Los crueles castigos, el aislamiento severo y la discriminación pasaron a la historia en la Penitenciaría Nacional Femenina de Adaptación Social (PNFAS).
La antigua cárcel femenina en el municipio de Támara, Francisco Morazán, 32 kilómetros al norte de Tegucigalpa, es recordada en el país con el nombre de Cefas.
Se conoció que desde esta cárcel se practicaba con frecuencia la extorsión, pero actualmente el centro es reconocido como cárcel modelo a nivel del Instituto Nacional Penitenciario (INP).
La llegada a la dirección de la sicóloga Mariza Castejón hace más de un año le ha cambiado la cara a la penitenciaría y las 360 reclusas son parte del proyecto.
LEA: Mujeres en cárceles de Honduras también deberán trabajar
“Nos hemos organizado muy bien. Cada hogar tiene una coordinadora con las que las autoridades tenemos bastante contacto. Ellas son un pedacito de mí en cada hogar”, manifestaba Castejón mientras las privadas de libertad la saludan y abrazan en su recorrido por el recinto.
Al llegar al taller de panadería, seis mujeres trabajan sin parar. Una de ellas, Zulema, ordenaba el pan recién horneado.
“Vendemos este pan en la feria del agricultor y en Agafam cuando hay feria. También mandamos a la Penitenciaría Nacional. Compran bastante”, explicó Zulema. La privada de libertad vive en un hogar especial, el de preliberación, que le permite salir los fines de semana a su casa y retornar cada lunes a cumplir su sentencia.
VEA: Privadas de libertad escogieron a su reina
La actividad en los talleres no paró. En el de costura apareció Doris Brito, la privada de libertad condenada a 16 años de prisión por asesinato. “Ya llevo 11 años cumpliendo mi condena y paso aquí todos los días costurando. Doy dos horas de clases diarias a las compañeras que llegan al taller. Hacemos cojines, lapiceros y cortinas, entre otras cosas”, comentó Brito, mientras recordaba que están esperando una donación de dos mesas y ocho sillas para el taller que les prometió la Comisión Permanente de Contigencias (Copeco).
Según estadísticas, solo 153 mujeres están sentenciadas en el PNFAS, lo que deja al descubierto la mora judicial que persiste en todo el sistema penitenciario.
Las reclusas elaboran pan y lo mandan a vender a las ferias artesanales o a otras cárceles. Con eso sobreviven.
|
Aunque el trabajo no es obligatorio, las mujeres buscan rehabilitarse en los talleres. “Estamos a punto de inaugurar el cine comunitario gracias al apoyo de la primera dama Ana García y también tendremos un gimnasio gracias a las gestiones de la Secretaría de Desarrollo Social”, dijo la directora.
Muy temprano, las reclusas que trabajan se dirigen a los talleres, así como las que estudian van a clases. El PNFAS tiene educación disponible hasta el bachillerato.
Las policías femeninas pasan lista tres veces al día; puede haber televisión por cable en los hogares siempre y cuando paguen 180 lempiras al mes. Las luces se apagan todas las noches a las 10:00 pm.
“Hay 143 muchachas estudiando; es un gran logro. Espero en mi gestión dejar la universidad. Tenemos tantos planes que vamos a empezar por mejorar la biblioteca y el laboratorio de computación. Le pedimos a la ciudadanía que nos apoye donando libros y alguien de buena voluntad podría reparar las computadoras dañadas”, pidió Castejón.
El pequeño laboratorio de computación tiene 11 máquinas, pero solo cinco están en buen estado.
La mayoría de los delitos por los que están recluidas las mujeres están encabezados por la extorsión mediante el cobro de “impuesto de guerra”, asesinato, robo y secuestro.
Condiciones de vida
El hacinamiento es severo. En un hogar de las sentenciadas habitan 54 mujeres. Una de ellas muestra un cuarto donde hay 21 camas, la mayoría pegadas por falta de espacio.
Del otro lado del penal, cerca de la administración, se encuentra el hogar donde habitan las privadas de libertad miembros de la mara 18.
La coordinadora dijo que están construyendo ocho baños para ellas, ya que el módulo en el que están no tiene y deben movilizarse hasta otro.
“La dirección dio la mitad y la otra mitad, el barrio. Estamos bien aquí, pero afuera hay unos menores miembros de los Chirizos que nos molestan, nos amenazan y tiran piedras. Ya pusimos la queja”, dijo la joven procesada como cabecilla de mara y quien, según la autoridad del PNFAS, podría recibir 150 años de condena.
Las reclusas elaboran cojines y las que tienen talento artístico pintan las figuras de las caricaturas.
|
Las celdas con privilegios existen en este recinto y las ocupan reclusas con medidas de seguridad.
Ellas no se mezclan con el resto de la población penitenciaria y ni siquiera asisten a los eventos sociales que desarrollan sus compañeras. Se trata de la exjueza con jurisdicción nacional Wendy Caballero (en estado de embarazo), acusada de cohecho, y Michelle Rojas, investigada por lavado de activos.
Rojas es esposa del prófugo de la justicia José Zelaya, exjefe de compras del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS).
También ocupan estas celdas con aire acondicionado la exjueza de ejecución de Trujillo, María Elena Fonseca, acusada de abuso de autoridad, así como la esposa de José “Chepito” Handal, Ena Hernández Amaya, acusada por lavado de activos.
Cerca de estas celdas con privilegios se encuentra en aislamiento desde hace 17 años Alma Cleotilde Grand Pérez, conocida como la Bruja Cleo, condenada por el asesinato de tres hombres.
El titular de la Secretaría de Derechos Humanos, Justicia, Gobernación y Descentralización, Rigoberto Chang Castillo, anunció que el mejoramiento en las cárceles continuará bajo un proyecto estructurado que tiene como prioridad la eliminación del hacinamiento gracias a los recursos de la tasa de seguridad.