San Pedro Sula, Honduras.
Faltan minutos para las seis de la mañana cuando doña Martha Cárcamo Urbina, de 68 años, ya ha salido de su casa en la colonia Armando Gale, de Choloma, para esperar el microbús que la lleva cada día a San Pedro Sula.
Camina hasta la parada de bus con dos grandes bolsas, una de tela de lona y otra de nailon, llenas de mercadería que apenas puede cargar.
Aborda el rapidito y el viaje como siempre es tormentoso para ella y los demás pasajeros, pero la señora no tiene elección, pues a pesar de su edad tiene que seguir trabajando para vivir.
“Siempre voy rezando porque siento que voy a salir volando cuando voy en rapidito. Manejan muy rápido y todo mundo va con miedo”, relata la humilde doña Martha.
Ella vende en la calle varios tipos de artículos como tazas, jaboneras y platos; ha comercializado hasta zapatos.
A veces se queda vendiendo en San Pedro Sula y en otras ocasiones tiene que ir a la Gran Central Metropolitana de Buses para luego trasladarse en otro transporte público con sus productos al municipio de Villanueva.
“Nunca me dan el descuento de la tercera edad: me cobran lo mismo que a todos. No tengo ningún trato especial. Me sientan en cualquier lado”, aseguró la señora.
La alta velocidad a la que viajan los microbuses es lo que más atemoriza a doña Martha, quien por su personalidad nunca se ha atrevido a reclamar nada. “Voy rebotando todo el camino y como frenan bien duro tengo que ir agarrada del asiento de enfrente y aun así a veces casi pego con la cabeza ahí porque no tengo mucha fuerza para sostenerme”.
Enferma
Si a alguien afecta en especial la velocidad frenética con que se desplazan los rapiditos es doña Martha, pues padece una hernia y los golpes que su cuerpo recibe en el camino y el esfuerzo que hace para sujetarse de los asientos afectan directamente su salud.
Luego de los días pesados de trabajo en los que la anciana ha soportado durante horas el intenso calor, ha caminado grandes distancias y excedido por mucho los esfuerzos que debería realizar, todavía queda un sacrificio más, pues debe subir nuevamente a los rapiditos para regresar a su casa en Choloma.
“Es cansado. Hay veces que apenas aguanto, pero qué me queda. Tengo que trabajar”, señala la sexagenaria mujer con dulce y casi inaudible voz.
Aunque es una luchadora incansable, el dinero que gana doña Martha con sus ventas no es suficiente para costearse la operación de hernia que necesita hacerse desde hace varios meses.
Según relató la abuela, a pesar de que ha asistido a centros hospitalarios públicos, le exigen 3,500 lempiras para ser sometida a la intervención, cantidad que está fuera de su alcance.
La señora tiene cuatro hijos, pero, según relata, no pueden ayudarla con este gasto.
Y así, enferma y cansada, se levanta un día más y se alista para salir a trabajar. Otro infernal viaje en rapidito la espera como siempre.
Las personas que deseen ayudar a doña Martha pueden comunicarse con ella al número de celular 8845-7666.
Faltan minutos para las seis de la mañana cuando doña Martha Cárcamo Urbina, de 68 años, ya ha salido de su casa en la colonia Armando Gale, de Choloma, para esperar el microbús que la lleva cada día a San Pedro Sula.
Camina hasta la parada de bus con dos grandes bolsas, una de tela de lona y otra de nailon, llenas de mercadería que apenas puede cargar.
Aborda el rapidito y el viaje como siempre es tormentoso para ella y los demás pasajeros, pero la señora no tiene elección, pues a pesar de su edad tiene que seguir trabajando para vivir.
“Siempre voy rezando porque siento que voy a salir volando cuando voy en rapidito. Manejan muy rápido y todo mundo va con miedo”, relata la humilde doña Martha.
Ella vende en la calle varios tipos de artículos como tazas, jaboneras y platos; ha comercializado hasta zapatos.
Doña Martha viaja todos los días en rapidito desde Choloma hasta San Pedro Sula y Villanueva.
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“Nunca me dan el descuento de la tercera edad: me cobran lo mismo que a todos. No tengo ningún trato especial. Me sientan en cualquier lado”, aseguró la señora.
La alta velocidad a la que viajan los microbuses es lo que más atemoriza a doña Martha, quien por su personalidad nunca se ha atrevido a reclamar nada. “Voy rebotando todo el camino y como frenan bien duro tengo que ir agarrada del asiento de enfrente y aun así a veces casi pego con la cabeza ahí porque no tengo mucha fuerza para sostenerme”.
Enferma
Si a alguien afecta en especial la velocidad frenética con que se desplazan los rapiditos es doña Martha, pues padece una hernia y los golpes que su cuerpo recibe en el camino y el esfuerzo que hace para sujetarse de los asientos afectan directamente su salud.
Luego de los días pesados de trabajo en los que la anciana ha soportado durante horas el intenso calor, ha caminado grandes distancias y excedido por mucho los esfuerzos que debería realizar, todavía queda un sacrificio más, pues debe subir nuevamente a los rapiditos para regresar a su casa en Choloma.
“Es cansado. Hay veces que apenas aguanto, pero qué me queda. Tengo que trabajar”, señala la sexagenaria mujer con dulce y casi inaudible voz.
Aunque es una luchadora incansable, el dinero que gana doña Martha con sus ventas no es suficiente para costearse la operación de hernia que necesita hacerse desde hace varios meses.
Según relató la abuela, a pesar de que ha asistido a centros hospitalarios públicos, le exigen 3,500 lempiras para ser sometida a la intervención, cantidad que está fuera de su alcance.
La señora tiene cuatro hijos, pero, según relata, no pueden ayudarla con este gasto.
Y así, enferma y cansada, se levanta un día más y se alista para salir a trabajar. Otro infernal viaje en rapidito la espera como siempre.
Las personas que deseen ayudar a doña Martha pueden comunicarse con ella al número de celular 8845-7666.