometidos de verdad con una propuesta puede, efectivamente, cambiar el destino de una ciudad. Esa parece ser la idea más motivadora para la comisión que ha viajado desde San Pedro Sula con el fin de invitar a Lerner como conferencista y posteriormente arrancar en la Ciudad del Adelantado las transformaciones por las que siempre hemos estado suspirando sin poder encontrar, hasta el día de hoy, un verdadero comienzo.
“Se trata –nos dijo, mientras invitaba a un sabrosa taza de café genuino– de actuar con rapidez y con propuestas que sean agradables para todos”. Dejó claramente establecido que el poder político es importante, pero no indispensable. Pero lo más impresionante es que Lerner desconfía de proyectos urbanísticos que están únicamente motivados por el dinero. La filosofía de Lerner y su equipo se ha hecho trascendente en el mundo porque apela a la sencillez de la gestión y ante todo porque los ciudadanos se vuelven el medio y fin de la transformación urbana.
En Curitiba, el 100% de los cambios se hicieron pensando en la gente, pero con una mirada amplia, sin sentimentalismo ni populismo, dos factores que tanto Lerner como Ceneviva consideran tóxicos para el desarrollo sano de las propuestas públicas.
Los tres logros más relevantes de Curitiba, sin menospreciar todo lo demás, son, por el orden, la movilidad pública, ellos no hablan de “transporte público”, el manejo y procesamiento de las basuras y la construcción inteligente que coloca la habitación popular al mismo nivel de preocupación que la habitación industrial y empresarial.
Curitiba ha tenido que desarrollar un “metro a la vista” que provee la movilización urbana y la circulación vial más eficiente del Brasil. Su desarrollador, Carlos Ceneviva, aprovechó la estructura vial tradicional de la ciudad y sobre la marcha negoció un espacio para poner a circular un vagón urbano con operario. Esto ocurrió en 1971.
Pero Ceneviva volvió sobre lo dicho por Lerner y dijo que al comienzo se trataba simplemente de “poner a la vista de los usuarios soluciones viables, sostenibles y confiables”. El admirable sistema de movilidad pública que hoy impresiona al mundo por su eficiencia y cobertura comenzó con un vagón que se movilizaba en una trocha de siete metros. Sin embargo, el día de hoy el “metro a la vista” más eficiente del mundo cuenta con tres arterias urbanas que cruzan Curitiba a través de vagones bi y tri articulados que han incrementado su velocidad y capacidad. La idea creció tanto que sin necesidad de subir el valor de la tarifa única y sin alterar el derecho a la circulación de los autos propios, el sistema se ha vuelto popular en el buen sentido de la palabra; me refiero a que el metro de Curitiba es seguro y atractivo no únicamente para los obreros, los trabajadores y los estudiantes, sino para oficinistas y empresarios. Este es quizá el verdadero espíritu del servicio público… volverlo tan eficiente y profesional que el ciudadano desee compartirlo, disfrutarlo y aprovecharlo.
Según Ceneviva, el plan de desarrollo de una ciudad se funda en tres elementos básicos: crecimiento estructurado, calidad en el servicio y un plan de circulación viable desde todo punto de vista, incluyendo, desde luego, el rentable. Para los desarrolladores de Curitiba está claro que ninguna gestión de desarrollo se puede realizar al margen de los empresarios, pero aclaran que no se puede tener éxito si los gestores están inspirados únicamente en el dinero.De lo que se trata, recalcó Ceneviva, es que, teniendo el poder o no, los emprendedores de una propuesta puedan promover su idea “porque llama la atención de todos y no porque se impone caprichosamente”.
Nuestros dos primeros encuentros han rebasado las expectativas y en los días que siguen, antes de regresar a San Pedro Sula, visitaremos algunos parques que son a la misma vez octavas maravillas para el drenaje urbano, las fábricas de procesamiento de basuras y algunas autoridades y celebridades que ahora están a cargo de la administración y el seguimiento de esto que el mundo conoce como “el milagro de Curitiba”… así que esta historia continuará.
Comisión, de gira
en Brasil
Una comisión de sampedranos integrada por empresarios, desarrolladores, arquitectos e ingenieros estuvo en una gira de siete días por Curitiba, Brasil.
La iniciativa ha estado a cargo del ingeniero Arnaldo Martínez, Francisco Saybe, Norman Anino y la arquitecta Ángela Stassano. Y se hacen acompañar de los ingenieros Fredy Fugón, representante de la Arcadia de San Pedro; Mario Soto, de la Chico; los ingenieros Osmín Bautista y César García. En calidad de cronista y reportero acompaña a la comisión el escritor y columnista de este diario, César Indiano.