La Esperanza, Intibucá, Honduras.
Berta Isabel Cáceres cumplió 45 años, pero nadie pudo celebrarle. Con lágrimas y las voces quebrantadas, la multitud que la esperaba a las 12:35 am le cantó las tradicionales mañanitas, una entonación agriada por el dolor de su pérdida.
En La Esperanza, Intibucá, nadie durmió. El pueblo entero esperaba la llegada del féretro procedente de la capital adonde había sido trasladada para practicarle la autopsia.
A las 12:35 am, el carro fúnebre se estacionó frente a la vivienda de su madre en el barrio El Calvario.
Abundaban las manos para cargar el ataúd, los abrazos de solidaridad, las lágrimas y las frases que recordaban a la mujer que calificaron de excepcional, de esas que dan batalla, y que nunca desmayan.
Su hija Olivia, su madre, sus hermanos y Salvador Zúniga, su excompañero sentimental agradecían su apoyo a los presentes.
Todos aplaudieron y al grito: “Berta no ha muerto, Berta vive”, el féretro fue colocado en una pequeña sala adonde se acondicionó un altar con mensajes de apoyo, flores y velas, y donde tantas personas hacían filas para verla por última vez.
Planeaba celebrar
La famosa lideresa lenca tenía previsto celebrar su cumpleaños con familiares y amigos.
Apenas hace 15 días, ella ultimaba detalles para festejar con su gente en la aldea El Plan y con su familia en La Esperanza. Eran sus 45 años y su hermano Roberto Cáceres recuerda que emocionada le dijo que había que celebrar, que el don de la vida había que festejarlo, porque solo se vivía una vez.
En medio del dolor por su asesinato, todos los que la acompañaron en el velatorio le cantaron las mañanitas y le celebraron al ritmo garífuna.
“Fue un momento especial, fue una sola voz, un solo sentir, el mejor mensaje que Berta nunca imaginó recibir. Su pueblo le celebró, su pueblo le cantó y nosotros como familia no tenemos palabras para agradecer todo el cariño, el tributo que la gente le rinde a mi hermana”, dijo Roberto, hermano mayor de Berta.
Despedida en grande
Si su velatorio ha sido histórico, su sepelio sin duda dejará huella.
A las 10:00 am de hoy se prevé la salida del cuerpo rumbo La Gruta, la blanca ermita que fue edificada en una cueva en el cerro La Crucita, desde donde se observan las dos ciudades: La Esperanza e Intibucá.
En este punto se oficiará la misa y luego un programa especial que han preparado organizaciones ambientalistas de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras.
El Consejo Cívico Popular Indígena de Honduras (Copinh) en un comunicado dijo: “Nos autoconvocamos a movilizaciones pacíficas pero enérgicas desde nuestra autonomía y autodeterminación, a seguirnos movilizando en defensa de nuestros bienes comunes de la naturaleza”.
“Berta sigue viva, ella fue una líder mundial, Berta es nuestro ejemplo y en su memoria no descansaremos hasta exigir justicia”, dijo Pedro Canales, del movimiento Zacate Grande, en Valle.
Después de culminar la ceremonia especial, su féretro recorrerá las calles de su amada ciudad para conducir sus restos hasta su última morada en el cementerio general de La Esperanza.
Berta Isabel Cáceres cumplió 45 años, pero nadie pudo celebrarle. Con lágrimas y las voces quebrantadas, la multitud que la esperaba a las 12:35 am le cantó las tradicionales mañanitas, una entonación agriada por el dolor de su pérdida.
En La Esperanza, Intibucá, nadie durmió. El pueblo entero esperaba la llegada del féretro procedente de la capital adonde había sido trasladada para practicarle la autopsia.
A las 12:35 am, el carro fúnebre se estacionó frente a la vivienda de su madre en el barrio El Calvario.
Abundaban las manos para cargar el ataúd, los abrazos de solidaridad, las lágrimas y las frases que recordaban a la mujer que calificaron de excepcional, de esas que dan batalla, y que nunca desmayan.
Su hija Olivia, su madre, sus hermanos y Salvador Zúniga, su excompañero sentimental agradecían su apoyo a los presentes.
Todos aplaudieron y al grito: “Berta no ha muerto, Berta vive”, el féretro fue colocado en una pequeña sala adonde se acondicionó un altar con mensajes de apoyo, flores y velas, y donde tantas personas hacían filas para verla por última vez.
Sus restos fueron velados en la casa de su madre en el barrio El Calvario.
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La famosa lideresa lenca tenía previsto celebrar su cumpleaños con familiares y amigos.
Apenas hace 15 días, ella ultimaba detalles para festejar con su gente en la aldea El Plan y con su familia en La Esperanza. Eran sus 45 años y su hermano Roberto Cáceres recuerda que emocionada le dijo que había que celebrar, que el don de la vida había que festejarlo, porque solo se vivía una vez.
En medio del dolor por su asesinato, todos los que la acompañaron en el velatorio le cantaron las mañanitas y le celebraron al ritmo garífuna.
“Fue un momento especial, fue una sola voz, un solo sentir, el mejor mensaje que Berta nunca imaginó recibir. Su pueblo le celebró, su pueblo le cantó y nosotros como familia no tenemos palabras para agradecer todo el cariño, el tributo que la gente le rinde a mi hermana”, dijo Roberto, hermano mayor de Berta.
Pese al dolor hubo música y hasta le cantaron las mañanitas ayer, día en el que habría celebrado su cumpleaños 45.
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Si su velatorio ha sido histórico, su sepelio sin duda dejará huella.
A las 10:00 am de hoy se prevé la salida del cuerpo rumbo La Gruta, la blanca ermita que fue edificada en una cueva en el cerro La Crucita, desde donde se observan las dos ciudades: La Esperanza e Intibucá.
En este punto se oficiará la misa y luego un programa especial que han preparado organizaciones ambientalistas de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras.
El Consejo Cívico Popular Indígena de Honduras (Copinh) en un comunicado dijo: “Nos autoconvocamos a movilizaciones pacíficas pero enérgicas desde nuestra autonomía y autodeterminación, a seguirnos movilizando en defensa de nuestros bienes comunes de la naturaleza”.
“Berta sigue viva, ella fue una líder mundial, Berta es nuestro ejemplo y en su memoria no descansaremos hasta exigir justicia”, dijo Pedro Canales, del movimiento Zacate Grande, en Valle.
Después de culminar la ceremonia especial, su féretro recorrerá las calles de su amada ciudad para conducir sus restos hasta su última morada en el cementerio general de La Esperanza.