El Corpus, Choluteca, Honduras.
Pese a que las autoridades informaron que las familias de los ocho mineros aceptaban la decisión de paralizar la búsqueda de los obreros, ayer se sumieron en desesperación y llanto. Sus esperanzas estaban centradas en que hallaran vivos o muertos a sus esposos, hijos y hermanos.
Autoridades dialogaron con las familias y les expusieron los motivos por los cuales la búsqueda ya no era posible.
Pese a que les explicaron los riesgos que implicaba continuar el trabajo en los túneles de la mina en el cerro Cuculmeca, las familias no lo aceptan, piden que se busquen alternativas para sacarlos.
“Deben pensar en el dolor que representa para nosotros que ya no los busquen. Los técnicos no hicieron una revisión en toda el área, ni en la profundidad de la mina para que decidieran marcharse y dejarnos sin nuestros parientes. Estamos dolidos, sentimos que no les importa nuestro dolor y nos dejaron solos sin saber adónde quedaron los cuerpos de estos hombres que se ganaban la vida para alimentar a sus familias”, dijo Alexis Mejía, primo de Santos López, uno de los mineros soterrados.
Ruegan que siga búsqueda
El anuncio de la suspensión de la búsqueda era algo que ya se rumoraba desde el sábado.
Las familias fueron informadas que el domingo el plazo vencía, que si ese día no habían pistas claras del lugar donde podrían estar los mineros, no habría más trabajos para hallarlos. Este anuncio preocupaba a Consuelo López, la madre de Santos, quien en su humilde vivienda en El Cerrón, Concepción de María, lloraba desconsolada porque no encontraron a su hijo.
“Desde el sábado nos dijeron que ya habían tomado la decisión de no seguir buscándolos. No entendemos por qué es que nos dejan solos. Somos pobres y lo único que nos consuela es tenerlos cerca.
Cómo vamos a ser indiferentes y aceptar que los dejen bajo la mina. Les ruego que piensen en este dolor de madre y no nos dejen sin nuestros parientes, no los dejen allí”, dijo la acongojada madre.
Las familias se consuelan en medio de su dolor, pues la solidaridad del resto de mineros se hizo presente, ellos les han prometido que pese a las advertencias, los buscarán porque no dejarán que los cuerpos de Emilio Muñoz (30), Yovanny Cárcamo Muñoz (18), Arony Zepeda (21), Tito Anduray (25), Olbin Anduray, Óscar Fúnez (23), Santos López (30) y Wilmer Ramírez (22) queden bajo los escombros de roca y tierra en la mina de San Juan Arriba.
Desesperados
Ada Tula Muñoz, dueña de la propiedad donde está la mina de donde se extrae oro, bajó ayer para hablar con los medios a los que les pidió ir al albergue donde las familias querían hablar, pero el resguardo militar apostado en el portón de entrada impidió el acceso a la prensa.
Las dudas quedaron en los pobladores y los comunicadores, porque ninguno de los parientes bajó para estar presente en la conferencia de prensa donde se supondría expresarían la aceptación de la suspensión de la búsqueda de los ocho obreros, tal como lo dijeron las autoridades.
Fue hasta después que el contingente de voluntarios se marchaban que las familias con temor expresaron su dolor, su impotencia y desesperación ante lo que consideraron una burla.
Marina Muñoz, madre de Wilmer Ramírez, se mostró inconforme. La mujer aseguró que no esperaba esa medida del Gobierno que ahora golpea su corazón. “Yo perdí las esperanzas de que mi hijo sobreviva y ahora lo único que me consuela es que me entreguen su cuerpo, aunque sea muerto, para verlo por última vez”, dijo llorando.
En la comunidad de El Zapotal, la abuela de Geovani Cárcamo también llora a su ser querido.
Irma Martínez no entiende cómo las autoridades deciden no continuar, si apenas unas horas antes le habían dicho que estaban apenas a cuatro metros de llegar al lugar donde supuestamente se encuentran los ocho mineros.
“Ayer nos alegraron, nos dijeron que ya estaban cerca de encontrarlos y ahora nos dicen que ya no continúan buscándolos. Nos hacen un daño, no entienden el dolor de las madres, de las esposas que quedaron sin ayuda, no entendemos por qué nos abandona el Gobierno cuando más lo necesitamos”, expresó la mujer.
Como ella, el resto de familias aumentan su dolor, si se habían resignado a aceptar que los obreros podían estar muertos, nunca perdieron la esperanza de tenerlos un momento en sus casas para velarlos, para darles el último adiós y para tenerlos en un lugar donde pudieran visitarlos.
Ahora solo confían en que sea la solidaridad de los mineros que fueron sus compañeros los lleven al sitio donde el alud de roca y tierra los dejó atrapados.
Mientras eso sucede, en las humildes aldeas se siguen reuniendo para orar, para pedir a Dios por un milagro.
