Tegucigalpa, Honduras.
El ideal de Francisco Morazán de una Centroamérica unida en lo político y económico es un proyecto truncado en múltiples ocasiones y etapas de la historia de la región, pero que en este momento sufre su mayor estancamiento por diversas circunstancias políticas y conflictos territoriales.
Los principios y compromisos integracionistas que a lo largo de las últimas décadas han asumido los Gobiernos del istmo en múltiples cumbres y reuniones presidenciales aún esperan de la voluntad política y de la buena fe de los líderes centroamericanos para su materialización.
La integración regional tuvo su mejor momento en la década de los 90 tras la firma del “Protocolo de Tegucigalpa” que creó el Sistema de Integración Centroamericana (Sica), el cual entró en funcionamiento el 1 de febrero de 1993; sin embargo, en la actualidad el proceso sufre de un estado de parálisis.
De este Protocolo surgieron la Alianza Centroamericana para el Desarrollo Sostenible (1994) y como instrumentos complementarios el convenio de estatuto de la Corte Centroamericana de Justicia (1992), el Tratado Marco de Seguridad Democrática en Centroamérica (1995), el Protocolo de Guatemala o Protocolo del Tratado General de Integración Económica Centroamericana (1993) y el Tratado de El Salvador o Tratado de Integración Social Centroamericana (1995).
Roberto Herrera Cáceres, experimentado jurista integracionista y actual comisionado de Derechos Humanos, comparte en su obra Imperio del Derecho y Desarrollo de los Pueblos que lamentablemente muchas de estas resoluciones adoptadas por los mandatarios no han tenido una aplicación significativa.
De hecho, el 12 de abril de 1999, la secretaría general de la Sica presentó un proyecto de Tratado Único del Sistema de Integración Centroamericana, que a la fecha no ha sido objeto de negociación ni ratificación por parte de los Estados miembros.
Reforma profunda
Rafael Leiva Vivas, veterano embajador hondureño y actual director de la Academia Diplomática de la Secretaría de Relaciones Exteriores, compartió la opinión que el sueño morazanista de una Centroamérica federada es un proyecto truncado que necesita reactivarse bajo un nuevo liderazgo regional comprometido con el ideal morazanista.
Puso como ejemplo que actualmente hay 250 resoluciones asumidas por los gobernantes del istmo que aún no se han materializado y esperan su cumplimiento.
“La integración perdió la celeridad que necesita todo proceso integracionista, es decir, que se ha detenido; la integración debe caminar a una sola velocidad con lo que le dicta el organismo regional, pero aquí cada país le pone el acelerador que le conviene, de manera que para mí la integración hace años está detenida”, dijo.
En tal sentido, el connotado diplomático consideró que los órganos de la integración de Centroamérica requieren de una “reforma profunda”, porque el Sica únicamente se maneja con la Reunión de Presidentes que se celebra dos veces al año y de donde emana una serie de resoluciones que por lo general no se ejecutan.
“Hay más de 250 resoluciones de la Reunión de Presidentes que andan volando y que no se ejecutan, de manera que ahí es donde debe reformarse este sistema de órgano del Sica e igualmente reformar o eliminar profundamente ciertos organismos como el Parlacen, que es un instrumento que no está funcionando porque sus resoluciones no son vinculantes para los Estados miembros”, apuntó.
Por otro lado, Leiva Vivas consideró que los conflictos limítrofes todavía existentes en la región han sido un obstáculo que han impedido avanzar en el proceso de integración.
“Las cuestiones limítrofes y de demarcación también afectan y obstaculizan el proceso”, observó.
Federación
Raúl Pineda Alvarado, jurista y exmiembro del Parlacen, analizó que la división que impera en las pequeñas parcelas que componen a Centroamérica genera por sí misma graves fallas en el orden económico y social, al punto que la región no puede competir con mano de obra barata con los países asiáticos ni es posible insertarse en la comunidad económica internacional porque no produce individualmente lo suficiente para ser atractivos como compradores o proveedores.
En consecuencia, la integración debe profundizarse hasta procurar la creación de una república federal que puede hacerse inicialmente con tres países que tengan condiciones, como la nacionalidad única, la libre circulación de bienes y personas, la representación diplomática única y el flujo de capitales y mercancías libres en los Estados de la Federación. Estos países afines serían los del Triángulo Norte, dijo.
