San Pedro Sula, Honduras.
Desde pequeña se caracterizó por su coraje. Berta Cáceres Flores (43) mostró el temple, la fuerza y no desmayó en alcanzar sus sueños.
La imagen de la mujer que no se rendía está viva en todos aquellos que la conocieron.
Nació en La Esperanza, Intibucá, siguió el ejemplo de lucha de su madre y desde adolescente participó activamente en las organizaciones estudiantiles.
Se graduó de maestra y en 1993 cofundó el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh).
Cáceres se convirtió en poco tiempo en una de las voces que más impacto tenía en su lucha y defensa de los recursos naturales, la justicia social y los derechos de la mujer en Honduras.
Fue una figura emblemática, de esas mujeres de batalla, con una visión amplia de organización y metas. No en vano se propuso posicionar la organización que dirigió donde buscaba el bienestar de sus compañeros y compañeras indígenas, que se volvió su familia. Estuvo casada con Salvador Zúniga, otro dirigente del Copinh, con quien procreó cuatro hijos. A cada uno de ellos trató de inculcarle el amor por su tierra, la defensa por los derechos del pueblo lenca, la lealtad, la entrega y sacrificio.
Luchadora
La rebeldía corría por sus venas, así como la espiritualidad. Profesaba la religión católica y se identificó en diferentes movimientos, siendo recordada por su apoyo en el trabajo de oposición a la minería a cielo abierto.
Ella empujó varios procesos desde la organización que coordinaba. Soñaba por un camino de igualdad, de respeto, de defensa por los recursos, por la tierra y por la vida.
En sus 20 años de trabajo frente al Copinh, Berta fue abriendo espacios fuera de Honduras y en poco tiempo fue reconocida por diversas organizaciones étnicas y ambientalistas como una propulsora de la defensa del ambiente, de la vida de los pueblos, y se ganó el reconocimiento de muchas personas, funcionarios y organizaciones internacionales.
No era una estratega, pero desencadenó una lucha por la defensa del agua y la oposición a las concesiones de empresas hidroeléctricas en Honduras. Y no le importó exponerse, en medio de sus luchas, estaba convencida que debía hacer uso del control territorial de su pueblo y ante las amenazas pelear para defender lo que creía que le pertenecía.
A nivel internacional participó en los años 80 en la lucha salvadoreña. Impulsó numerosas redes de movimientos sociales. Fue una educadora popular que buscó modelos político-pedagógicos de formación de las organizaciones populares. Berta siempre buscó oportunidades para aprender, para crecer, y para entender las palabras de Paulo Freir, ella siempre decía hay que ser “sanamente locos y locamente sanos”, era la filosofía que tenía para cambiar el mundo.
Reconocimientos
Su trabajo a favor del pueblo lenca la hizo acreedora de varios reconocimientos. En 2012 fue galardonada con el Premio Shalom en Alemania, premio que se le asigna a personas e iniciativas que defienden los derechos humanos y luchan por la justicia.
En 2014 fue finalista del Premio Front Line Defenders en Irlanda y el 4 de abril de 2015 Berta Cáceres fue galardonada con el Premio Medioambiental Goldman, el máximo reconocimiento mundial para activistas de medio ambiente.
Berta viajó de un país a otro, recorrió distintas ciudades, realizó encuentros con los colectivos solidarios, denunció amenazas contra su vida; pero no tuvo miedo, siempre creyó en sus luchas y pese a que muchos le aconsejaron retirarse, nunca desistió.
Trató de imprimir en su pueblo la denuncia, la solidaridad, la alegría y la lucha. Su voz se apagó, pero para muchos de sus amigos y compañeros de etnia, la lucha apenas comienza. Sin duda que la muerte de esta mujer deja una huella, es un legado que su descendencia recordará por siempre.
Desde pequeña se caracterizó por su coraje. Berta Cáceres Flores (43) mostró el temple, la fuerza y no desmayó en alcanzar sus sueños.
La imagen de la mujer que no se rendía está viva en todos aquellos que la conocieron.
Nació en La Esperanza, Intibucá, siguió el ejemplo de lucha de su madre y desde adolescente participó activamente en las organizaciones estudiantiles.
Se graduó de maestra y en 1993 cofundó el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh).
Cáceres se convirtió en poco tiempo en una de las voces que más impacto tenía en su lucha y defensa de los recursos naturales, la justicia social y los derechos de la mujer en Honduras.
Fue una figura emblemática, de esas mujeres de batalla, con una visión amplia de organización y metas. No en vano se propuso posicionar la organización que dirigió donde buscaba el bienestar de sus compañeros y compañeras indígenas, que se volvió su familia. Estuvo casada con Salvador Zúniga, otro dirigente del Copinh, con quien procreó cuatro hijos. A cada uno de ellos trató de inculcarle el amor por su tierra, la defensa por los derechos del pueblo lenca, la lealtad, la entrega y sacrificio.
Luchadora
La rebeldía corría por sus venas, así como la espiritualidad. Profesaba la religión católica y se identificó en diferentes movimientos, siendo recordada por su apoyo en el trabajo de oposición a la minería a cielo abierto.
Ella empujó varios procesos desde la organización que coordinaba. Soñaba por un camino de igualdad, de respeto, de defensa por los recursos, por la tierra y por la vida.
En sus 20 años de trabajo frente al Copinh, Berta fue abriendo espacios fuera de Honduras y en poco tiempo fue reconocida por diversas organizaciones étnicas y ambientalistas como una propulsora de la defensa del ambiente, de la vida de los pueblos, y se ganó el reconocimiento de muchas personas, funcionarios y organizaciones internacionales.
No era una estratega, pero desencadenó una lucha por la defensa del agua y la oposición a las concesiones de empresas hidroeléctricas en Honduras. Y no le importó exponerse, en medio de sus luchas, estaba convencida que debía hacer uso del control territorial de su pueblo y ante las amenazas pelear para defender lo que creía que le pertenecía.
A nivel internacional participó en los años 80 en la lucha salvadoreña. Impulsó numerosas redes de movimientos sociales. Fue una educadora popular que buscó modelos político-pedagógicos de formación de las organizaciones populares. Berta siempre buscó oportunidades para aprender, para crecer, y para entender las palabras de Paulo Freir, ella siempre decía hay que ser “sanamente locos y locamente sanos”, era la filosofía que tenía para cambiar el mundo.
Reconocimientos
Su trabajo a favor del pueblo lenca la hizo acreedora de varios reconocimientos. En 2012 fue galardonada con el Premio Shalom en Alemania, premio que se le asigna a personas e iniciativas que defienden los derechos humanos y luchan por la justicia.
En 2014 fue finalista del Premio Front Line Defenders en Irlanda y el 4 de abril de 2015 Berta Cáceres fue galardonada con el Premio Medioambiental Goldman, el máximo reconocimiento mundial para activistas de medio ambiente.
Berta viajó de un país a otro, recorrió distintas ciudades, realizó encuentros con los colectivos solidarios, denunció amenazas contra su vida; pero no tuvo miedo, siempre creyó en sus luchas y pese a que muchos le aconsejaron retirarse, nunca desistió.
Trató de imprimir en su pueblo la denuncia, la solidaridad, la alegría y la lucha. Su voz se apagó, pero para muchos de sus amigos y compañeros de etnia, la lucha apenas comienza. Sin duda que la muerte de esta mujer deja una huella, es un legado que su descendencia recordará por siempre.