Sus conocimientos en las finanzas públicas lo han llevado a ocupar la silla de la Secretaría de Finanzas en varias ocasiones.
Su pasión por la docencia y la lectura lo caracterizan como un personaje culto y hasta solitario; aunque asegura que tiene amistades cercanas que lo ayudan a asimilar la no presencia física de sus padres.
Hijo de migrantes, William Chong Wong se ha alejado de toda vida política pública, lo que dice que disfruta, aunque siempre se considera militante de su partido político.
Le dejamos estas 20 preguntas, realizadas en el 2015:
En Puerto Cortés, Honduras. Soy hijo de migrantes, mi padre salió de China a Honduras después de una larga travesía desde Cantón a Hong Kong. Desde ahí tomó un barco en el que su primera parada fue en Hawai y luego San Francisco en Estados Unidos, sin saber inglés.
Así fue, él tenía 28 años. Cruzó en tren hasta llegar a Nueva Orleans, ahí tomó un barco que paró en La Habana y luego a Honduras. Es algo admirable porque muestra el espíritu de la migración.
Mi padre emigró básicamente para mejorar su condición. No eran extremadamente pobres, pude verlo cuando fui a China, migró por la inestabilidad política.
Ella vino desde China en 1947. Llegó por avión, era un matrimonio antiguo chino, ellos no se conocían.
Soy el mayor de cinco hermanos, nos criamos bajo un ambiente que adentro de la casa era una cultura y afuera otra. Los mayores aprendimos a hablar chino antes que español.
Ser el mayor de la familia me provocó un choque cultural porque las costumbres son muy diferentes. Comencé a trabajar desde muy pequeño en la abarrotería de mi padre. Vendía al por mayor y por menor.
Mis padres ya murieron. La herencia que recibí de ellos no fue en bienes, sino la educación que me dieron. Nos enseñaron a trabajar a todos desde pequeños.
La primaria la estudié en Puerto Cortés y la secundaria en San Pedro Sula. Luego me fui a España a estudiar Ingeniería Química, pero murió mi padre y tuve que regresar a ayudar a mi madre con el negocio porque hablaba muy poco español.
Me hicieron unas evaluaciones y me trasladé a estudiar Economía y luego Contaduría Pública en Estados Unidos con el apoyo de mi madre.
Antes de graduarme, en EUA me ofrecieron trabajo en una compañía con representación en Honduras, pero me dijeron que la sede era en Tegucigalpa. Al principio no me gustaba porque siendo de la costa jamás pensé que viviría en la capital.
Fue difícil, vivía donde una tía y al principio me iba todos los fines de semana a la costa, luego 15 días y así me fui alejando de mi ciudad de origen. Mi trabajo era con una compañía auditora.
A mis 21 años fui invitado a servir clases en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah) en la recién creada carrera de Contaduría Pública. Di clases por 34 años.
Es una gran experiencia, era el más joven de todos y yo era el maestro. Desde que estaba en el colegio La Salle me gustó la docencia, daba clases de catecismo todos los domingos.
Sí, estaba interno en La Salle y sacrificaba mis domingos para ir a dar clases de catecismo a barrios marginales de San Pedro Sula.
Dar clases en chozas con mis compañeros. Era un voluntariado el que hacíamos y nos gustaba hacerlo. Eramos varios en el grupo que hacíamos esta labor, como el exalcalde y exdiputado Tito Guillén, el empresario Rafael Flores, entre otros.
Trabajé de lleno con la empresa privada. Llegué a crear con mis compañeros nuestra propia firma auditora: Mendieta y Asociados. Posteriormente me fui a trabajar como gerente financiero al Banco Nacional de Desarrollo Agícola (Banadesa) y ahí empecé en el sector público.
Sí, al terminar el Gobierno creé con otros compañeros otra firma auditora: Morales, Palao y William. Me retiré en 1990 para incorporarme a trabajar con el expresidente Rafael Callejas.
Fue un cargo que desempeñé con mucha honra como secretario de Finanzas. Me tocó la honra y la dicha de culminar la negociación para la condonación de la deuda en el Club de París, la que se empezó en el Gobierno de Carlos Flores.
Ya eran los postrimerías del Gobierno de Maduro, del que se menciona que dejó la mesa servida. A los días de haber tomado posesión Manuel Zelaya se volvió a dar una condonación mayor, aproximadamente de unos 4,500 millones de dólares.
Fui uno de los socios fundadores de Unitec con la razón de que existiera una alternativa de estudios aparte de la Unah. Eso fue hace 30 años y estoy jubilado.
Me honró siendo primero secretario de Finanzas y luego asesor.
He activado fuertemente con la Cámara Junior y antes con el Centro de Cáncer Enma Romero de Callejas, entre otras.
No, mucho menos en Puerto Cortés que es muy abierto en ese sentido. No olvido los trenes, el mar que me quedaba tan cerca. Añoro esa tranquilidad.
A mí me tocó apoyar a mi madre en la crianza de mis hermanos. Se me fue el tiempo en el trabajo y por eso no tengo familia propia.
Es un Gobierno que pasará a la historia por la lucha contra el narcotráfico. Está revolucionado al trabajar con gente joven.