El parque arqueológico Currusté -el quinto de Honduras-
fue proyectado para ser
majestuoso. Ubicado en el este de San Pedro Sula, está repleto de historia, pero lo único que ahora se ve de él son hojas secas en el suelo y una densa manta de zacate escondiendo el esplendor de sus montículos.
Con un enorme valor histórico que muchos sampedranos aún desconocen, Currusté es,
según expertos que lo han explorado, uno
de los primeros asentamientos humanos del país que data desde hace más de 1,500 años.
El rótulo que hace más de dos años fue colocado al ser nombrado parque de la categoría de Copán Ruinas, está deteriorado, y las visitas de centros educativos o grupos de turistas han desaparecido.
En Currrusté apenas permanece Lucio Oliva, vigilante del parque. Su avanzada edad solo le permite estar pendiente de que nadie ingrese al territorio, que es propiedad del Instituto Hondureño de Antropología e Historia.
Cuando alguien llega a visitar el sitio, su rostro triste cambia completamente, pues hace mucho que no llegan aquellas grandes excursiones de hasta siete buses llenos de personas.
“Aquí me dejaron solo. Yo soy el que cuido todo el parque y ya no puedo pasar recogiendo las hojas porque tengo problemas en la rodilla”, dice el celador de más de 70 años que apenas camina y se apoya en un bastón.
El recorrido del sitio ya no se distingue. La maleza ha cubierto las piedras y los rótulos están prácticamente invisibles. Las bancas llenas de moho hablan del completo desinterés de las autoridades encargadas del lugar.
Presupuesto
“La crisis financiera en que se encuentra la alcaldía detuvo el avance del proyecto”, es la frase común de las autoridades de Antropología y la Municipalidad sampedrana.
El vicealcalde, Eduardo Bueso, manifiesta que la situación en la que se encuentra el parque -considerado como patrimonio de la ciudad- es porque los intereses de la Municipalidad han sido otros.
“Cuando teníamos la alcaldía en la época de Michelleti nos interesamos en mejorar las condiciones del parque y tuvimos un concierto en la apertura. Es un recurso bello que debe enorgullecer a la ciudad pero que no lo ven así todos”, dijo Bueso.
El director del Instituto Hondureño de Antropología e Historia, Aldo Zelaya, secunda la versión de Bueso y manifiesta que Currusté es un recurso subutilizado que necesita fondos. “Teníamos planeado el cerco y el centro de visitas, pero desde hace dos años nadie nos ha apoyado. Tenemos el control del territorio Currusté y nadie puede tocarlo sin nuestra autorización; pero podríamos hacerle mejoras. Sin embargo, parece que la crisis financiera de la Municipalidad no permite cumplir con esos planes”, dijo Zelaya.
Jucutuma
Seis kilómetros adentro en la carretera, en la misma ruta que conduce a Currusté, se encuentra otro sitio olvidado por las autoridades: la laguna Jucutuma.
Esta hermosa extensión de agua es incluso más grande, según expertos, que la laguna Ticamaya, ubicada más adelante.
Las familias que viven a sus alrededores aseguran que todavía hay personas que la visitan en Semana Santa y llevan sus lanchas para navegarla. “Estuvo hermosa por un tiempo en la época de Rodolfo Padilla Sunseri; pero ya después no volvieron los que la estaban limpiando porque les dijeron que no podían seguirles pagando”, dijo Medardo Mejía, residente en las orillas de la laguna desde hace 22 años.
En 2008, vecinos de la localidad de San José del Boquerón -en su mayoría mujeres- le habían declarado la guerra a la ‘lechuguilla’, o repollo de agua (Pistia stratiotes), que asfixia a la bella laguna de Jucutuma, pero esta ahora la recubrió de nuevo. La regidora Ileana Sarmiento, comisionada de Cultura y Turismo, aseguró que buscará comunicarse en los próximos días con el director del Instituto de Antropología para escuchar los planes que la institución tenía para reacondicionar el parque Currusté y la laguna de Jucutuma para el máximo aprovechamiento de todos los sampedranos.