El ideal de Francisco Morazán de una Centroamérica unida en lo político y económico es un proyecto truncado en múltiples ocasiones y etapas de la historia de la región, pero que en este momento sufre su mayor estancamiento por diversas circunstancias políticas y conflictos territoriales.
Los principios y compromisos integracionistas que a lo largo de las últimas décadas han asumido los Gobiernos del istmo en múltiples cumbres y reuniones presidenciales aún esperan de la voluntad política y de la buena fe de los líderes centroamericanos para su materialización.
La integración regional tuvo su mejor momento en la década de los 90 tras la firma del “Protocolo de Tegucigalpa” que creó el Sistema de Integración Centroamericana (Sica), el cual entró en funcionamiento el 1 de febrero de 1993; sin embargo, en la actualidad el proceso sufre de un estado de parálisis.
De este Protocolo surgieron la Alianza Centroamericana para el Desarrollo Sostenible (1994) y como instrumentos complementarios el convenio de estatuto de la Corte Centroamericana de Justicia (1992), el Tratado Marco de Seguridad Democrática en Centroamérica (1995), el Protocolo de Guatemala o Protocolo del Tratado General de Integración Económica Centroamericana (1993) y el Tratado de El Salvador o Tratado de Integración Social Centroamericana (1995).
Roberto Herrera Cáceres, experimentado jurista integracionista y actual comisionado de Derechos Humanos, comparte en su obra Imperio del Derecho y Desarrollo de los Pueblos que lamentablemente muchas de estas resoluciones adoptadas por los mandatarios no han tenido una aplicación significativa.
De hecho, el 12 de abril de 1999, la secretaría general de la Sica presentó un proyecto de Tratado Único del Sistema de Integración Centroamericana, que a la fecha no ha sido objeto de negociación ni ratificación por parte de los Estados miembros.
Los estudiantes hondureños reviven cada septiembre el legado unionista del Paladín Centroamericano, Francisco Morazán.
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Rafael Leiva Vivas, veterano embajador hondureño y actual director de la Academia Diplomática de la Secretaría de Relaciones Exteriores, compartió la opinión que el sueño morazanista de una Centroamérica federada es un proyecto truncado que necesita reactivarse bajo un nuevo liderazgo regional comprometido con el ideal morazanista.
Puso como ejemplo que actualmente hay 250 resoluciones asumidas por los gobernantes del istmo que aún no se han materializado y esperan su cumplimiento.
“La integración perdió la celeridad que necesita todo proceso integracionista, es decir, que se ha detenido; la integración debe caminar a una sola velocidad con lo que le dicta el organismo regional, pero aquí cada país le pone el acelerador que le conviene, de manera que para mí la integración hace años está detenida”, dijo.
En tal sentido, el connotado diplomático consideró que los órganos de la integración de Centroamérica requieren de una “reforma profunda”, porque el Sica únicamente se maneja con la Reunión de Presidentes que se celebra dos veces al año y de donde emana una serie de resoluciones que por lo general no se ejecutan.
“Hay más de 250 resoluciones de la Reunión de Presidentes que andan volando y que no se ejecutan, de manera que ahí es donde debe reformarse este sistema de órgano del Sica e igualmente reformar o eliminar profundamente ciertos organismos como el Parlacen, que es un instrumento que no está funcionando porque sus resoluciones no son vinculantes para los Estados miembros”, apuntó.
Por otro lado, Leiva Vivas consideró que los conflictos limítrofes todavía existentes en la región han sido un obstáculo que han impedido avanzar en el proceso de integración.
“Las cuestiones limítrofes y de demarcación también afectan y obstaculizan el proceso”, observó.
Federación
Raúl Pineda Alvarado, jurista y exmiembro del Parlacen, analizó que la división que impera en las pequeñas parcelas que componen a Centroamérica genera por sí misma graves fallas en el orden económico y social, al punto que la región no puede competir con mano de obra barata con los países asiáticos ni es posible insertarse en la comunidad económica internacional porque no produce individualmente lo suficiente para ser atractivos como compradores o proveedores.
En consecuencia, la integración debe profundizarse hasta procurar la creación de una república federal que puede hacerse inicialmente con tres países que tengan condiciones, como la nacionalidad única, la libre circulación de bienes y personas, la representación diplomática única y el flujo de capitales y mercancías libres en los Estados de la Federación. Estos países afines serían los del Triángulo Norte, dijo.