Pese a que las autoridades informaron que las familias de los ocho mineros aceptaban la decisión de paralizar la búsqueda de los obreros, ayer se sumieron en desesperación y llanto. Sus esperanzas estaban centradas en que hallaran vivos o muertos a sus esposos, hijos y hermanos.
Autoridades dialogaron con las familias y les expusieron los motivos por los cuales la búsqueda ya no era posible.
Pese a que les explicaron los riesgos que implicaba continuar el trabajo en los túneles de la mina en el cerro Cuculmeca, las familias no lo aceptan, piden que se busquen alternativas para sacarlos.
“Deben pensar en el dolor que representa para nosotros que ya no los busquen. Los técnicos no hicieron una revisión en toda el área, ni en la profundidad de la mina para que decidieran marcharse y dejarnos sin nuestros parientes. Estamos dolidos, sentimos que no les importa nuestro dolor y nos dejaron solos sin saber adónde quedaron los cuerpos de estos hombres que se ganaban la vida para alimentar a sus familias”, dijo Alexis Mejía, primo de Santos López, uno de los mineros soterrados.
Ruegan que siga búsqueda
El anuncio de la suspensión de la búsqueda era algo que ya se rumoraba desde el sábado.
Las familias fueron informadas que el domingo el plazo vencía, que si ese día no habían pistas claras del lugar donde podrían estar los mineros, no habría más trabajos para hallarlos. Este anuncio preocupaba a Consuelo López, la madre de Santos, quien en su humilde vivienda en El Cerrón, Concepción de María, lloraba desconsolada porque no encontraron a su hijo.
“Desde el sábado nos dijeron que ya habían tomado la decisión de no seguir buscándolos. No entendemos por qué es que nos dejan solos. Somos pobres y lo único que nos consuela es tenerlos cerca.
Cómo vamos a ser indiferentes y aceptar que los dejen bajo la mina. Les ruego que piensen en este dolor de madre y no nos dejen sin nuestros parientes, no los dejen allí”, dijo la acongojada madre.
Las familias se consuelan en medio de su dolor, pues la solidaridad del resto de mineros se hizo presente, ellos les han prometido que pese a las advertencias, los buscarán porque no dejarán que los cuerpos de Emilio Muñoz (30), Yovanny Cárcamo Muñoz (18), Arony Zepeda (21), Tito Anduray (25), Olbin Anduray, Óscar Fúnez (23), Santos López (30) y Wilmer Ramírez (22) queden bajo los escombros de roca y tierra en la mina de San Juan Arriba.
Desesperados
Ada Tula Muñoz, dueña de la propiedad donde está la mina de donde se extrae oro, bajó ayer para hablar con los medios a los que les pidió ir al albergue donde las familias querían hablar, pero el resguardo militar apostado en el portón de entrada impidió el acceso a la prensa.
Las dudas quedaron en los pobladores y los comunicadores, porque ninguno de los parientes bajó para estar presente en la conferencia de prensa donde se supondría expresarían la aceptación de la suspensión de la búsqueda de los ocho obreros, tal como lo dijeron las autoridades.
Fue hasta después que el contingente de voluntarios se marchaban que las familias con temor expresaron su dolor, su impotencia y desesperación ante lo que consideraron una burla.
Marina Muñoz, madre de Wilmer Ramírez, se mostró inconforme. La mujer aseguró que no esperaba esa medida del Gobierno que ahora golpea su corazón. “Yo perdí las esperanzas de que mi hijo sobreviva y ahora lo único que me consuela es que me entreguen su cuerpo, aunque sea muerto, para verlo por última vez”, dijo llorando.
En la comunidad de El Zapotal, la abuela de Geovani Cárcamo también llora a su ser querido.
Irma Martínez no entiende cómo las autoridades deciden no continuar, si apenas unas horas antes le habían dicho que estaban apenas a cuatro metros de llegar al lugar donde supuestamente se encuentran los ocho mineros.
“Ayer nos alegraron, nos dijeron que ya estaban cerca de encontrarlos y ahora nos dicen que ya no continúan buscándolos. Nos hacen un daño, no entienden el dolor de las madres, de las esposas que quedaron sin ayuda, no entendemos por qué nos abandona el Gobierno cuando más lo necesitamos”, expresó la mujer.
Como ella, el resto de familias aumentan su dolor, si se habían resignado a aceptar que los obreros podían estar muertos, nunca perdieron la esperanza de tenerlos un momento en sus casas para velarlos, para darles el último adiós y para tenerlos en un lugar donde pudieran visitarlos.
Ahora solo confían en que sea la solidaridad de los mineros que fueron sus compañeros los lleven al sitio donde el alud de roca y tierra los dejó atrapados.
Mientras eso sucede, en las humildes aldeas se siguen reuniendo para orar, para pedir a Dios por un milagro.