Son cientos de menores hondureñas que se ofrecen como producto sexual, ya sea para relaciones íntimas o para vender sus fotografías a través de Internet o directo a su celular. No hay pudor, no disimulan, es un negocio abierto.
Sitios web, páginas de Facebook, Whatsapp o BlackBerry Messenger (BBM) son solo algunas de las plataformas en las que las menores de Honduras son puestas a disposición del mejor postor.
Una investigación periodística de LA PRENSA expone la proliferación de las “niñas prepagos” adentrándose en este mundo ignorado por muchos padres y por gran parte de la sociedad, pero totalmente accesible para quienes solicitan estos servicios en el país.
Así se contrata una prepago. ¿Cómo conseguir una joven prepago? El equipo periodístico de LA PRENSA averiguó lo fácil que es y a lo expuesto que están estas jóvenes contratando una.
Para saber cómo funcionan estas redes y verificar su operación, conseguimos varios números de celular en páginas de Facebook que ofrecen chicas prepagos hondureñas de todas las edades y características.
Llamamos al primer número en nuestra lista y tras timbrar tres veces se escuchó al contestar la voz de un hombre adulto. “¿Quién habla?”, preguntó con voz ronca, a lo que contestamos: “Solo queremos saber si tiene carteras”.
'Las carteras'
En la página de Facebook avisa que “carteras” es la palabra clave para referirse a las “prepagos” y solicitar sus servicios. Creímos que sería necesario explicarle al misterioso hombre cómo conseguimos su número o aclararle otras interrogantes sobre nuestra identidad para seguridad de la joven, pero no fue así.
Tras preguntarle por las “carteras”, inmediatamente nos dijo: “Solo diga cómo le gustan y se la mando”.
Le preguntamos si tenía niñas de 16 o 17 años, a lo que rápidamente expresó sin titubear: “Claro amigo, no hay problema, pero aliste 400 dólares por cada una.
Antes de todo me tiene que recargar 300 lempiras de saldo a este celular para que yo le mande el número de teléfono y usted se ponga de acuerdo con la muchacha”, nos indicó. Eso no estaba en nuestros planes y creímos que podría tratarse de una simple estafa.
A pesar de todo, accedimos y le enviamos una recarga con 300 lempiras de saldo. Pocos segundos después de enviar el saldo comenzó a llegar una avalancha de imágenes de chicas prepagos en ropa interior y provocativas poses, de diferentes edades y rasgos, al whatsapp del celular desechable que habíamos comprado. Todas las fotografías coincidían en algo: ninguna mostraba el rostro de las chicas.
“Dígame cuáles quiere amigo. Eso sí, de voladita, porque ya ando manejando y le quiero dejar todo listo rápido”, expresó. Elegimos entre las chicas de las imágenes una que por su cuerpo se podía deducir que es mayor de edad.
Ya no necesitábamos comprobar si tenían o no menores de edad, sino saber si realmente la red de prepagos era verdadera o si solo habíamos enviado L300 de saldo a cambio de una galería de imágenes.
Nuestra duda no sobrevivió mucho tiempo, pues a los pocos instantes el hombre nos reveló el seudónimo -Sasha- de la mujer y su número de celular.
“Llámela, ella ya está esperando hablar con usted. Acuérdese que son 400 dólares, no me vaya a quedar mal con eso. Ella llegará con un primo, no se asuste, que él solo va a traer el dinero y se la dejará donde usted le diga. Me avisa cualquier cosa”, dijo el hombre.
Su intento de calmarnos solo nos alarmó más, pues ahora temíamos que al momento del encuentro algo saliera mal, ya que inicialmente solo habíamos previsto recibir en el hotel a la chica, no a otra persona y menos a un hombre, aunque nos aseguraran que solo iba para llevarse el pago.
Sin embargo, no había vuelta atrás, la habitación estaba alquilada y el trato cerrado, así que llamamos a Sasha.
“Hola hermoso, creí que no iba a llamar ya. Le paso a mi primo para que le diga dónde es. Él me irá a dejar en su carro y luego nos deja solitos”, prometió la joven con voz coqueta y suave.
Eran las 8:30 pm y tras una breve presentación finalmente le indicamos al muchacho cuál era el hotel en el que estábamos y le pedimos que llegara a las 10:00 pm.
Encuesta: ¿Por qué crees que algunas adolescentes deciden ser prepagos?
Belleza y fineza
Un carro turismo llegó puntualmente al hotel. Del automóvil se bajó una hermosa y elegante joven, con su pelo muy bien arreglado y maquillada con excelencia.
Traía puesto un short corto azul y calzaba zapatos de tacón alto fucsia. Fue difícil saber que era ella la chica prepago debido a su apariencia y modales, pero tras unos segundos ella marcó nuestro celular y al vernos contestar se acercó.
Como estaba anunciado, venía acompañada de su supuesto primo. Un tipo fornido, trigueño y alto. Fue Sasha quien rompió el hielo y dijo: “Hola hermosos, ¿me estaban esperando?” Ni siquiera se inmutó porque fueran dos los clientes que la esperaban. Su primo se llevó el pago y la chica subió a la habitación alquilada.
Los nervios estaban a flor de piel en nosotros, pues una cámara escondida grabaría cada momento de lo sucedido, pero si el aparato era descubierto sinceramente no teníamos idea de qué consecuencias podría traer.
Tras entrar comenzó una conversación en la que explicamos que se trataba de una minidespedida de soltero, historia inventada para no hacer ver sospechosa la situación. Ella, por su parte, aseguró tener 19 años y llevar tres de ser prepago, o sea que comenzó a los 16. “El día que encuentre el amor de mi vida y me case dejaré de ser prepago”, dijo Sasha con convicción.
La conversación se prolongó unos minutos, hasta que ella sin decirlo, pero demostrándolo viendo su reloj, nos hizo saber que el tiempo estaba corriendo y se hacía tarde, quizá otro cliente ya contaba las horas para verla en algún otro hotel.
Preguntó qué tipo de servicios sexuales querían que ofreciera, pero ante la petición de que simplemente hiciera un baile, ella accedió con gusto.
Contó que no era la primera vez que le pedían algo así, pues varios clientes pagan por su compañía solo para salir y conversar con ella en algún restaurante o centro comercial y darle algunos besos como viviendo un noviazgo fugaz, y otros para pedirle bailes eróticos, aunque la gran mayoría solo la contrata para tener relaciones sexuales.
Tras poco más de una hora de plática, baile, risas y muchas mentiras, ella dijo que ya era hora de marcharse. “No me vayan a cambiar por otra. Ya saben, si se sienten solitos, solo me llaman”, pidió con dulzura antes de partir. Fue así como terminó la noche junto a la chica prepago y como quedó en evidencia lo fácil que es ingresar a este mundo de placer y derroche y lo expuestas que están.
Comercio virtual
Tras iniciarse en el sexting -hábito de jovencitas que postean fotos con poca ropa o desnudas en las redes sociales- muchas pasan al siguiente nivel: venderlas a cambio de recargas de saldo para celular. A veces son terceros quienes venden el material en Facebook, pero en muchas ocasiones es la propia menor o mujer quien pone a la venta sus imágenes.
El monto depende del “combo” que se compre. Seis fotos por 150 lempiras o una hasta por L25. Este es un negocio que se rige como en cualquier mercado del planeta, por la oferta y la demanda.