Insobornable, irreverente, extrovertida, comprometida con las causas sociales y una apasionada por el baile. Así es Doris Alejandrina Gutiérrez, la “diputada bailarina”, mote que le impuso certeramente un periodista en su primera incursión en el Congreso Nacional.
Doris es, quizá, la única diputada y funcionaria que ocupa cargos públicos cobijada por la bandera de distintos partidos políticos. Primero como miembro de Unificación Democrática (UD), después como candidata independiente y ahora como representante del Partido Innovación y Unidad-Social Demócrata (Pinu-SD).
Nací en Comayagüela, un 21 de agosto de hace muchos años, (ríe) en la Calle Real donde ahora es la Librería Navarro, hija de madre soltera y atendida por una partera; yo nací en la casa porque no había cómo ir a los hospitales. Mi padre se llamaba Armando Uclés Sierra, pero no llevo el apellido de él, sino el de mi madre (Marta Gutiérrez). Fui criada por mi madre y mi abuela.
Mi niñez fue muy bonita, nos pasamos a vivir al barrio Guanacaste a la par de la escuela José Trinidad Cabañas, que por cierto ahí estudió Celín Discua. Teníamos una pequeña pulpería. Recuerdo a un tío mío que era marino y que cada vez que él venía había fiesta en la casa. Yo era una niña pobre, pero mi tío me traía juguetes de Europa que nadie tenía.
A mí nunca me pegaron con chilillo y solo una vez que le contesté una malcriadeza a ese tío él se quitó la faja y ya me iba a dar cuando yo le dije: Tío, se le van a caer los pantalones, él estalló en risa y ya no me pegó (suelta la carcajada). También recuerdo a mi abuela que era una mujer muy guapa y que no sabía leer, pero cada vez que cumplía años tiraba a los niños monedas de a centavo revueltas con confites. Así que cada 29 de junio llegaba aquel cipotero a la casa a esperar las monedas.
Estudié primaria en la escuela José Cecilio del Valle, el primer curso en el Instituto Central y del segundo en adelante me gané una media beca en el Instituto Sagrado Corazón y me gradué de profesora de educación primaria con notas de 98%. Luego gané una beca para la Escuela Superior del Profesorado, ahí me gradué con honores y fui la mejor de mi promoción. Yo fui siempre una buena estudiante, me gustó salir en los actos, actuar, me gustaba bailar y salir en las declamaciones.
No, el apodo de bailarina fue cuando ya era diputada, pero desde niña me gustaba bailar.
Mi primer trabajo fue en Trinidad, Santa Bárbara, estaba jovencita y solo tenía 20 años, fui profesora de práctica docente, evaluación, estadística y de inglés; pero antes había sido secretaria del Instituto Nocturno Mixto de la Escuela Superior del Profesorado porque era muy buena para escribir en máquina.
En Trinidad íbamos a alfabetizar a las aldeas con los alumnos y estando allá me llamaron de la Escuela Radiofónica Suyapa para que participara en un concurso y salí de las mejor calificadas para trabajar en un equipo pedagógico de la escuela radiofónica que estaba aplicando la metodología de Paulo Freire. Ahí trabajé 14 años enseñando a leer y escribir por la radio.
Yo me crié con muchas condiciones de pobreza en la ciudad, pero ahí empecé a conocer la realidad del campesino porque dábamos cursos en varias partes del país con el profesor Marco Orlando Iriarte y el abogado Fernando Montes. Ahí me tocó empezar a ver el problema de la tierra, se organizaron las ligas campesinas y en 1972 hubo la primera masacre en La Talanquera en la que murieron más de 10 campesinos y se inició una persecución contra los programas que dirigíamos porque decían que nosotros motivábamos a la gente a la rebelión e insurrección.
Yo me considero que soy socialista y que mis principios están basados en la Doctrina Social de la Iglesia Católica, en la que se habla del bien común.
Creo que el capitalismo tiene cosas buenas y el socialismo tiene cosas buenas; pero creo que el capitalismo no es un modelo justo, es un modelo brutal e inhumano en donde lo que prima es la ganancia y la ambición avorazada.
Profundamente, yo creo que Dios ha marcado mi vida y me ha dado oportunidades increíbles.
He vivido la pobreza, pero con dignidad, eso me enseñaron desde pequeña; sí somos pobres, pero no mendigos, y Dios nos ha dado inteligencia.
No, yo nunca milité ni en el Frente Morazanista, ni en el Lorenzo Zelaya, ni en los Cinchoneros. En lo que sí milité fue en los grupos cristianos de base de la Iglesia parecidos a las comunidades eclesiales de Brasil.
Incursioné en la Teología de la Liberación, recibimos clases con el padre Guadalupe Carney y de otros sacerdotes que murieron en la masacre de Los Horcones.
La UD decayó porque entraron dirigentes jóvenes; pero fueron perdiendo los principios. Entré en un conflicto de conciencia muy grave y decidí retirarme en abril de 2009.